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Tras la guerra de oriente de 2020, el acceso a ciertos minerales africanos y asiáticos, imprescindibles para la construcción de móviles y ordenadores, quedó en manos de la República Islámica Renovada. Siendo muy difícil su consecución, un científico y un militar portugueses propusieron a la ESA obtener estos suministros en el Cinturón de Asteroides. Habría que enviar una expedición de ida y vuelta a aquel lejano lugar que, por razones de limitación tecnológica y urgencia en la preparación del viaje, solo podría realizarse mediante pilotaje manual.

Una mañana despegaron de la Guyana Francesa cinco naves tripuladas con la misión de llegar al Cinturón, realizar una exploración exhaustiva, buscar huellas de vida extraterrestre, determinar las posibles explotaciones mineras, y volver a la Tierra con los primeros suministros.

Tres años después y una increíble serie de dificultades, solo regresó una nave, gobernada por uno de los subcomandantes y unos pocos astronautas. La mayor parte de los tripulantes había muerto en el camino.

La misión se había cumplido, pero pagando un precio muy alto en vidas.

Así describiríamos el viaje de Magallanes y Juan Sebastián Elcano de haberse producido en este principio del siglo XXI. Un viaje en el límite de la tecnología del momento, una ruta inexplorada e inédita, de la que solo se conocía de antemano menos de la mitad. Un viaje en el que lo previsible era dejarse la vida tirada en el sendero.

Hemos perdido la perspectiva de lo que representó el primer viaje de circunnavegación de nuestro planeta porque hoy podríamos hacerlo cómodamente sentados en un avión de línea en dos o tres saltos en unas 40 horas. El viaje de Magallanes y Elcano fue de una dificultad extrema, de una incertidumbre tan enorme, que es efectivamente asombroso que tuviera éxito.

Fernando de Magallanes (1480-1521) era un navegante y militar portugués que de joven había viajado a Asia por la ruta portuguesa, rodeando África por el Cabo de Buena Esperanza, y había alcanzado Macao y Malaca (por aquel entonces los portugueses aún no habían llegado a las “Islas de las Especias”). En las Islas Molucas se producían las especias finas que en aquel tiempo conseguían precios desorbitados en Europa, como consecuencia de la clausura para los mercaderes cristianos de las rutas a Oriente tras la caída de Constantinopla (1453) a manos del Imperio Otomano. Las especias, frutos secos, seda, porcelana, marfil asiático, piedras preciosas, perfumes, medicamentos, tintes… seguían llegando a Europa, pero a través de los puertos turcos y norteafricanos, lo que encarecía enormemente el producto.

Acusado falsamente de robo, Magallanes demuestra su inocencia, pero pierde el favor real. Pasa un año en Lisboa esperando destino y estudiando mapas. Dio con uno que mostraba un paso al océano Pacífico en la costa americana en el paralelo 40 Sur y consulta la credibilidad de este con Ruy Faleiro, el más prestigioso astrónomo portugués del momento y con un carácter que le hacía impopular en la corte, quien refrenda su opinión.

Mediante el Tratado de Tordesillas (1494), España y Portugal, que eran las únicas potencias expedicionarias mundiales del momento, se repartieron el mundo según una línea a 370 leguas al oeste de las Islas de Cabo Verde. El camino que proponían Magallanes y Faleiro se extendía por el lado español del mundo, por lo que, sintiéndose nada apreciados en la corte lisboeta, acuden a Sevilla, tratando de encontrar allí el permiso de la Casa de Contratación.

La Casa era un centro de acumulación de conocimiento geográfico mundial, el segundo centro moderno de investigación de la Historia (el primero fue la Casa da Índia, en Lisboa) y de administración de las expediciones a América; sin embargo, no tomaba las grandes decisiones, estas se determinaban en la corte.

Magallanes y Faleiro expusieron sus planes y la rentabilidad de la empresa en Valladolid a los consejeros del rey Carlos I de España. Faleiro se mostraba convencido de que las Islas Molucas estaban en el lado español del antimeridiano y, aunque los cosmógrafos españoles no coincidían en esto, el veredicto fue positivo. El rey les nombró “Capitanes Generales de la Armada de la Especiería” y dispuso parte de la inversión necesaria para la expedición.

 

La partida

Magallanes y Faleiro volvieron a Sevilla a reclutar tripulación y dineros. Mientras tanto, los sevillanos convencieron al rey para que tres de los capitanes de las naves fueran españoles. Faleiro cayó enfermo y el rey nombró segundo al mando al noble Juan de Cartagena, con poca experiencia marinera, sobrino (o quizá hijo ilegítimo) del obispo de Burgos y presidente del Consejo de Indias, Juan Rodríguez de Fonseca.

