Acababa de recoger el programa de las fiestas de 2017 y se disponía a sentarse en la terraza donde nos habiamos citado para tomar un café. Mientras ella hojeaba las páginas, empezó a rebuscar en su memoria los recuerdos de las fiestas de otros años, las de su infancia, las de su juventud y especialmente el año que vivió con intensidad al ser Dama de Honor. Entre aquellos recuerdos que empezaban a fluir en su cabeza, había uno muy especial: Gorgorito, el protagonista del teatro de guiñol y marionetas, que cada verano actuaba en fiestas y que todos los niños esperaban año tras año con ilusión. Durante los años 60 a 80, varias generaciones de seguntinos y veraneantes, crecieron divirtiéndose con las aventuras de Gorgorito, ídolo de inocente fantasía de las fiestas de su infancia. Cada verano puntual a su cita, el Teatro de Guiñol y Marionetas de Maese Pedro Villarejo llegaba a Sigüenza en los días centrales de las fiestas de San Roque, y fue tal su fama que llegó a convertirse en un referente de la animación infantil de aquellos años.
Meses antes se iniciaban los preparativos con el cruce de cartas entre la Compañía de títeres y el alcalde: reservando fechas, concertando precios y condiciones de actuación de aquella comparsa de marionetas que pasaba el verano de gira por ciudades y pueblos de la geografía española: desde Pamplona a Cáceres, pasando por Sigüenza, llegaban en un vehículo los componentes que daban vida al teatro guiñol. En varios cajones, iban cuidadosamente guardados los muñecos, la música y el escenario que en pocas horas transformaba en un escenario de cuentos el paisaje de la Alameda.
El emblemático jardín histórico de Sigüenza, arteria vegetal que atraviesa la parte baja de la ciudad, diseñada en 1804 por el Obispo Vejarano para “solaz de pobres y decoro de la ciudad“, siempre ha sido lugar de encuentro, convirtiéndose cada verano en el espacio lúdico por excelencia. Durante aquellos días se engalanaba de forma especial con una profusión de gallardetes, banderitas y guirnaldas y al anochecer, se iluminaba con farolillos y bombillas de colores, como se anunciaba en el programa de fiestas. Durante dos días se podía presenciar en la puerta de en medio el espectáculo de unas ruletas de fuegos artificiales de colores girando para animar a todos a celebrar y disfrutar las fiestas patronales.
Bajo los plátanos de sombra se realizaban numerosas actividades: conciertos de la Rondalla, verbenas nocturnas, cucañas, juegos japoneses. Frente al Triunfo se situaba la Tómbola de Cáritas, destinada a ayudar a las familias más necesitadas. Entre la fuente y la pista de baile, en el centro de la Alameda, se instalaba el teatro de guiñol y marionetas. Más tarde cambió su emplazamiento hacia la parte baja, junto al primer quiosco, donde actualmente se sitúan los columpios. Allí el Ayuntamiento preparaba una tarima de un metro de altura, sobre la que la compañía montaba su escenario: tres paredes lisas y sencillas y una gran ventana con cortinas que al abrirse, dejaban a la vista el paisaje que creaba el ambiente de cada función donde actuaban muñecos de guante con cabezas de cartón-piedra o de madera, vestidos con telas que escondían las manos de aquellos artístas que ponían sus propias voces para dar vida a unos personajes que hacían las delicias del público infantil.
El espacio de la actuación se cerraba con unas pequeñas vallas de madera verde, a cuyo interior se podía acceder pagando una entrada que daba derecho a ocupar un sitio en los bancos de madera durante la función. Pero había muchos que no pagaban, preferían ver el espectáculo desde fuera de las vallas, que también se veía muy bien, aprovechando el dinero que les daban los padres para pagarse un helado.
¿Quién no recuerda a Gorgorito, la bruja, Lechuguino, el enanito, el lobo? Durante tres o cuatro días los niños disfrutaban de un espectáculo de guiñol cuyo único fin era acercarles a la realidad a través de la ficción, materializada en las aventuras de Gorgorito que se representaban en dos sesiones diarias, al mediodía y a la tarde, en cada sesión un capítulo de la historia, finalizando el último día con una gran apoteosis final.
