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taula2Las taulas menorquinas.  Arte y cosmos.

Cuando pensamos en la época prerromana, primer milenio antes de Cristo, en seguida nos vienen a la mente megalitos de Stonehenge, cómics de Astérix con menhires, bardos y druidas o música celta irlandesa. Conocemos mejor lo de fuera que lo propio; y mejor las culturas peninsulares que las isleñas. Mientras tartesos, íberos y celtíberos se daban de mamporros para retener o expandir sus territorios en la península y fenicios, griegos y cartagineses desembarcaban en sus costas para intentar colonizarla, pueblos de origen incierto se instalaban en las islas Baleares dejándonos unas peculiares construcciones –talayots– como testigos principales de su cultura.
Los santuarios talayóticos de Menorca, a diferencia de los de Mallorca, tienen en el centro una mesa (taula en catalán) formada por una losa caliza vertical de hasta 5m sobre la que se encaja un capitel horizontal de hasta 4m, rodeada de cubículos con hornacinas, altares y bancos corridos, todo dentro de un recinto delimitado por un muro de piedra. Se han encontrado ¡más de treinta! en esta isla de apenas 700 km2 declarada reserva de la biosfera.
En sus medidas se detectan proporciones que al ser humano, desde bien temprano, le han parecido más bellas y armónicas: por ejemplo, una anchura de losa igual a la semisuma de la altura y el grosor; o a la raíz cuadrada de su producto. Y en la orientación de los templos se advierte una preferencia casi obsesiva por la dirección del sol poniente: si imaginamos un reloj de agujas con el número 12 mirando al norte –y por tanto el 9 al Oeste– todas las taulas tienen su puerta mirando en direcciones comprendidas entre el 7 y el 10. ¿Por qué al poniente cuando sus contemporáneos de la península miraban preferentemente a levante? ¿Será que ésa era la dirección de su patria originaria?

Taula-Menorca¿Qué función tenían estos recintos?
Se han encontrado estatuas de bronce, símbolos de fertilidad y restos de animales jóvenes que apuntan a una función preferentemente religiosa o ritual. Posiblemente se reunieran allí para realizar sacrificios destinados a dioses asociados con los astros o relacionados con los ciclos estacionales de renovación de la Naturaleza o la milenaria rotación de siembra y recolección. Y por los restos que dejaron, parece que en los consiguientes banquetes no faltaban el vinazo ni las plantas alucinógenas ni las buenas carnes de animales domésticos o de antílopes salvajes (como el Myotrago, hoy extinto). En otros casos los rituales podían ser funerarios o de duelo, depositando el cadáver en la taula para tratarlo y despedirlo adecuadamente.
Es posible que las taulas se construyeran de forma que la luz del Sol, la Luna o algún asterismo objeto de culto incidiera en el fondo del recinto en una fecha determinada, lo que implica un cierto conocimiento de sus movimientos diarios, mensuales y anuales ¿Pero qué astros serían los preferidos de esta cultura?  
Quizás Sirio, cuya primera salida instantes antes del amanecer (orto helíaco) después de meses de salir cuando ya es de día se asociaba desde el antiguo Egipto a acontecimientos importantes. O las dos estrellas más brillantes de la constelación Centauro, asociada en algunas culturas a la salud y a la seguridad de los navegantes –no olvidemos que estamos hablando de una isla. O la Cruz del Sur, estrella polar del hemisferio sur. Porque aunque actualmente ni el Centauro ni la Cruz del Sur sean visibles desde Menorca, hace 3.000 años sí lo eran gracias al fenómeno llamado precesión de los equinoccios.

Precesión de los equinoccios
Este fenómeno se produce porque el eje de la Tierra, como el de una peonza, no apunta siempre en la misma dirección, sino que se bambolea dando una vuelta alrededor de la vertical cada 25.770 años. Una de sus consecuencias es que cada 2150 años (= 25.770 / 12) el Sol adelanta una constelación zodiacal. Así: entre los años 4300 y 2150 a.C. el Sol del 21 de Marzo estaba en Tauro; entre el 2150 y el 1 a.C., en Aries; desde el año 1 al 2150, en Piscis y en 2150 entraremos en la era de Acuario. Otra consecuencia es que el eje polar norte apunte temporalmente a la actual Estrella Polar (alfa de la Osa Menor) pero que en el antiguo Egipto (3.000 a.C.) apuntara hacia la estrella Thuban, dentro de 12.000 años apunte hacia Vega y dentro de 26.000 de nuevo a la actual polar.
A falta de una taula, me siento a veces en la escalera del castro celtíbero de Castilviejo. Allí, sin referencias modernas alrededor, acari ciando las mismas piedras que tallaran nuestros antepasados veintitantos siglos atrás, bañado por el mismo Sol que iluminó sus vidas, mi imaginación se sume fácilmente en las escenas cotidianas de entonces: grupos organizándose para llevar a cabo emocionantes lances de caza entre hermosos escarpes rocosos; levantando paredes de adobe y cubiertas de barro y ramaje o preparando las defensas del castro, antepasado de la ciudad moderna que da nombre a la civilización; criando el ganado, cultivando el cereal o haciendo depósitos para almacenar éste y también el agua –desarrollando, en suma, la ganadería y la agricultura, bases de nuestra alimentación. Todo eso sí; pero también interrumpiendo su quehacer diario para mirar al cielo y situarse dentro del espacio y del tiempo; dentro del cosmos.

 

Javier Bussons Gordo