El 21 de agosto de 1619, cinco naves partieron de Sevilla con la intención de hacer uno de los viajes más inciertos que ha realizado la humanidad. La nao capitana era la Trinidad; la San Antonio, la nao mayor; la nao Concepción, en la que Elcano era segundo de a bordo; la nao Victoria, la única que completó viaje; y la carabela Santiago, adecuada para acercarse a la costa y adentrarse en los ríos.

De Sanlúcar de Barrameda partieron 239 tripulantes, a los que se unieron otros 26 en Tenerife. Esta tripulación estaba compuesta por 171 españoles (andaluces y vascos principalmente), 35 italianos, 26 portugueses, 17 franceses, 4 flamencos, 4 nacidos en la Isla de Rodas, 3 alemanes, 3 africanos y 1 asiático. Este último, un esclavo que acompañaba a Magallanes desde su estancia en Asia, Enrique de Malaca, que hablaba malayo, lingua franca en las tierras de las especias.

Una tripulación internacional, característica que ha sido habitual en muchas de las históricas expediciones científicas españolas.

El Estrecho de Magallanes

Tras investigar infructuosamente el Río de Solís (descubierto tres años antes por el español Juan Díaz de Solís, hoy Río de la Plata) en el paralelo 34 Sur, reprimir un motín de los capitanes españoles, hacer una invernada en la bahía del Puerto de San Julián, y padecer el naufragio de la Santiago, llegaron el día 10 de octubre de 1520, Santa Úrsula, al cabo que denominaron en su honor Cabo de las Once Mil Vírgenes, desde el que se abría un canal a poniente y que decidieron investigar.

Magallanes mandó a la San Antonio y la Concepción a explorar. Al cabo de dos jornadas comprobaron que la abertura continuaba por otras dos bahías y que su agua era salada en todos sus puntos.

Se dispuso el paso de la flota por el estrecho y la primera noche, Esteban Gómez, portugués al servicio de Castilla desde hacía largo tiempo y piloto de la San Antonio, se hizo con la nave y desertó, dándose la vuelta y volviendo a Sevilla.

El 28 de noviembre de 1520, tras tortuosa y laberíntica navegación, la flota franqueó el estrecho entrando en el mar del Sur, descubierto solo siete años antes por Núñez de Balboa desde la costa occidental de Panamá.

Las tres naves supervivientes continuaron derrota por aquel mar, sufriendo una calma eólica desesperante, la que originó que Magallanes lo rebautizara como mar Pacífico. Los muy pocos víveres, ya que la mayor reserva partió con la San Antonio, diezmaron por el hambre y el escorbuto a la tripulación. Más de tres meses duró este suplicio, cuando alcanzaron Guam, en las Islas Marianas.


La muerte de Magallanes

Continuaron jornada hasta las Islas Filipinas. En la Isla de Cebú, Magallanes convenció, con la mediación de Enrique de Malaca en su propio idioma, al rajá Humabón de que abrazara la religión cristiana y aceptara al rey Carlos como su señor. Por su parte, Humabón le solicitó que derrotara a un jefe rival de una isla contigua. Magallanes accedió y, en una batalla planteada con excesiva confianza, fue muerto.

El capitán portugués Duarte de Barbosa fue elegido comandante de la expedición. Magallanes había prometido a Enrique que a su muerte sería liberado, pero Barbosa necesitaba un intérprete, y lo mantuvo como esclavo. La derrota de Magallanes había mostrado a Humabón que los españoles no eran invencibles y, probablemente influido por el despechado Enrique, invitó a los navegantes a un banquete en el que asesinaron a 30 hombres.

Como consecuencia de este desastre tuvieron que quemar la Concepción, al no tener tripulantes suficientes para las tres naves.

 

El regreso

Ya con Gonzalo Gómez de Espinosa como comandante de la expedición llegaron a su objetivo, las Islas Molucas, y cargaron hasta los topes las dos naves de clavo. Como recibieron el aviso de que una flota portuguesa los buscaba para apresarlos, resolvieron hacerse a la mar inmediatamente. Al cargar la Trinidad empezó a hacer agua y decidieron que Juan Sebastian Elcano partiera sin demora al mando de la Victoria hacia España por el oeste, mientras que la Trinidad fuera reparada allí mismo y que volviera cuando estuviera lista por el este a Panamá, buscando los vientos del oeste. No pudo encontrarlos, y resultó apresada por los portugueses. Al cabo de los años solo regresaron vivos a España tres de ellos, después de pasar por trabajos forzados y prisiones portuguesas.

