Según nos cuentan Silio Itálico y Elanio, historiadores romanos, Celtíberos y Vacceos, pueblos prerromanos que habitaron en la Península Ibérica, consideran un honor morir en el combate y un crimen quemar el cadáver del guerrero así muerto. El ritual para los guerreros que morían en combate consistía endepositar sus cadáveres en determinados lugares, para que fueran comidos por lo buitres. Ya que los buitres en su cultura eran psicopompos, seres que en distintas mitologías y religiones tienen el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno. Y aunque este tipo de rituales suenen a épocas muy lejanas la realidad es bien distinta y en muchas culturas actuales continúan considerando a los buitres como los ángeles encargados de ayudar a los muertos a llegar al Cielo.

En el Tíbet, en las tierras de Litang, los muertos son entregados a los buitres desde hace 5.000 años, un rito inmemorial introducido por los nómadas en tiempos de Zaratustra. En el monasterio de Drigung Til el sacerdote, “rogyapa”, desnuda el cuerpo de la persona fallecida, le rasura el pelo y descuartiza el cadáver delante de sus seres queridos. Una vez separados los huesos de la carne, se machaca el cráneo con un martillo y se deja junto con los demás restos sobre un lugar, donde son devorados por los “daikinis” (buitres). Solo cuando las aves terminan se considera que su alma ha ascendido a los cielos. De acuerdo con la creencia budista, el cuerpo es un mero vehículo para transportar la vida; una vez que el individuo muere y como última muestra de caridad, su cuerpo debe servir de alimento a los buitres sagrados. No en vano el buitre es considerado por los sacerdotes un ave muy budista: no mata a otros seres y acepta lo que le viene, según el curso natural de las cosas. Una de las cosas más terribles que le pueden suceder a un muerto es que los buitres no se lo coman.

Pero esta costumbre religiosa está a punto de desaparecer en la India, lo cual se considera una tragedia, por culpa de un medicamento llamado diclofenaco. El diclofenaco se utiliza para reducir el dolor en mamíferos, incluido el ser humano. Este medicamento se acumula en el cuerpo de los animales tratados con él y cuando estos animales mueren y son devorados por los buitres el diclofenaco penetra de forma indirecta en el buitre provocándole un fallo renal y al final la muerte. “Más del 97% de los buitres de la India han muerto. Funcionalmente, se han extinguido”, explicaba R. D. Jakati, director de Fauna del estado indio de Haryana. Para evitar la extinción de los buitres, que desempeñan una función social vital en la India, el gobierno decidió finalmente prohibir la producción y venta de diclofenaco.

Buitre leonado

Pero no aprendemos y la Comunidad Europea no prohíbe este medicamento, aunque existen alternativas como el meloxicam para tratar al ganado, que no afectan a los buitres.

¿Por qué no lo prohíben? Francisco de Quevedo en 1603 ya nos señaló que “Poderoso Caballero es Don Dinero” y para los políticos europeos es más fácil rendirse a las presiones de los lobbies farmacéuticos que cuidar la biodiversidad y la salud de los ciudadanos (culpa nuestra, nosotros les votamos). Debemos también saber que la Agencia Europea del Medicamento advirtió que el uso del diclofenaco conlleva un riesgo adicional de ataques cardiacos que los médicos que recetan el medicamento deberían tener en cuenta.

Una investigación, publicada en Journal of Applied Ecology, confirma que el uso de diclofenaco podría llegar a ser responsable de la muerte de más de 6.000 ejemplares de buitres leonados en España, lo que indica un potencial declive poblacional de hasta el 7,7% anual. El declive de los buitres leonados en España no sólo es un problema ambiental, sino también económico, ya que su actividad carroñera evita el tratamiento e incineración de unas ocho mil toneladas de restos animales cada año. De esta manera, no solo se ahorran millones de euros en gestión de residuos, sino que además se evita la emisión de cientos de miles de toneladas de CO2 al año. Asunción Ruiz de Seo-Birdlife nos dice que “evitar un declive en las poblaciones de buitres de nuestro país está en manos del Gobierno, que tiene la responsabilidad de conservar a la mayor población de aves carroñeras de la Unión Europea y una de las más importantes del mundo.

No podemos permitirnos que ocurra un desastre ambiental como el que ya pasó en Asia”, en la misma línea Iván Ramírez director de Conservación de BirdLife Europe nos recuerda que “la Ciencia ha corroborado los datos que ya habíamos expuesto a la Comisión Europea, a la Agencia Europea del Medicamento y a las autoridades españolas: permitir el uso veterinario del diclofenaco en España es ilógico e irresponsable. Los países europeos deben tomarse en serio las evidencias científicas y seguir el ejemplo de Asia”.

Buitres leonados en tierra.

Para finalizar quiero recordar que el buitre ha sido un aliado ya que al alimentarse de carroña impide la diseminación de enfermedades contagiosas para el ganado. Y, por lo tanto, deberíamos pedir a nuestros políticos que se pusieran de una vez del lado de los ciudadanos y del medio ambiente. Además, los buitres que tanto nos ayudan también forman parte de nuestra cultura popular, antiguamente se utilizaban como remedio medicinal los “papos” (buche) del buitre, para los dolores de estómago. O en muchas regiones españolas se cree que una pluma de buitre ahuyenta las serpientes y sirve de remedio a las embarazadas para asegurar un buen parto.

Recordar, salvar a los buitres es salvarnos a nosotros.

Texto/fotos
Javier Munilla