Durante todo el año del Centenario van a oír hablar ustedes sobre la caída del dominio musulmán en Sigüenza, por obra de don Bernardo de Agen. Fue, efectivamente, un gran cambio, pues otras tierras sufrieron el dominio moro durante algún siglo más.
Yo voy a mirar hoy las cosas con más amplitud.
Cuando comenzó en las montañas astures la resistencia al dominio musulmán los primeros reyes asturleoneses Alfonso I y Alfonso II miraban al pasado visigodo, aunque ya Alfonso II procuró aliarse con Carlomagno.
Durante el s. X los reyes leoneses no obtuvieron grandes victorias; era la época de Abderramán III y luego la de Almanzor -que está enterrado en algún lugar desconocido de Medinaceli-, aunque en el comienzo del siglo siguiente se encuentra la figura de Sancho el Mayor de Navarra (1000-1032) quien fue, como diríamos hoy, un europeísta, dando lugar a amplias transformaciones.
El reino astur leonés no tuvo mucha relación con Roma, pero luego, con Fernando I y Alfonso VI constatamos la influencia de los monjes cluniacenses, que fueron importantes para el cambio de rito, pasando del rito hispano al galicano-romano, algo que tuvo repercusión, como veremos, en el cristianismo seguntino.
Hemos de notar también que, cuando Alfonso VI conquistó Toledo en 1085, ya tenía el dominio sobre Atienza, Medinaceli y Almazán, como dice en una poesía don Rodrigo Jiménez de Rada -sepultado en Huerta- aunque haya otras noticias distintas. Alfonso VI puso de arzobispo de Toledo, al cluniacense D. Bernardo de Sauvetat, que trajo a otros consigo, entre ellos a nuestro Bernardo de Agen. Vinieron también a la península otros miembros de la familia de nuestro don Bernardo, como su hermano Pedro, luego obispo de Palencia; su hermana Blanca, aquí casada con Sancho de Peñaranda, que fue señora de Moratilla y Séñigo; y su tío Pedro, hermano de su madre, que era obispo de Segovia en 1119-1120.
Por otra parte, en 1118 Alfonso I de Aragón conquistó Zaragoza y eso abrió espacios.
La reconquista de Sigüenza hay que colocarla en el ámbito de las relaciones entre Alfonso I de Aragón y doña Urraca de Castilla. Alfonso I reforzó la población de Soria, Almazán y Berlanga en 1119 y el 17 de Junio de 1120 obtuvo la victoria de Cutanda contra los almorávides con el apoyo ultra pirenáico del duque de Aquitania.
Enseguida cayeron Calatayud, Épila y Ricla, sobre el Jalón, y la zona del Jiloca y en 1121 Alfonso I reponía la diócesis de Sigüenza, en clara alianza con el arzobispo de Toledo don Bernardo, colocandola en manos de don Bernardo de Agen. Por eso Calatayud perteneció a la diócesis de Sigüenza en los primeros tiempos, como demuestra la documentación de su colegiata, conservada hoy en el Archivo Histórico Nacional, de Madrid.
El 22 de Enero de 1124 el prelado seguntino hizo su entrada en Sigüenza, un éxito de notable importancia, pues llevaba al control de las rutas hacia el valle del Ebro y abría el paso hacia las serranías de Molina y de Albarracín, camino del Levante. Luego Alfonso I cedió Medinaceli a los castellanos.
Debemos decir que la Sigüenza de la época tenía población musulmana y también, casi con toda seguridad, cristiana.
De manera que los seguntinos musulmanes vieron cambiada su vida al pasar de un dominio a otro. Pasaron de ser sociedad dominante bajo religión islámica a ser sociedad subordinada, con todo lo que comportaba.
Cambió la autoridad, cambió la legislación y no sabemos el nivel de adaptación de estos seguntinos a la nueva situación, si emigraron o si lo aceptaron sin problemas, como otros muchos en el territorio de la diócesis, hasta la expulsión de comienzos del s. XVII.
Es un aspecto a tener en cuenta, porque hoy también conocemos tiempos de convivencia.
Pero ¿cambió algo para los cristianos?
