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Los actuales propietarios de la finca aledaña al Palacio de Infantes, situada en el callejón del mismo nombre de Sigüenza, nos pusieron sobre la pista. Hace unos meses vieron como una persona se fotografiaba junto a la fachada de su casa y cuando se acercaron, les pidió permiso para ello. Les dijo que la razón de esto es que había pasado allí, en dicha casa, varios meses del año 36, durante los sucesos que acontecieron durante la guerra civil en Sigüenza y quería rememorar la experiencia pasada en aquellos días. Se trataba de Francisco de Casso, al que acompañaban unos familiares suyos.

Francisco del Casso en el patio de la vivienda colindante al Palacio de los Infantes donde estuvo durante la guerra civil

Meses más tarde, Francisco de Casso, de 97 años, acudió de nuevo con su familia a aquel lugar. Puestos sobre aviso por los actuales propietarios, tuvimos la oportunidad de hablar con él en su antigua vivienda sobre su experiencia vital durante aquellos dramáticos meses en Sigüenza. Nos contó que tiene la intención de sacar un libro que ya tiene terminado donde narra sus vivencias en aquella época.

Nos cuenta que su historia es la de un chaval de una familia de derechas que vivió esa experiencia con temor. Francisco de Casso se encontraba veraneando junto con su madre y sus ocho hermanos en aquella vivienda aledaña al palacio de los Infantes durante el mes de julio del 36. La familia había venido a pasar los meses de julio y agosto pero las circunstancias hicieron que tuvieran que permanecer en Sigüenza hasta diciembre. El padre de Francisco, Ignacio de Casso y Romero, catedrático de Derecho Civil, debía acudir mientras tanto a unos cursos en la Universidad Católica de Santander aquel mes pero la división del país en dos territorios tras el levantamiento militar hizo que se encontrara totalmente incomunicado de su familia. “Hacíamos una vida normal pero con falta de dinero, porque mi padre nos dejó dinero para un mes y no pudo volver ni mandar dinero, entonces la subsistencia desde el verano hasta las navidades fue algo muy heroico, me imagino aunque no lo sé con certeza ,que gente de la colonia veraniega ayudó a mi madre”. En aquellos días los cabezas de familia salían a la calle a traer alimentos, a por judías o garbanzos.

El 18 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar y Sigüenza se convirtió en un principio en tierra de nadie, Francisco cuenta el momento en que tomó conciencia de lo que sucedía en la ciudad: “hacia el 24 de julio yendo nosotros por la parte alta de Sigüenza hacia la oficina postal, vimos un camión lleno de milicianos que con el puño en alto y el máuser, iban dando vivas y mueras. Nosotros nos pegamos a la pared y volvimos a nuestra casa rápidamente”.

El Palacio de Infantes, donde se encontraba el seminario menor regido por los padres claretianos se había convertido en aquella época, en el verano de 1936 en un hospital de sangre. “Desde el hospital por la ventana tiraban las casullas a nuestro jardín, a la casa que teníamos alquilada, repartieron a los sacerdotes entre varias casas, entre ellas la nuestra”. Recuerda que escondieron en su vivienda a uno de los claretianos “lo escondimos y nos dio copones con formas consagradas. El sacerdote se llamaba Álvaro, teníamos una interna que se portó muy bien, porque sabía que teníamos un sacerdote. Era amiga de los milicianos, les hacía los pañuelos rojos con nuestra máquina de coser”. Hay que recordar que los religiosos corrían un grave peligro en aquellos días, al obispo Eustaquio Nieto lo mataron, nada más llegar los milicianos a Sigüenza.

Impacto de proyectiles en la fachada del Palacio de Infantes.

Señala que se produjo en aquellos momentos un estado psicológico interesante, “teníamos una sensación de clandestinidad, de heroísmo, pero ese heroísmo no lo sentíamos en el sentido de que nosotros fueramos unos héroes, ni mucho menos, sino heroísmo de la situación, la situación es la que nos parecía heroica”.

Cuenta que había refugiados de la colonia de veraneantes que durante los bombardeos durmieron en la parte baja del Palacio de Infantes, convertido en hospital. “Estaríamos unos 40, dormíamos en el suelo como sardinas en lata. Los claretianos desaparecieron de allí y se refugiaron uno en mi casa, otros en casas colindantes, había allí unos médicos, uno era el doctor Pou, otro doctor Suárez, eran tenientes médicos y un capitán del que no recuerdo su nombre. Estos capitanes estaban al servicio de la República pero no estaban con ella, y suponemos que fueron los que nos aconsejaron refugiarnos allí cuando los bombardeos ya que era un edificio muy fuerte y ademas tenía arriba el signo de la cruz roja. Y allí estuvimos una semana”.

A juicio de Francisco, Sigüenza no estuvo ocupada por la República sino “por las milicias anarquistas de la CNT y la FAI”. Su origen social y la ideología de la familia no le hacían ciego ante las realidades que vivió. “Yo era de derechas pero me impresionó cuando venían las furgonetas llenas de heridos, aparcaban aquí abajo y en camilla los trasladaban la hospital. Pasaban por debajo de los balcones de esta casa y yo veía las cabezas vendadas y ensangrentadas. Siendo partidario de la parte nacional entonces sin embargo venía a decir, que brutos, que crueldad”. También recuerda de aquellos tiempos a un miliciano de la FAI llamado Antonio que tenía fama de haber salvado a mucha gente y que era una buena persona.