Elcano regresó clandestinamente por la ruta portuguesa del océano Índico y el peligroso Cabo de Buena Esperanza. Fue una travesía alejada de las costas para evitar avistar navíos portugueses. Exhaustos y medio muertos, no pudiendo más, se acercaron en un bote a una de las islas de Cabo Verde a pedir comida, haciéndose pasar por un barco castellano extraviado en su regreso de América. El ardid funcionó dos veces, pero a la tercera les descubrieron y los portugueses encarcelaron a dieciocho de ellos. La Victoria escapó perseguida por barcos portugueses.

Elcano junto a diecisiete tripulantes consiguieron llegar a duras penas a Sanlúcar y, al fin, a Sevilla el 9 de septiembre de 1522. El periplo había durado 3 años y 19 días, y dejado por el camino a 247 hombres muertos, perdidos o presos.

Habían demostrado que el viaje era posible, pero mostrado la dureza homérica del intento.

Logros para la Humanidad

Este 2019 se cumplen 500 años de la partida de esta inenarrable expedición, que se enfrentó a motines, ajusticiamientos, tormentas, ausencia de vientos, hambre, escorbuto, batallas, asesinos nativos, persecutores portugueses, fuertes calores, fríos extremos… venciendo a todo.

Desde el punto de vista geográfico fueron los primeros en remontar la inmensa bahía del Río de la Plata y comprobar que se trataba de la desembocadura de los ríos Uruguay y Paraná, y no del paso deseado; fueron los primeros en explorar la costa de la Patagonia, a la que pusieron nombre; probablemente fueran los descubridores de las Islas Malvinas (el otro candidato es Esteban Gómez en su viaje de regreso); consiguieron encontrar, con terrible dificultad, el Estrecho de Magallanes que comunica los océanos Atlántico y Pacífico; fueron los primeros en cruzar el océano Pacífico, hasta las islas Marianas, que también descubrieron para los europeos, esta travesía fue la más larga sin escalas realizada hasta entonces; fueron los primeros europeos en llegar a las Islas Filipinas; lograron establecer acuerdos comerciales con el rey de Tidore, en las Islas Molucas; y consiguieron regresar por la ruta portuguesa del océano Índico, y llegar a Sanlúcar de Barrameda.

Desde el punto de vista científico, fueron los primeros en dar la vuelta al mundo (dejo fuera, por controvertida, a la expedición china de 1421); demostraron que las Indias no eran Asia, como creía Colón; ni estaban unidas a ese continente, que así se consideraba en la época; comprobaron que había un paso por el oeste a Asia, lo que buscaba Colón y no consiguió encontrar; dieron las dimensiones del océano Pacífico, prácticamente un hemisferio acuático; demostraron empíricamente que la Tierra era redonda, sin cálculos ni demostraciones indirectas; descubrieron que al dar la vuelta hacia el oeste se ganaba un día; describieron nuevos animales, plantas, semillas; hicieron descripciones etnográficas de muchos “nuevos” pueblos, y recogieron muchos términos de sus idiomas… la nómina de sus logros es tan extensa que parece mentira que la alcanzaran unos hombres en unos barcos de madera, infestados de insectos xilófagos, sin mapas, GPS, radio, frigoríficos, penicilina, vacunas… y tantas cosas de las que nos valemos hoy para navegar.

Para concluir, dos cuestiones curiosas. La primera es que al final las Molucas estaban en el lado portugués del antimeridiano y fueron motivo de disputa entre España y Portugal durante largo tiempo. La segunda es que Magallanes no fue el primero en dar la vuelta al planeta por muy poco, le hubiera bastado con llegar a Malaca, que había visitado en su juventud; Juan Sebastián el Cano, consiguió circunnavegar la Tierra con origen y destino en Sevilla; pero ¿fue el primero?

Quizá hayas caído en que, si Enrique de Malaca, generalmente considerado malayo, fue capaz de comunicarse en su propio idioma en la Isla de Cebú, pudiera ser que fuera originario de aquel lugar. Si este fuera el caso, partió de su lugar de nacimiento y, viajando siempre hacia el oeste, regresó a él dieciséis meses y medio antes de que la nao Victoria llegara a Sanlúcar y completara su vuelta al globo.

 

Luis Montalvo Guitart

Viñeta

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