Se está acusando a los miembros de la plataforma SOS Alameda, entre otras cosas pueriles que no merece la pena ni discutir, de que vamos contra la declaración de Patrimonio Mundial para Sigüenza. No cabe mayor desfachatez, la de los que apoyan alterar el patrimonio, digamos las cosas por su nombre, que tirar culpas en cabeza de otros, precisamente los que abogamos por conservar lo heredado, arriesgando de paso alguna que otra enemistad y estar en boca de muchos, cosa que nunca es bocado de gusto. Baste citar unos ejemplos para entender –que nuestros queridos acusadores se den por aludidos– en qué consiste esto del World Heritage y con qué mimbres se hacen ese tipo de cestos.
Ha habido tres ocasiones, todas recientes, en las que la UNESCO ha eliminado sitios particulares de la lista de Patrimonio Mundial, aunque todos los años hay lugares que reciben apercibimientos (*). Casi siempre por una mínima merma del patrimonio existente y de los valores universales que motivaron la declaración; por daño a la autenticidad, ese sutil intangible, expresamente en alguna de ellas. Por cuestiones, en definitiva, que a nuestros acusadores les parecerán nimias, habida cuenta de que lo que se quiere hacer en la Alameda les parece correcto.
Puente nuevo de Dresde: Wikimedia Commons.
El Valle del Elba, en Dresde, Alemania, perdió su categoría de Patrimonio Mundial a solo cinco años de ser declarado por la construcción de un simple puente moderno sobre las aguas del valle, considerado paisaje cultural por una lista de valores que llenaría este folio con solo enumerarlos. Vean la foto del puentecito, que pudiera parecer insignificante ante semejante conjunto, y juzguen: así de estupendo se pone el comité cuando quiere, y aquí no vale la demagogia, que perfectamente saben ellos lo que es patrimonio y en qué consiste exactamente la delicada tarea de preservarlo.
Lo de Dresde fue un caso sonado que produjo consternación en el orgullo nacional de Alemania. Otro ejemplo fue el Santuario del Oryx árabe, en Omán, un precioso y escaso antílope cuya mayor parte de población en libertad vive en dicho Santuario omaní. Aquí fue por un simple cambio legislativo sin efecto inmediato, de forma “preventiva” por tanto, al reducirse el tamaño de la superficie protegida del enclave, al parecer para ampliar zonas de prospección petrolífera.
Oryx de Arabia: Wikimedia Commons.
El tercero ha ocurrido este mismo año: el puerto histórico de Liverpool, cuya descatalogación ha sido anunciada a la vez que entraba en la lista el Paseo del Prado y Buen Retiro de Madrid, avisando de la fragilidad de estas denominaciones al más mínimo cambio disruptor de los valores del lugar declarado. En este caso, por la adición de algunas infraestructuras que, se ha estimado, alteran el intangible sentido histórico del puerto. Entre las razones aducidas está que las nuevas construcciones “van en detrimento de la autenticidad e integridad del sitio”. La valiosa autenticidad, cada vez más preciosa y rara, como un esquivo órice de Arabia.
Vistos estos ejemplos, ¿quién está trabajando para impedir la declaración de Patrimonio Mundial para Sigüenza? ¿Los que somos gratuitamente acusados, o más bien los que aprueban y aplauden añadir “puentes de Dresde” en nuestros jardines históricos? ¿Cabe mayor hipocresía?
Julio Álvarez
(*) https://whc.unesco.org/en/danger
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