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Fantasías sexuales de grafólogo. Fuente: Instituto Superior de Psicografología Analítica.

Una amiga me contó que en su empresa han propuesto basar la selección de personal en el análisis grafológico. Se me pusieron los pelos de punta y me dijo que argumentaban que, si la grafología no fuera válida ¿cómo es que se acepta en los juicios? Pongamos un poco de orden científico en todo esto.

El primero que mencionó la relación entre letra y carácter fue el gran médico español Juan Huarte de San Juan (1529-1588), considerado, entre otras cosas, el fundador de la psicología. La grafología sostiene que se puede determinar la personalidad, la salud, la estabilidad laboral, la agresividad o bondad, e incluso los valores y principios de una persona, analizando los rasgos de su caligrafía.

Esta disciplina se basa en que escribir es una de las más complejas habilidades gobernadas por el cerebro y, por tanto, la escritura, tiene que estar muy influida por este; y, además, en que las personas tienen personalidades únicas y las características de nuestra letra también lo son, luego una y otra “tienen”que estar relacionadas.

En distinta posición se encuentra la caligrafía forense o peritaje caligráfico, que es una disciplina que se ocupa de la identificación de personas por medio de su caligrafía y la determinación de la falsedad o alteración de documentos (manuscritos o no), firmas, etc. Los “polis” descubren firmas falsas en cheques o el autor de unas notas sobre financiación ilegal de partidos, pero nunca encuentran su personalidad o su salud.

Pocas empresas utilizan la grafología para determinar la personalidad de los candidatos a un puesto. Varios estudios de Richard Klimoski y Anat Rafeli de la Universidad Estatal de Ohio sobre las aplicaciones laborales de la grafología concluyeron que ésta no sigue el método científico, que no coinciden las interpretaciones de los mismos rasgos caligráficos de diferentes grafólogos profesionales y que no explican la personalidad de una persona más allá de los resultados aleatorios o basados en el propio contenido del escrito (el currículum o una carta de presentación).

Mas recientemente, en 2009, Carla Dazzi y Luigi Pedrabissi de la Universidad de Padua hicieron dos estudios. En el primero pidieron a un centenar de estudiantes que escribiera algo sobre cualquier cosa; en el segundo, otro centenar escribió una nota autobiográfica. En ambos estudios realizaron un análisis estándar de los rasgos psicológicos de cada participante y dos grafólogos profesionales determinaron independientemente los mismos rasgos de personalidad.

En ninguno de los dos estudios se encontró relación alguna entre los análisis psicológicos y los informes de los grafólogos.En ciencia los hechos tienen siempre la última palabra y, por muy lógica que nos parezca una idea, si no se basa en datos experimentales, no sirve, se trata de una fantasía.

Hay estudios que relacionan la depresión o el nerviosismo con el desorden o la poca claridad de un manuscrito; o las dificultades escolares de los alumnos con la limpieza, los espacios entre palabras y el cuidado del escrito; pero estos estudios no han encontrado ninguna relación con los rabillos de las eses, la forma de la parte inferior de las ges o la línea que cruza las tes.

Todo esto es perfectamente explicable ya que ninguna de las premisas básicas de la grafología se basa en la realidad: ni la escritura es una de las habilidades más complejas que realiza el cerebro; ni, una vez aprendida, exige una gran concentración cerebral (se convierte en un automatismo, gobernado por los músculos más que por el cerebro); ni la coincidencia de que personalidad y letra sean únicas nos lleva a que tengan necesariamente nada que ver entre sí (también la huella dactilar o los patrones del iris ocular son únicos y ninguno tiene nada que ver con la personalidad).

Cientos de estudios científicos llegan a las mismas conclusiones: la grafología no sigue el método científico y no se encuentra relación entre sus conclusiones y el carácter de las personas. La grafología es, por tanto, una pseudociencia sin fundamento.

 

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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