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He vivido estos últimos días dos experiencias que he sido capaz de integrar en un único pensamiento; la primera de ellas fue en la presentación de una concursante en uno de esos juegos de la tele. Era una chica joven, licenciada, que a la hora de la presentación dijo que no tenía trabajo, y que lo que ganase lo dedicaría a costearse un viaje de turismo a Nueva York (ciudad fea, sucia y peligrosa).

La otra fue el relato que me hicieron de un programa de Jordi Évole en el que le hacía una entrevista a Arturo Pérez Reverte; en esta, el entrevistado dejaba en claro la falta de meta que regía la vida de la mayoría de las personas que tenían la vista puesta en el exótico viaje del verano o en elementos de mayor o menor atractivo social.

Nuestra vida actual, consumir, presumir, puede llevarnos a una pequeña meditación de la mano de un viaje imaginario. Situémonos en los años cuarenta del pasado siglo, y hagámonos a la idea de haber salido de la guerra civil: el robo elevado a relación social, hambre, injusticia, … y comparemos esa circunstancia con el momento actual; para un 30 (¿) % de la población la cuestión no ha variado gran cosa y los principales parámetros se reproducen con una fidelidad digna del más exacto Hi Fi: hay justicia para algunos, no para todos, el paro campa por sus respetos, y parte de la población tiene que recurrir a la caridad pública para alcanzar la más estricta supervivencia.

Se nos habla, paños calientes, de brotes verdes y finales de túneles, pero conviene poner la atención en que pueden significar conceptos muy distintos para distinta gente. Por ejemplo el Gran Wyoming decía:”me han convencido de que mejoran las cosas para España, pero ¿cuando mejorarán para los españoles?”.

En todo caso si volvemos a poner la vista en los cuarenta, podemos afirmar que gracias al trabajo de muchos se salió de aquella situación y se vivieron tiempos más gratos para la mayoría; a unos les fue mejor que a otros, pero en conjunto se mejoró. Visto desde el presente, sin embargo, puede afirmarse que correspondió a la idea de “engordar para morir”.

Y todavía en el presente es necesario preguntarse en que condiciones y para que queremos salir de la crisis; ¿vamos a recrear una situación similar a la anterior, en la que una partida de desalmados provocó un río revuelto en el que han pescado a sus anchas?

Es necesario que la comida, la sanidad, la educación… lleguen a todos, pero eso que llaman brotes verdes indica que los bancos no han perdido su fuerza y que al Estado sigue sin interesarle está cuestión que marcará, como anteriormente, el principio de la futura crisis.

Tenemos que fijarnos que existen cosas más importantes que el veraneo en el Caribe que sólo es un señuelo.

Antonio Lucena

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