Si no la conocen busquen y lean una obra de teatro, entre lo mejor de la segunda mitad del siglo XX, titulada precisamente “Las brujas de Barahona”. Debemos esta magnífica obra dramática a Domingo Miras. Apréndanse este nombre, porque la Barahona del título es la misma localidad tan cercana a Sigüenza; suelo pasar por allí con una cierta frecuencia y siempre las recuerdo. Pero no piensen ustedes en monjas seguntinas, no eran de aquí.
Domingo Miras, para preparar su obra miró en el archivo de la Inquisición de Cuenca, viendo los procesos de algunas brujas de tiempos diversos, y sirviéndose literariamente para dar cuerpo a su obra.
Las voy a nombrar solamente: Quiteria de Morillas, la principal protagonista, era de Sacedón y Francisca la Ansarona era de Pareja, ambas procesadas en 1527; otra bruja de Pareja, procesada en 1528 fue absuelta; también se sirvió de María Parra, bruja de Sacedón, y de Ana la Roa, igualmente de Pareja, pero ya ambas procesadas en 1554. Naturalmente leyó los relativos procesos, que ayudaron a su inspiración.
El tema de la brujería ha dado mucho para la fantasía de la gente, pero demos una ojeada por fuera de los Pirineos.
Durante cuatrocientos años, desde el siglo XV hasta el XIX, cuando acabó la Inquisición, los que mejor hemos tratado a las brujas hemos sido los españoles, hemos matado a pocas, muy pocas en comparación con los países del centro y norte de Europa.
Voy a dar números porque nuestros inquisidores fueron unos benditos en comparación con los alemanes, italianos del norte, suizos, etc.
Sí, porque los alemanes y demás tenían una auténtica manía con eso de las brujas y en esto no había distinción, también creían en la brujas Lutero, Melanchton o Calvino quien hizo quemar en Ginebra, por brujería, en 1545, a treinta y una personas.
La cosa venía de la obsesión de los nórdicos con el diablo, que aparece por todas partes, y Lutero era uno que lo tenía frecuentemente en su pensamiento, formando parte de sus temores. Y como las brujas eran gente que pactaba con el diablo, de ahí los temores a las brujas, tan extendidos por los países de la Europa central que creían en las reuniones de brujas los sábados y especialmente el 1 de Mayo (Walpurgisnacht) cuando celebraban sus aquelarres con el demonio.
En el siglo XV la persecución de las brujas se hizo sistemática y en el cantón suizo de Wallis o Valais fueron quemadas más de doscientas en año y medio y grupos de mujeres fueron quemadas en Hamburgo, Heidelberg, Nassau, Hildesheim y la cosa perduró hasta el s. XVIII. En 1570 unas 60 mujeres acusadas de brujería perdieron la vida en Quedlimburgo; en Rostock fueron 16 la brujas ajusticiadas en 1584 y en Wolfenbüttel en 1590 hubo días en que quemaron a diez o doce brujas. Para qué seguir.
Vamos a pasar a casa. Han quedado famosas las brujas de Zugarramurdi, de 1610. Con ellas tuvo una relación indirecta un obispo seguntino, don Antonio Venegas y Figueroa, a quién tocó vivirlo indirectamente, siendo obispo de Pamplona antes de venir a Sigüenza. El obispo Venegas pensaba que todo era una gran tontería.
Y es que el tema de las brujas había surgido al otro lado de los Pirineos, en el Lapurdi en zona francesa, y ante semejante problema llegó un funcionario de Burdeos que acabó quemando ochenta brujas. La cosa pasó a este lado de los Pirineos y se comenzó a hablar de brujas. El obispo recorrió la zona en visita pastoral y acabó haciéndose la idea de que todo era una tontería, pero claro la cosa dependía de los inquisidores de Logroño, que acabaron personándose en la zona y quemando a cuatro mujeres y dos hombres. De los dos inquisidores de Logroño que habían intervenido, uno se arrepintió enseguida y lo puso por escrito, de manera que, llegado un jefe con buena cabeza, la Inquisición acabó pidiendo perdón a las familias de los ajusticiados. Lo que en el resto de Europa hubiera sido una leve sentencia, para la inquisición española fue un escándalo.
A finales del s. XV tenemos ejemplos de magia y superstición respeto a las brujas en la zona molinesa; de manera que Aldonza Fernández, de raíz judía, por miedo a las brujas ponía en la cama de sus hijos varones bragas, y trébedes cerca de la habitación y ruda (una planta medicinal) y un asador, porque eso impedía venir a las brujas.
Para su obra teatral, Domingo Miras se sirvió también del proceso de Juana de Ortega, mujer de Domingo Catalán, que en Molina fue acusada de brujería en 1553, y de haber dado por eso muerte a un niño .
También por Sigüenza hubo brujas y encontramos acusadas de hechicería a Blanca de Cenadilla, mujer de Pedro Cenadilla, de Sigüenza, procesada en 1492-1494, y una de la pocas relajadas. María González, mujer de Hernán, platero, de Sigüenza, en 1494, relajada pero ya difunta.
De Cifuentes eran Romera Sánchez, mujer de Alonso González de Frías, que fue penitenciada en 1494. Elvira Núñez, mujer de Juan López, penitenciada en 1494, y Leonor López, mujer de Alonso López Gordillo, que, en 1494, fue reconciliada.
Por Molina de Aragón tenemos a Aldonza Ximénez, mujer de Pascual Dasy, reconciliada en 1495, Juana Rodríguez, mujer de García Rodríguez, penitenciada en 1497, mientras María Fernández, mujer de Fernando de Burgos, se vio absuelta, también en 1497.
El nuevo siglo comienza en Caracena con los maleficios de Constanza de Quirós en 1526, pero luego vemos brujas y hechiceras también por tierras de Molina de Aragón, donde encontramos, en 1530, a Águeda de Luna que, siendo de Hinojosa, afirmó en el proceso que se reunían en la laguna de Gallocanta; siempre en Molina encontramos en 1567 a María Bernal.
En Rienda en 1562 vivía Juan de Jodra, acusado de ensalmos y hechicerías; en Durón, en 1571 residía la vieja bruja Francisca y en ese mismo año 1571 vivía en Ayllón Juana Martínez, también acusada de brujería.
De hechicerías resultó absuelta en 1540 Delfa Martínez, que era de Peralejos.
En fin que siempre ha habido brujas y brujos pero que la bonita pieza teatral, que vuelvo a recomendar, es eso literatura. El autor se ha inspirado, y nunca lo ha ocultado, en personajes históricos, pero de épocas diversas, no siempre fácil de coordinar para hacerlas coincidir en los campos de Barahona. La literatura es una bonita contribución a la cultura y la historia también.
Pedro A. Olea Álvarez