Con cierta frecuencia, la prensa hace referente a venta de sociedades españolas a capital extranjero. Son compradas por grandes fortunas personales o por fondos de inversión. De esta manera ha pasado a control foráneo prácticamente la totalidad de empresas eléctricas y se habla de la próxima transferencia de otros tipos de empresas; así se habla de una firma china que quiere comprar el paquete de acciones que REPSOL tiene de Gas Natural.
Con esta marea han desembarcado en nuestras costas empresas italianas, portuguesas, francesas, de los emiratos árabes …, en una oleada más peligrosa, donde va a parar, que las de las pateras. Este es negocio centrado en la energía, pero se pueden citar casos en otros tipos de actividades: alimentación, ingenierías, construcción, …
No es extraño que en la portada de El País aparezca un artículo con el título “El capital europeo redobla su apetito por empresas españolas”. Es fácil relacionar este impulso con los anuncios que desde gobiernos sudamericanos inundaron los periódicos económicos en tiempos no excesivamente pasados sobre las maquilas, zonas abiertas a empresas extranjeras en las que se prometía un mínimo de control sobre importaciones-exportaciones, en las que el nivel de salarios estaba absolutamente controlado y que la vigilancia sobre la mano de obra aborigen se garantizaba de manera muy especial.
Se ha llegado a una cifra de 18 700 millones de euros de ventas de empresas y participaciones en este año hasta agosto, cifra que marca un record para el último quinquenio; es de temer que esta cifra sea la que da motivo al gobierno para hablar de brotes verdes, sólo que por este camino se producen en terreno ajeno.
Pero ¿que le hace tan atractivo al capital foráneo nuestro suelo? El control ejercido por el gobierno en los salarios, al igual que en las maquilas, es sin duda seductor; también lo es el que nuestra nación sea un buen balcón para asomarse a Sudamérica y se podrían citar otras circunstancias de este tipo, pero la particularidad más atractiva para el gran capital es posible que sea la corrupción reinante; en un país de este tipo se pueden hacer muchos chanchullos que representen dinero y salir de responsabilidades con un porcentaje adecuado de las ganancias, donado a la autoridad correspondiente. Hay mucho gerifalte dispuesto a poner la mano para recibir un estipendio ya que se cuenta con la solidaridad del resto de las fuerzas vivas para que no se produzcan consecuencias.
En este reino, corrupto y cínico, estamos viviendo; será cada vez más necesario el uso de psiquiatras, ya que el forzar las conciencias hasta el punto que se nos está exigiendo será traumático. Sólo en el final del túnel de miseria moral veremos quien puede contarlo sin pasar vergüenza propia.