El público infantil asistía embelesado a las representaciones de cuentos tradicionales como Caperucita Roja, cuyos personajes: el lobo, la abuelita.. se escondían en aquel bosque pintado en el escenario. También traían otros cuentos pensados por ellos mismos, igual de entretenidos. Los espectadores se regocijaban con las aventuras, sufrían con las fechorías de algunos personajes y apoyaban incondicionalmente a Gorgorito para evitar que el malo se saliera con la suya. Con aplausos o silbidos, avisaban al protagonista del peligro, gritaban : “Cuco… Cuco…Cuco…”, mientras Gorgorito pedía al público la palabra mágica para deshacer el maleficio de la bruja. Otras veces, cachiporra en mano, pim, pam… pim, pam…, combatía contra el malo Sacamuelas y, al vencerle decían “¡A la basurita con él!”.
En alguna sesión se rompía la cachiporra, y los pequeños consternados se preguntaba que pasaría con el espectáculo, siempre había otra de repuesto qie aparecía en la siguiente sesión.
De forma dinámica y entretenida los títeres representaban la lucha entre el bien y el mal, enseñaban a los niños nociones de étlca y moral. El triunfo de la amistad, la sinceridad, la bondad y la valentía… sobre el egoismo, la mentira, la cobardía… mediante diálogos y canciones infantiles interpretados por aquellos protagonistas de cartón-piedra que animaban a un público entregado a seguirles.
La Compañía de Maese Villarejo
El éxito de este espectáculo se debía a la intensa vocación de Juan Antonio Díaz Gómez de la Serna, primo hermano del escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, conocido por sus “Greguerías”.
Juan Antonio, a mediados del siglo pasado, creó un teatro de títeres, marionetas, curritos y polichinelas, al que dio el nombre de Compañía de Maese Villarejo. Con este nombre artístico quiso hacer un homenaje a Maese Pedro, personaje del Quijote, que con su teatrillo recorría las posadas manchegas, y a su padre, el Doctor Díaz Villarejo. Maese Villarejo comienza sus actividades en el teatro de Títeres en el año 1940, fecha en la que presenta en las Organizaciones Juveniles, un proyecto de creación de un teatro de muñecos para los niños, en el que daba vida al personaje de “Juanín”, que con los años se transformaría en el famoso “Gorgorito”.
En el año 1945 colaboró con Eugenio D’Ors en el montaje y puesta en escena de algunos ensayos de este ilustre escritor. En 1952 se hizo cargo del Teatro del Retiro de Madrid presentando su espectáculo infantil durante varios años consecutivos. Precisamente allí, entre el público que asistía a las funciones de su teatrillo, conoció a Pepita Quintero Ramos y poco después unieron sus vidas, formaron una familia, impulsando y consolidando la trayectoria de la Compañía durante los años siguientes. A partir de 1957 el “Teatro de Títeres de Maese Villarejo” se hizo célebre también en Televisión Española, en cuyos programas infantiles intervino con “Las Aventuras de Gorgorito”.
Durante más de tres décadas, en aquellos años centrales del siglo XX, el teatro de guiñol y marionetas, al llegar el verano realizaba una gira por numerosas localidades de la geografía española para entretener, enseñar y divertir a los niños durante las fiestas patronales. Cuando Juan Antonio Díaz falleció en 1986, su esposa Pepita Quintero decidió seguir al frente de la Compañía de Maese Villarejo y mantener su trayectoria profesional. Actualmente es su hijo Juan Díaz Quintero, quien sigue recorriendo las fiestas patronales para llevar alegrías y sonrisas a los niños. Los muñecos y las historias han experimentado algunos cambios, acordes a la sociedad actual, pero la esencia y sus principios siguen siendo los mismos que nuestra protagonista anónima estaba rescatando de su infancia.
La memoria de las fiestas y la historia oral
Ella seguía pasando las páginas del programa de fiestas de 2017, al verme llegar, lo dejó sobre la mesa para empezar a relatarme esas vivencias de la niñez que acababa de recuperar de su memoria, mientras me animaba a escribir un artículo sobre Gorgorito y recordar su historia en La Plazuela, coincidiendo con las fiestas de este año. El teatro de guiñol y marionetas de Maese Pedro Villarejo forma parte de la historia de las fiestas de Sigüenza. Apenas hay documentación escrita para reconstruir su memoria, que se conserva entre los recuerdos imborrables de quienes vivieron su infancia en aquellos años. A partir de sus relatos, podemos recuperar esta historia y muchas más.
Amparo Donderis Guastavino
Archivera de Sigüenza