Que los señores y señoras del jurado de la UNESCO pasen y vean las razones que justifican la candidatura de Sigüenza para ser reconocida Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Que crucen el patio de la catedral, visiten en su interior la capilla de El Doncel y reparen un instante en el altar de Santa Librada. Que pasen luego por la Sacristía de las Cabezas y por los claustros.

Que se den una vuelta después por la plaza Mayor, suban a las Travesañas, vean las portadas románicas de las iglesias de Santiago y San Vicente y se tomen un fino seguntino en alguno de los salones del castillo-parador de Turismo, para bajar después a la Alameda por el arco del Portal Mayor, la Fuente de los Cuatro Caños, dejando a un lado el Palacio Episcopal. Aconsejable seguir por la calle del Seminario, abocando a la calle San Roque, haciendo una parada frente al callejón de los Infantes y otras dos – obligatorias - en los jardines del Convento de las Madres Ursulinas o en el patio de las Clarisas, que sirve de acceso a la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos.

Y, si es necesario y les queda tiempo a los miembros de la comitiva, también sería muy recomendable que repararan en la conservación de nuestro patrimonio arquitectónico y lo compararan con el de algunas de las otras quince ciudades españolas que ya han sido reconocidas como ciudades Patrimonio de la Humanidad. No seré yo quien cuestione los méritos, que los tienen, de ciudades como Ávila, Santiago de Compostela, Toledo, Segovia, Cáceres, Córdoba, Mérida, Cuenca, Tarragona o Salamanca, por citar solo algunas de ellas, pero tampoco creo que tengamos nada que envidiar a otras, como Ibiza, Baeza, Úbeda o San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife. Incluso a la cervantina Alcalá de Henares.
Sigüenza, al igual que otras ciudades españolas, tiene méritos más que suficientes para engrosar la lista de los 1.121 lugares del mundo que ya ostentan esta distinción y para sumarse, por supuesto, a las 15 ciudades españolas que ya son Patrimonio de la Humanidad. Cierto que entre las elegidas se podría echar en falta a ciudades como Burgos o Sevilla, pero ese ya no es nuestro problema. Hay que barrer para casa.

Nosotros ahora, una vez que el gobierno regional ha anunciado desde el castillo-parador de Sigüenza el inicio de los trámites para formalizar una candidatura con vistas a hacer realidad este sueño, lo que tenemos que hacer es perseguirlo hasta el final. Trabajar unidos – cosa siempre harto difícil por estas tierras - para que la iniciativa siga adelante y presentar una candidatura sólida y bien argumentada que convenza a los miembros del comité de la UNESCO. Mostrarles, en definitiva, la riqueza patrimonial y la importancia de Sigüenza en distintas etapas de nuestra dilatada historia.

Una historia con letras mayúsculas, que arranca del asentamiento celtibérico instalado al otro lado del Río Henares, pasando por las colonizaciones romana y visigoda o la influencia posterior de la cultura árabe y judía, sin olvidar la Reconquista de la ciudad en el siglo XI – de ahí que ya se estén preparando los actos conmemorativos del IX Centenario que se celebrará en el 2024 – y subrayando también la importancia que tuvo en la Edad Media y en el Renacimiento.

Sería absurdo pasar por alto los desastres de la guerra civil o la decadencia provocada por la despoblación del medio rural y por la falta de alternativas para compensar la pérdida de plazas escolares en los años setenta. Sin embargo, de nada sirve ya lamentarse de posibles errores. Sigüenza necesita ahora mirar al futuro, por mucho que su economía siga dependiendo en buena medida de su floreciente pasado, a través del turismo. Es posible que tampoco la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad solucione la caída demográfica y el envejecimiento de la población, pero atraerá visitantes de otros países y nos dará una mayor proyección internacional.

Me parece que estamos ante una buena oportunidad para la promoción de nuestra ciudad y considero que todos los esfuerzos serán pocos para defender con argumentos esta propuesta, de la que ya se había hablado anteriormente, pero que seguía pendiente de concreción.

Sigüenza es una ciudad que ha sabido conservar el patrimonio legado por sus antepasados. La ciudad ha conseguido, con todas las dificultades del mundo, restaurar algunos de sus monumentos de referencia y salvar de las ruinas la Iglesia de Santiago o espacios y capillas que hoy son salas de exposiciones dentro de la catedral. El número de visitantes, gracias en parte a una mayor oferta cultural, sigue creciendo.

Si alguien me pregunta por los motivos que justifican que Sigüenza sea declarada Patrimonio de la Humanidad, la respuesta sería la siguiente: dispone de un conjunto histórico artístico y de un valor arquitectónico que merece la pena ser protegido – y conocido - por el mundo mundial. Otra razón no menos convincente es que cuenta con una de las diez catedrales más importantes de España y con una de las esculturas más bellas en su interior: la estatua de El Doncel.

Aunque sólo sea por estas dos razones, tenemos que intentarlo. En mi opinión, todos debemos arrimar el hombro y colaborar para que la candidatura pase la prueba y convenza a los expertos de la UNESCO. Y luego, si se logra el objetivo, todos podremos presumir con orgullo de que Sigüenza ha sido declarada por méritos propios Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

¡Ojalá caiga esa breva! Sería el mejor broche de oro que podríamos ponerle a la celebración del IX Centenario de la Reconquista.

Javier del Castillo

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