Después de una meditación sobre el horrible atentado de Paris, es necesario comentar sobre los antecedentes y motivos de hechos tan trágicos.
Se podría apuntar como antecedente la frase del militar de EE UU sobre Vietnam: “a este pueblo hay que llevarlo a la edad de piedra”. El crimen de ese pueblo fue no obedecer las órdenes de la potencia colonial que en ese momento quería dominarles.
Esta forma de pensar, la conveniencia de la edad de piedra, se ha aplicado a otros países, trasladándose a Oriente Medio donde se ha implantado la destrucción de
la estructura social, dejando naciones absolutamente desarticuladas; los habitantes de ellas han quedado sin referencias, y esto es grave.
Por otra parte, el pretendido control de las naciones poderosas se quiere manifestar por todos los medios, y uno de ellos, no el más civilizado precisamente, es a través de los drones, los aviones en miniatura armados, que en acciones terroristas se manifiestan. Con estos se han cometido unos 2500 asesinatos, gran parte de ellos sobre población civil, como consecuencia de “daños colaterales”.
Para remachar el efecto de estas acciones criminales por parte de occidente se humilla a las victimas haciendo burla de sus creencias: el resultado está a la vista. Al llegar la marea a nuestras naciones, se recurre a la policía, solución que nunca ha mostrado eficacia y sí mayores dificultades para alcanzar la solución.
Sería conveniente acordarse de uno de los prohombres del pacifismo, Gandhi, que en su lucidez exclamaba: “no hay camino para la paz; la paz es el camino”. En el otro extremo podía citarse al también famoso pacifista del pasado siglo, Müller, que preguntado en una visita a España que haría él si se encontrara en un ambiente tan degenerado como Guatemala contestó: “coger la metralleta”.
Conclusión: se pueden llegar a situaciones en las que desaparezcan los pacifistas y cualquier principio de justicia. Seria grave, y por ello me pregunto en estas circunstancias: ¿yo soy Charlie?