Sabemos que en plena época islámica pasó por Sigüenza un personaje del relieve de San Eulogio de Córdoba y en una carta dejó relación de su encuentro con el prelado seguntino de entonces, don Sisemundo, en el 851.
Ignoramos todo sobre la situación de los cristianos seguntinos bajo la dominación islámica, pero sí tenemos un dato comparativo, pues en el 851 el obispo Sisemundo residía en Sigüenza mientras, Eterio, obispo de Osma, vivía refugiado en el monasterio de Liébana, tras haber huido de su sede 66 años antes, en el 785.
Y es que el cristianismo entonces era ya viejo en Sigüenza.
Lo sabemos tanto porque, en el territorio de la diócesis hasta 1950, se ha hallado cerámica paleocristiana, como por las noticias históricas.
Las actas del segundo concilio de Toledo fueron firmadas el 17 de Mayo del 527, sesenta y dos años antes del III, pero no hemos tenido la suerte de que se conservara la indicación de las sedes de los cuatro obispos asistentes. El arzobispo de Toledo se llamaba Montano y los otros concurrentes del territorio eclesial toledano eran Pancracio, Canonio, Paulo y Domiciano. ¿Podía haber sido uno de ellos el obispo de Sigüenza?
El prelado seguntino Protógenes participó en el III concilio de Toledo y no era el más joven. Le siguieron otros obispos durante todo el periódico visigótico, llegando como hemos dicho hasta la época plenamente islámica.
Ese tercer concilio toledano significó la renuncia por parte de Recaredo a la fe arriana que era propia de los visigodos y que al mismo Recaredo le trajo más de un problema, pero Protógenes poseía un nombre grecolatino, sin raíz visigoda, sino grecolatina. Eso podría haber sido una casualidad, pero hemos de pensar que un obispado no surge por casualidad, porque necesita un humus cristiano y eso era lo que había en Sigüenza.
Pero luego, tras el dominio islámico un monje, que hoy habría sido francés, y que desde luego era hombre de otra cultura, ¿hizo más libres a los cristianos seguntinos?
¿Quiénes eran esos cristianos seguntinos y como cambió su vida?
Porque don Bernardo no llegó al desierto, sino a una tierra con amplia tradición cristiana.
Cuando fue nombrado obispo don Bernardo, en 1121, la diócesis podía o haber dejado de existir o estar vacante, pero una cosa está clara: no había sido olvidada. El cristianismo seguntino seguía vivo y, por eso, se mantuvo el obispado. No pasó con Segontia como con Ercavica o Valeria, unas diócesis visigóticas en territorio, hoy de Cuenca, que dejaron de existir, dando vida a la diócesis conquense.
Ya hemos visto que este nuevo obispo conquistador, don Bernardo, formaba parte del grupo de cluniacenses, instrumentos en Hispania de un preciso objetivo: acabar con toda la tradición hispano-visigoda y mozárabe.
Para ver cómo la acción de don Bernardo entrando en Sigüenza el 22 de Enero de 1124, influyó en los seguntinos de entonces conviene, echar un vistazo a la situación cultural, pues en la península había una antigua tradición cultural, distinta de la galaico-romana, que se reflejaba sobre todo en el culto y en el derecho hispanos.
Desde antiguo hubo oposición, en la Europa de mayor influencia romana, a la liturgia hispana, diversa de la romana (la que hoy llamamos hispano mozárabe, pues fueron estos cristianos, los mozárabes, quienes la mantuvieron viva durante el dominio islámico) y en ello jugó un papel importante el adopcionismo de Elipando que les dio razones para oponerse a ella.
Cluny influyó mucho y, además, varios Papas fueron precedentemente monjes cluniacenses, pero el tema se transformó en lucha por acabar con el rito hispano durante el pontificado de Gregorio VII, el papa más empeñado en una reforma que ya venía gestándose y que, en el caso de este Papa, buscaba la centralización y uniformidad, en todo, con la iglesia romana.
Por eso en el concilio de Burgos (la costumbre ha dado en llamar concilio a las reuniones eclesiásticas y episcopales), presidido por el legado Ricardo de San Víctor, se decidió adoptar definitivamente el rito romano abandonando el hispano, como ya se había llevado a cabo en Aragón algo que, por otra parte, ayudaba la política centralizadora de Alfonso VI, quien precedentemente se había opuesto a las intenciones pontificias.
