El 19 de julio de 1920 los habitantes ribereños del rio Dulce fueron sorprendidos por una riada de consecuencias desastrosas: la tormenta que descargaba en la Sierra Ministra entre Horna, Bujarrabal y Alcolea hizo que creciera muy repentinamente el cauce del río, cogiendo desprevenidas a muchas personas que en ese momento estaban realizando tareas agrícolas, siega y acarreo de las cargas de mies a las eras.
En el caso de la Cabrera toda esa mies, la cosecha del año, se la llevó la riada pero no solo eso, también se llevo pajares, gallineros, casas y hasta las barandillas del puente que construyó Carlos III.
La tradición dice que el cambio de color que tiene la cal de la pared de la iglesia, nada más pasar el puente, es la marca del nivel que cogió el agua.
En Pelegrina no sería menos, se llevó todos los huertos de la hoz y en el prado, donde el valle se ensancha, en zonas no inundadas a modo de islas, quedaron personas atrapadas sin poder salir.
En el pueblo de Jodra, que para pagar la reciente compra al ducado de Medinaceli de la dehesa, habían talado y hecho carbón los robles, cuando estaban a punto de carga la riada se lo llevó.
En Sigüenza se inundo toda la vega, como ha sido costumbre cuando crecía un poco el rio, y una persona que se estaba tomando un chato y un chicharro en el Bar del “Tranfullas” exclamo: ¡está entrando agua por la puerta!
Los periódicos de tirada nacional (La Voz, Siglo Futuro, El Imparcial, La Época, Acción) se hicieron eco de lo ocurrido, aportando más noticias de pueblos y zonas en los que la riada hizo más estragos. En la carretera de Alcolea, por las curvas de Estriegana, se llevó los terraplenes dejándola incomunicada y sin servicio. En Aragosa se llevó parte del edificio o cascada tobacea y la fábrica de luz, dejando sin energía eléctrica a los pueblos vecinos; en la actualidad se observa la reconstrucción posterior que se hizo con piedra distinta a la antigua, que era de toba. Destruyó la fábrica de papel de los Heros y en Mandayona, a la Guardia civil, al sorprenderles la riada no les quedó otra que subirse al tejado del cuartel (no sé donde estaba ubicado en ese momento). Por este punto el río llevaba ya una altura de 7 metros por encima de su cauce normal y arrastraba gran cantidad de mieses, cosechas, animales, puertas y ventanas. La vía del ferrocarril desde Sigüenza fue horadada a trozos en un tramo de 30 kilómetros, inundándose la estación de Matillas; a su paso por Jadraque alcanzaba 8 metros de altura.
Lo que no causó la riada fueron desgracias personales, aunque si los rayos que mataron a dos segadores en Mirabueno.
Las consecuencias de las imprudencias de los humanos no nos han enseñado nada y parece que nos harán tropezar varias veces en la misma piedra, pero esta vez será con peores consecuencias pues cada día que pasa invadimos más las zonas inundables con actividades y construcciones permanentes.
Foto: Puente en el pueblo de La Cabrera/Fondo Fotográfico “Tomas Camarillo”. Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara. Diputación Provincial.