Después de tantos aciertos (a mi parecer) en el adecentamiento de rincones, esquinas, creación de nuevos espacios en las travesañas, eliminación de cierta grúa, etc, me encuentro con algo que no me gusta, sí; no me gustan las nuevas luces instaladas en los faroles despojados de sus cristales y en las farolas altas que proyectan esa luz blanca sobre las casas y calles. Para gustos los colores, y a mí no me gusta la desnuda luz blanca, le tengo cierta manía.
Puede que sea genético y tengamos arraigada la luz amarilla del sol, del fuego y de la vela en nuestra visión de las cosas. La piedra de Sigüenza acepta (en mi opinión) muy bien la cálida luz amarilla, pero no la blanca. Puede que me este anticipando y la idea final sea poner los cristales con algún tinte marrón-amarillo que consiga el efecto anterior y mitigar el efecto de ahora. Comprendo que hay que ahorrar y las nuevas LED lo hacen, pero por favor con otro tono que el blanco.
Antonio López Rojas