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Es imposible pasearse por Sigüenza sin tropezar con su larga historia. Y si uno se aficiona a recorrer sus rincones, hasta puede darse de bruces con verdaderos enigmas históricos. Algo así me pasó hace unos meses cuando, al curiosear la arquitectura popular de una de las antiguas casonas del Arrabal, me encontré con varias inscripciones talladas en su dintel, y entre ellas y en abreviatura: VÍCTOR. En mi ignorancia, lo primero que se me ocurrió fue que sería un recuerdo de “los años de la victoria” (la dictadura franquista), pues esos símbolos fueron bastante comunes, y yo los recordaba de cuando niño. Pero esa explicación no tenía mucho sentido y no quedé convencido. Así que acudí a la Wikipedia, recurso barato y rápido, y encontré que esa expresión, VÍCTOR, era el famoso grito de los estudiantes de la Universidad de Salamanca tras licenciarse… Grito comprensible en quien ha tenido que pasar por largos años de estudio; grito que iría acompañado del lanzamiento al aire del bonete, si no de los propios libros o mamotretos. Pero ¿qué sentido tenía esa inscripción en una casa de labradores?

Ahí quedó esa duda, testimonio de mi impotencia en descifrar el pasado… Pero hace unos pocos días me encontré con cierto texto sorprendente entre los documentos trascritos por mi hermana Pilar de los Archivos Catedralicios, allá por el tiempo de su tesis doctoral. Como esos documentos no han tenido la justa difusión que merecen, voy a transcribir el fragmento. La fecha es del 25 de junio de 1537, reinando en España el emperador Carlos I y administrando la prelacía seguntina el cardenal Loaysa.

Este mismo día sus mercedes [el Cabildo] cometieron [encomendaron] a los señores canónigos Antonio Gómez y Alonso de la Fuente vean el pedazo de solar que ha tomado y abierto cimientos el licenciado Salazar, catedrático de Gramática de esta ciudad; e visto, refieran a sus mercedes el perjuicio que puede hacer o hace a las huertas que sus mercedes tienen junto a [la ermita de] San Lázaro; y si hallaren no les procurar perjuicio, se concierten con el licenciado Salazar, e en nombre de sus mercedes le confirmen la licencia que para lo hacer ha pedido; entiéndase, con que el agua que viene a las huertas que sus mercedes allí tienen no se les quite ni les perjudique en cosa ninguna, e no de otra manera.

Si las cátedras de la Universidad Seguntina eran las de Artes, Teología, Cánones y Medicina, ¿qué era esto de catedrático de Gramática?... Es sabido que la lengua de la universidad de aquel tiempo era el latín, y antes de ingresar en ella había que tenerlo bien sabido.Esa era la ocupación de los catedráticos de Gramática: impartir una enseñanza preparatoria antes de la Universidad, en que junto al latín se enseñaban los rudimentos de la Lógica y la Retórica. Se sabe que en la Universidad de Salamanca esta preparación se extendía a seis cursos, de manera que estos catedráticos tenían que bregar con adolescentes y de hecho se les permitía el uso de la palmeta, aunque se recomendaba la reconvención de palabra. (Historia de la Universidad de Salamanca, Rodríguez-San Pedro, volumen II, página 571). En Sigüenza, la cátedra de Gramática había sido instituida por el obispo Gonzalo de Aguilar allá por 1343, (lo que no quita que no hubiese antes escuela de latinidad, como la que había en Atienza desde tiempos de don Lope de Haro, en 1269). Oigamos las razones de don Gonzalo (traducidas por Minguella; tomo 2, pág. 53): Por cuanto la Iglesia de Dios, cual piadosa Madre, debe proveer a que los deseosos de aprovechar en la ciencia no dejen de hacerlo por falta de maestros o enseñantes (…), determinamos y ordenamos, con el asentimiento de nuestro Cabildo, el siguiente estatuto duradero para siempre: que haya en nuestra Ciudad seguntina un maestro de Gramática y Lógica, que sepa y valga para instruir en esas artes a los que quieren aprenderlas. Y porque el trabajo en la enseñanza merece que quien a él se dedica perciba el fruto como recompensa, dotaba la cátedra con 600 morabetinos, que queremos imaginar como sueldo digno y razonable. 

¿Cómo no relacionar a este catedrático de Gramática, maestro de latines, con el que inscribió VÍCTOR en el dintel de su casa, grito que solo podía lanzar un licenciado? Y aunque así no fuese, el documento atestigua que en el arrabal no solo se asentaron labradores, sino que hubo quien quiso edificar casa propia, harto quizá de vivir de alquiler en una casa más miserable. Por otra parte, la sorpresa inicial del Cabildo, ante alguien que ya ha puesto cimientos en el Arrabal, nos habla de las luchas administrativas de aquel tiempo, no solo entre el Cabildo y el Concejo, sino entre el Cabildo y el Obispo, representado en la persona de su provisor (pues el cardenal Loaysa no pisó Sigüenza). El Cabildo no pretende expulsar del solar al licenciado sino “concertarse” con él, es decir, que le pague el censo anual a que tenía derecho, y defenderse de posibles abusos con el agua de riego.

Respecto a ese licenciado Salazar, hay ya que poner en marcha la imaginación para entrever la peripecia de aquel estudiante salamantino, el que lanzó el bonete al aire gritando “¡Víctor!” en el día más feliz de su vida, para acabar enseñando Gramática (latín) a los estudiantes y becarios seguntinos. ¡Cuántos días no llegaría a clase con las botas manchadas de barro!, pues las calles del Arrabal no estaban empedradas… Nuestro catedrático no pudo conocer al insigne fray Luis de León, que llegaría a Salamanca con posterioridad a esa fecha; pero ¿habría sido compañero de estudios de Fernando de Rojas, hacia 1499?... Es seguro que tendría unos pocos libros latinos en su biblioteca, si es que llegó a tener libros propios (pues casi estamos hablando de los incunables del siglo XV, del tiempo de primeros libros impresos); ¿pero habría algún ejemplar de La Celestina en la Sigüenza de aquel tiempo?

José María Martínez Taboada

Fundación Martínez Gómez-Gordo