Proyectil de la época de la guerra civil encontrado recientemente en uno de los patios de la calle San Roque.

Francisco cuenta la anécdota que “un día volviendo de las compras por la parte alta de Sigüenza, por la calle Mayor, venía mi madre con dos niños, uno de ellos era yo con 12 años y otro era mi hermano Manolo, con 14 años, cruzamos la calle y entonces aparecieron unos aviones arriba y un miliciano nos gritó: ¿Adónde va esa señora loca con dos niños? y en seguida nos condujo a un refugio de la CNT y de la FAI”. Sobre estos aviones cuenta que de lejos “parecía que estaban lanzando papelillos, propaganda, pero lo que parecían papelillos eran bombas, del vientre del aparato salían horizontales las bombas luego de alguna forma iban en vertical, semejaban unos papelillos porque por el viento se movían”. También recuerda que “hubo un tendero en la calle Mayor que fiaba a mi madre y que murió en un bombardeo. En el libro describo el terror del silbido de las bombas de la aviación que no se localizan, que se va acercando a medida que bajan, y no sabes si te va a explotar o va a explotar por ejemplo a 100 metros pero la angustia la tienes de que puede explotarte al lado”.

Siente una gran admiración por su madre a la que considera una mujer valerosa. Cuenta al respecto que en aquel tiempo un día desde la casa “oímos un estruendo grande y era una procesión que pasaba por la calle de abajo. Eran milicianos y milicianas con cálices rebosando de vino, vestidos con casullas haciendo burlas, en fin a mi me pareció horripilante aquello. Llevaban en procesión una talla de una virgen robada de la Catedral, supongo que románica o gótica pero muy antigua, la ahorcaron en la placita de abajo, pusieron fuego debajo pero el fuego felizmente no prendió y solamente chamuscó la imagen. Entonces mi madre, que era una mujer valerosa, esperó a que anocheciese, cogió a su guardia personal, que éramos mi hermano de 14 años y yo de 12 años. Pasamos los tres, descolgamos la imagen, la subimos a casa y la enterramos en nuestro jardín, en un macizo cercano al muro del hospital.

Los cabezas de familia salían a la calle a traer alimentos, a por judías o garbanzos, el cabeza de familia nuestro era el hermano mayor, Ignacio que tenía 16 años pero no dejábamos que saliera a la calle. “Yo cuento en el libro, que mi hermano Ignacio sabía que estaba en peligro, la razón es que tras el asesinato de Calvo Sotelo, aquí los falangistas como venganza asesinaron al carterillo, a Francisco Gonzalo, secretario general de la Juventud Socialista de Sigüenza. Eso fue a raíz de que los falangistas organizaron varias patrullas por la ciudad, en una de ellas estuvo mi hermano Ignacio, que representaba más de sus años. Se produjo ese asesinato terrible llevado a cabo por falangistas y parte de la colonia veraniega y claro como mi hermano había estado en las patrullas, y aunque no había participado ni mucho menos en el crimen, teníamos que hicieran una represalia contra él, por eso lo cuidábamos y procurábamos no exponerlo, por eso nunca acompañaba en las salidas a mi madre”.

Recuerda que hubo dos intentos de los nacionales de tomar la ciudad, “un primer asalto fue hacia el 8 de septiembre, en aquella ocasión fracasaron y fueron rechazados y más tarde en octubre, hacia el día 8 o 10 se produjo un segundo intento, y entonces sí tomaron Sigüenza, pero los milicianos, se refugiaron en la Catedral y allí aguantaron como una semana más o menos”. Recuerda el emplazamiento de los cañones, uno del calibre 15 estaba emplazado en la Alameda y enfilando a la Catedral, todavía se puede ver el boquete enorme en una de las aristas del edificio.

Francisco de Casso cuenta su experiencia en la casa donde vivió.

En aquellos días los 40 refugiados temían por sus vidas. “Uno decía, que los de la catedral atravesarían el patio de la catedral y vendrán aquí y nos matarían. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos a un miliciano vestido con el mono y un brazalete rojo y negro que levantó el brazo y dio el grito de Arriba España, creímos que era una añagaza para pescarnos, hubo un silencio absoluto sin responder a este grito y de repente uno de los que estaban aquí, dice, pero si es fulano, era un veraneante que se había pasado al otro bando y luego volvía como como soldado. Se pueden imaginar la alegría y los abrazos, es algo que a mí todavía me produce emoción. Nosotros claro éramos partidarios de los nacionales, luego cada cual hemos evolucionado de una manera pero en aquella época éramos afectos”.

Espera que el libro donde cuenta toda su experiencia salga antes de fin de año. “Habrá muchas inexactitudes porque es un relato, totalmente informal, familiar y a través de la pupila de un chaval de 12 años”, comenta.

Damos las gracias a Francisco por su testimonio y esperamos contar con su libro, que sin duda aportará valiosos detalles sobre la historia de Sigüenza en aquellos dramáticos días.

 

Viñeta

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