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Cito al escritor portugués Fernando Pessoa: «Me gusta decir. Diré mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas. […] Me estremezco si dicen bien». Y, necesariamente—añadiría yo—, me ofendo si dicen mal. En este rincón pretendemos sacar a colación algunos ejemplos y curiosidades lingüísticas, bien por su uso incorrecto, bien por su origen insospechado…

Y empezamos, como no podía ser de otra manera, con algo muy seguntino. Se trata de la palabra «méndigo», acentuada como esdrújula, y no como grave o llana, como sería lo habitual («mendigo»). Lo que yo tomé en un principio por un barbarismo idiosincrásico individual, empecé a oírlo con relativa frecuencia en boca de diferentes habitantes de Sigüenza, pronunciado de forma natural, y recibido y aceptado de la misma forma.

Una consulta al diccionario de la RAE nos ofrece un resultado sorprendente:

méndigo, ga.
1. Adj. Méx. infame (II muy malo). U. t. c. s.

Y el Diccionario panhispánico de dudas nos advierte: «Son erróneas, con el sentido de “persona que pide limosna”, la grafía y la pronunciación esdrújulas méndigo».
Es decir, que la palabra existe, ya sea como adjetivo o como sustantivo («ser un méndigo» o «ser una persona méndiga», que oficialmente se utiliza en México (la «X» de la palabra «México», otra cuestión que daría bastante de sí…) y que su connotación es despectiva. Su uso más común, tanto aquí como en México, es con el sentido de «tacaño».

Es probable que existan otros lugares, además de Sigüenza, en los que se utilice «méndigo», ya que a primera vista se diría que comenzó como variante de «mendigo», y que poco a poco fue diferenciándose de la original no sólo en pronunciación, sino también en significado. Lo que no es correcto en ningún caso es utilizar esta palabra para referirnos a una persona que pide limosna; tal vez este sea el rumbo que toma poco a poco la palabra entre los más jóvenes, que puede que la hayan oído pero la consideran errónea y la utilizan en tono de burla.

El hecho de que también se encuentre en América me sugiere dos interpretaciones: primera, que la variante surgió hace mucho, muchísimo tiempo (y en algunos sitios desapareció y en otros caló); segunda, que los hispanohablantes de todo el mundo tenemos unos vicios lingüísticos similares, y las mismas rarezas surgen espontánea y aisladamente en distintos lugares. Terminamos igual que empezamos: entrecomillando. En este caso un dicho mexicano: «mendigo es el que pide, méndigo el que no da».

Carlos Loscertales

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