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EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA
Eva García Saenz de Urturi
Ed. Planeta
El caso es que siempre vimos nuestra novela negra asentada en las grandes capitales del crimen. Madrid y Barcelona eran, por su propia configuración e idiosincrasia, las únicas ciudades españolas en las que la gente era asesinada en serie por las esquinas, donde moraban y se hacía imponer las mafias y camorras celtíberas y se aposentaban las grandes firmas de la corrupción, y donde anidaban los detectives más intrépidos y policías sagaces e incorruptibles. De estos marcos sacaron buen rendimiento Vázquez Montalbán, Andreu Martín o Juan Madrid, por citar los más carismáticos. Poco a poco algunos nuevos creadores, tal vez impelidos por la constante descentralización de la vida nacional, nos llevaron osadamente por otros vericuetos, como Eugenio Fuentes y su Extremadura, o Ferrán Torrent y Valencia. Recientemente, Reyes Calderón y Dolores Redondo han traído al mapa a Navarra, y no precisamente por los sanfermines, lo que es de agradecer. Redondo, especialmente a través de su trilogía del Baztán, se ha sacado de la manga a la inspectora Amaia Salazar, un gran protagonista literario. Ambas escritoras reflejan con brillantez su amor por la tierra y la acercan al lector. Y tal vez por aquello del paisanaje, surge ahora Eva García Saenz de Urturi, nos da una vuelta por la provincia de Alava, especialmente por la ciudad de Vitoria. No me parece mal, en principio, esta especie de vuelta literaria a España a través de los asesinos más procaces y despiadados, siempre que la calidad de lo escrito sea, cuando menos, respetable. Y en este caso dicha calidad me parece que no pasa, a mi juicio, el examen de reválida. No está mal escrita, desde luego, y entretiene bastante, y desde luego que seguro hará las delicias de los alaveses en general y vitorianos en particular, que aprovecharán para darse una vuelta por su patria chica. Pero lo que en Dolores Redondo era una brillante zambullida en un paisaje que queda maravillosamente descrito, en sus leyendas y tradiciones, en sus misterios, aquí resulta algo trivial, limitándose la autora a una cita continua de los monumentos y calles de la capital alavesa, sin profundizar en sus naturalezas y sin hacerlas cercanas al lector ajeno a esa tierra. En la trilogía del Baztán hacemos nuestra esa porción del universo navarrico, mientras que en esta novela somos meros viajeros de paso, que se detienen en la ciudad a comer para posteriormente seguir nuestro camino. Sí cabe mencionar el mérito de traer a colación la pesadez de la sociedad alavesa en los años 60/70, reflejo de la cutrez de todo un país, pero no me parece suficiente mérito para equiparar este libro con las obras de los autores antes mencionados. Y la trama policíaca tiene lagunas que dificultan la credibilidad de la historia, así como situaciones algo rebuscadas y de imposible aceptación de su realidad. Eso sí, repito, entretiene, y gustará a todo aquel cuyo vínculo con Vitoria exceda de un ligero conocimiento.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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