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Brenno Ambrosini al piano, Vicente Huerta al violín y José Enrique Bouché al violonchelo terminaron el pasado viernes 28 de febrero su gira de conciertos en el Auditorio Nacional de Madrid.

Estos tres músicos, desde el año 2002, forman un trío estable al que dieron nombre “Arkhé” que en griego antiguo significa “principio” u “origen”.

Así pues, el “Arkhé” de su última gira fue Sigüenza y su “Pósito” en el que dieron el primero de sus conciertos, el 25 de enero, inaugurando la temporada 2014 de Bell’Arte Europa ICS.

Siguieron la gira en Italia con varias actuaciones y volvieron a España, esta vez a la capital ofreciendo su último recital de esta serie en el “Auditorio Nacional” de Madrid.

El repertorio incluía obras de Haydn, Beethoven y Brahms. La excelente acústica de la sala favoreció la apreciación de todos los matices,  junto al buen trabajo  y  años de experiencia del trío.

Los músicos demostraban una compenetración musical que permitía fluir a la música de manera muy natural.

Ambrosini, en el trío de Haydn (Mi b Mayor Hob.XV:10), propuso una interpretación muy libre de la obra, a veces incluso improvisando y sorprendiendo al público, siempre bien entendido y  acompañado por sus compañeros. Hay que añadir que en los tríos de Haydn el piano juega un papel principal en la obra, ya que, es el instrumento que tiene casi toda la responsabilidad musical en su ejecución.

Beethoven y su trío en Do menor Op.1 n.3 sonó más como una orquesta que como tres instrumentos. Recordaba las interpretaciones de las sinfonías del genio de Bonn, dirigidas por el Maestro Claudio Abbado, recientemente fallecido (una gran pérdida para el mundo musical). Los tres perfectamente unidos, la sonoridad del violín (obra del luthier Domenico Montagnana s.XVIII), del violonchelo (obra de Gaetano Gadda de Mantova) y el  piano Steinway gran cola (largo 274 cm) transmitieron perfectamente la idea sonora beethoveniana.

El concierto terminó con Brahms y su trío en Do Mayor op.87, gran obra que por sí misma impresiona. Los músicos ofrecieron una interpretación romántica, elegante y potente al mismo tiempo.

El violín cantó libremente con su sonido limpio y sincero, el violonchelo sorprendió con una sonoridad potente, noble y elegante. El piano, como siempre pasa con Brahms, tuvo que enfrentarse a una gran dificultad técnica pero sin perder la sonoridad sinfónica.

El concierto terminó con calurosos y prolongados aplausos y con “Rondo all’Ongarese” de Haydn como propina.

Bernadetta Raatz

Viñeta

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