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Hace 217 años, el Obispo Pedro Inocencio Vejarano, decidía donar a la ciudad de Sigüenza un espacio natural para la construcción de un parque, que disfrutaran todos los seguntinos. Dotó al proyecto con 300.000 ducados y encargó la obra al arquitecto Pascual Restuza, siendo maestro de obras el albañil Julián Armero. Hoy el parque está en peligro de muerte, por el capricho de hacer una “remodelación integral”, palabras textuales del Consejero de Fomento de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, tras la resolución NEGATIVA de declararlo BIC, con categoría de Jardín Histórico solicitada en tiempo y forma por un grupo de ciudadanos, que son el origen de la Plataforma SOS Alameda de Sigüenza, en aras de salvarla de un error, y aberración histórica.

Casi en paralelo a la negativa, el Presidente García Page firmaba el protocolo de concesión de la subvención por valor de 2.000.000 de euros en la ciudad de Guadalajara. Poco antes, inauguraba, con todo su séquito un centro de salud en la localidad de Alcolea del Pinar, a menos de 20 minutos de la ciudad del Doncel. Parece ser, que le aconsejaron hacerlo en la capital de la provincia donde el ambiente le era más propicio.

En 1819, el Ayuntamiento de Sigüenza hacía una primera actuación en el parque, construyendo la imponente plaza de las Pirámides, cuatro elementos de dicha forma coronados por sendas granadas, en honor al origen del Obispo benefactor. El éxito del parque fue inmediato, tal como cuentan las crónicas de la época, identificándose los seguntinos con él, como ya lo estaban con el resto de los monumentos de la ciudad.

Más de 150 años después, apareció la grafiosis, una enfermedad provocada por un virus que asoló a los olmos de media Europa y no pasó en balde por Sigüenza. Destruyó a su paso la mayoría de los árboles más emblemáticos del parque, quedando limitada su presencia a un par de representantes, que nos recuerdan un pasado más glorioso. Igual que el olmo de Machado, cada primavera, nos regala pequeños brotes verdes que alegran por unos días los alrededores de la pista de baile.

Antiguos olmos derribados debido a la grafiosis.

 Dicha situación, obligó a la corporación municipal de 1988 a tomar cartas en el asunto e iniciar un proceso de salvamento y remodelación, hasta donde se pudo llegar. Así y todo, se respetó su geometría original, se apostó por diversificar la flora y se mantuvo la solera original: tierra, pues una vez regada y cualquier seguntino o visitante lo puede corroborar, dotaba al parque de una frescura mítica. Casi todos recordamos el cuidado con que los diferentes jardineros de la Alameda realizaban esta operación, para algunos de nosotros, entonces niños: un juego destinado a evitar a ser mojados.

Hoy, se pretende sustituir la tierra por otros materiales, destrozar la citada plaza de las Pirámides incorporando una especie de piscina, oficialmente llamada “lámina de agua con fuente”, más propia de un jardín árabe que de un parque neoclásico y no se especifica nada sobre la vegetación. El proyecto ha estado acompañado, en todo momento, por falta de transparencia y oscurantismo. Pero ya sabemos que, cuando hay mayorías absolutas, los gobernantes tienden a olvidar a los gobernados.

Todo ello, cuando la ciudad está inmersa en el proceso de formar parte de la prestigiosa lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tal vez, las autoridades deberían replantearse este faraónico proyecto y fijarse en ciudades, como Dresde y Liverpool, que han perdido dicha condición en determinados espacios de las mismas, por no ajustarse a los requisitos de la institución. En lugar de acusar de boicot y echar, YA, por si acaso, la culpa a las fundaciones, plataformas, asociaciones de distinta índole, etc., que solo han pedido transparencia y han manifestado su rechazo a la magna, “remodelación integral” de nuestra Alameda.

Solo queda esperar que la soberbia se transforme en humildad y la prepotencia en diálogo, para que podamos seguir disfrutando del parque, tras una remodelación, nadie duda que sea necesaria y respetuosa con su dignidad, su historia, su patrimonio, su ecosistema y su bicentenaria tradición.

A algunos, al menos, nos quedarán los recuerdos de los juegos propios en cada estación del año, que practicábamos en este maravilloso parque, uno de los más hermosos y coquetos que se conservan en nuestra Región.

Rafael de las Heras Muela

Seguntino

 

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