Desde América llegan a España cantidades importantes de azúcar producidas en las Indias, lo que hizo caer un tercio el precio de la miel, y en los países del norte de Europa la cerveza hizo que desapareciera la hidromiel como bebida preferente. La reforma protestante redujo de forma importante la demanda de cera para la iluminación y culto en las iglesias. Lo que más llamó la atención de los descubridores de América fue que las abejas americanas carecían de aguijón, pertenecen a la subfamilia Meliponinae, con cinco géneros, siendo Melipona y Trigona los más abundantes, también les sorprendió el sabor agridulce de la miel, muy diferente de la española.
Representación de una colmena y una abeja en un código maya.
En las largas travesías marítimas, la miel era un producto fundamental para nutrir a los marineros, aparte de servir de obsequio a los nativos, nos cuenta Cristobal Colón que a los indios: “les mandé dar de comer pan y miel”. No hubo mucho interés en llevar hasta América las abejas españolas, por la dificultad del traslado de las colmenas que no garantizaba su supervivencia. No se sabe con certeza cuando llegó la abeja española a América, posiblemente fue sobre el año 1525, los mayas, más cercanos a los conquistadores, fueron los primeros que adoptaron a la abeja española, que formaba colonias más populosas que las meliponas y producía más cantidad de miel, por ello los mayas las consideraban las diosas de sus meliponas o Xuna’an Ka’ab. La miel era usada por los nativos de forma muy parecida a como hacían los médicos españoles, los conquistadores les enseñaron a fabricar velas, uso que desconocían de la cera. Los mayas daban a la apicultura una gran importancia, la tenían dedicado el mes de Zodz, septiembre, donde se aparejaban los señores de los colmenares para celebrar su fiesta en Tzec, octubre. Una leyenda del Amazonas nos dice que al principio de los tiempos los hombres se alimentaban de forma única con miel de abeja y, en América del Norte, los indios Cheyennes decían que en el inicio de la humanidad esta se alimentaba de miel y frutos silvestres, desconociendo lo que era el hambre.
Existen muchas historias entre los mayas afirmando que el inicio de la civilización tiene lugar con el descubrimiento de las abejas y la pérdida de este insecto nos llevará de nuevo a la barbarie, les llamaba la atención la armonía de los enjambres, su vida en paz, orden y justicia. La miel es el mayor don gratuito que la Madre Tierra da al hombre, signo de la fecundidad del sol, es un producto divino creado por los dioses para disfrute de la humanidad, por ello no hay que abusar en su empleo, y tomar de la colmena, como decían los mayas, sólo la cantidad de miel estrictamente necesaria. A los dioses nada les es más agradable que las ofrendas con miel, la usaban en los sacrificios propiciatorios, de modo que cuando Hernán Cortés llegó a Tayasal dejó su caballo al soberano de la ciudad, fue alojado en el templo y adorado como un dios, agasajado con miel y flores.
Terminamos citando a fray Diego de Landa, nació en 1524, Cifuentes (Guadalajara), franciscano, en 1547 llegó a Yucatán como misionero. Atendió con esmero y dedicación a los jóvenes nativos, lo que no era bien visto por los encomenderos, en estas discrepancias Landa siempre apoyó a sus indios, aunque destruyó toda la documentación maya que tuviera relación con la idolatría. Publicó un libro extraordinario sobre la cultura maya, quizás para compensar esta destrucción, “Relación de las cosas de Yucatán”, donde destaca la descripción del calendario precolombino, comentarios sobre la escritura jeroglífica maya, así como la sección titulada “De las abejas y su miel y su cera”.
Antonio Nicolás Ochaíta
Asociación de Amigos del Centro y Museo Apícola de Sigüenza