Era un cambio también cultural y por eso en el concilio de León de 1090 se decidió cambiar la letra visigótica en uso, con la letra gálica, perdiendo luego también vigor la legislación canónica propia o “hispana”.
Así pues, los cristianos seguntinos eran, en ese momento de la entrada de don Bernardo, cristianos mozárabes que hubieron de adaptarse a la novedad.
Y desde aquí podemos empezar a hablar de los efectos sobre el cristianismo existente. La idea de don Bernardo fue hacer todo de nuevo y de nuevo comenzó la vida religiosa de los seguntinos. El cambio de rito supuso un cambio de mentalidad religiosa como en el resto del reino de Castilla y León.
Tenía Sigüenza un templo episcopal, pero don Bernardo no hizo el menor caso, y lo mismo sus sucesores de más allá del Pirineo. Y según esta mentalidad iniciaron la construcción de una catedral nueva, que hoy nos enorgullece, pero también nos enorgullecería mucho tener un templo visigodo, que no sabemos ni donde estaba. Y no nos olvidemos de San Baudelio de Berlanga.
Por eso es más necesario que nunca el inicio de las excavaciones arqueológicas de la ciudad romana de Segontia,. Se puede tomar ejemplo de cuanto se ha hecho en Mérida o en Itálica y queda claro que mucho se encontraría como bien saben los arqueólogos.
De manera que el cristiano seguntino hubo de ver como su tradicional modo de celebrar la Eucaristía se transformaba completamente. Si asistimos hoy a una celebración en rito hispano visigodo, podremos ver como se recuerda a los santos más tradicionales de Hispania, de la misma manera que en el rito romano recordaban y recuerdan los suyos.
Lo mismo podemos decir, junto con la misa, de los rezos que hoy llamamos breviario, todo esto, en cierto modo, salvado por un canónigo seguntino, el capellán mayor, que hoy llamaríamos párroco de San Pedro, que llegó a cardenal y arzobispo de Toledo, don Gonzalo, luego Francisco, de Cisneros, porque el cambio de rito por una parte no se pudo hacer en un día y por otra parte también encontró resistencia, llegando hasta nuestros días.
Con ambas cosas se perdió todo el repertorio musical, tan importante en el patrimonio cultural de un pueblo.
Pero, como todos los cambios, tuvo también su aspecto positivo, como podemos ver en nuestros monumentos y ese cambio de poder supuso la introducción de Sigüenza en el ambiente más amplio del reino de Castilla.
Hemos de decir también que la idea de tomar Sigüenza no vino por casualidad. Un documento de 1144 nos dice que don Bernardo llevaba ya veintitrés años de obispo, de manera que sería consagrado en 1121 y, lógicamente, desearía estar en su sede episcopal.
Cuando se acerca uno a la historia de los obispos de Sigüenza, se da cuenta de su cercanía a los reyes de España, su influencia en la Corte, pues bien, también don Bernardo la tuvo como capellán que fue de Alfonso VII.
Un problema que hubo que afrontar con la consagración de don Bernardo como obispo de Sigüenza en 1121 fue la definición de la circunscripción diocesana; sabemos que, cuando se restauró la diócesis de Segovia, se hizo referencia a lo establecido por el rey Wamba, pero de aquí no sabemos mucho y por eso hubo problemas durante siglos con los límites del obispado. Porque en un principio don Bernardo tenía Soria y Calatayud, como hemos dicho, pero la cosa duró poco.
Así pues, este señor tuvo un lugar importante en la historia medieval seguntina, fundando una diócesis y un cristianismo con modalidad nueva y trayéndonos una gran parte de los restos de la mártir Librada y la reliquia de la cabeza de San Sacerdote, obispo de Limoges.
Espero que el próximo día 22, tanto la autoridad eclesiástica como la civil tengan la delicadeza de llevar unas flores a la tumba de don Bernardo.
Y que todos los seguntinos, unidos, vivamos la fecha respetando unas tradiciones que nos dan identidad y el calor de la hoguera de la tarde anterior mantenga y acreciente nuestro espíritu de convivencia.