La marca del meridiano
Lorenzo Silva
Editorial Planeta
Tarde o temprano el comercialísimo Premio Planeta, al que los recortes parece que (todavía) no afectan, tenía que acabar en las manos (y bolsillos) de Lorenzo Silva, un valor en alza dentro del decrépito panorama de nuestra literatura. Forjado como un escritor de batalla, autor de un elevado número de obras, cualidad a tener en cuenta a sus cuarenta y seis años, y entre las que figuran tanto novelas como reportajes o ensayos, Silva ha ido poco a poco consolidando un alto prestigio en este mundillo de las letras. Entre sus obras, conviene destacar por su buena construcción La flaqueza del bolchevique (1997, finalista del Premio Nadal), y la excelente Carta Blanca (2004, galardonada con el Premio Primavera). Tal vez más conocido entre el público por la serie policíaca protagonizada por la pareja de guardias civiles compuesta por el brigada Bevilaqua y la sargento Chamorro, y que consta, hasta la fecha, de siete ejemplares, de los cuales esta historia que traemos a colación es la más reciente de la serie. Ya en 1998 recibió el premio Ojo Crítico con El lejano país de los estanques, repitiendo gloria en 2000 con el Premio Nadal por El alquimista impaciente; ambos premios correspondieron a las dos primeras entregas de la serie. Ahora, La marca del meridiano recibe el premio comercial más jugoso del país. Tal vez no sea la más atractiva de las siete creaciones, pero sí reune unos valores que la hacen apreciable. Entre ellos cabe apreciar, para el fan del autor, el progresivo auge de la expresión, así como una mejor composición del ambiente y entorno en el que la novela se desarrolla. El autor va puliendo el estilo y el conjunto de la obra mejora en su presentación. Conocedor, sin duda, a fondo de los entramados de la antigua institución benemérita, los personajes principales y, sobre todo, los secundarios, nos van ofreciendo un auténtico recital de los métodos investigadores y su implantación en los diferentes medios sociales. En el libro, la célebre pareja tiene que investigar el cruel asesinato de un compañero retirado. Para ello, han de desplazarse a otros lugares, como la Rioja, Santander o Barcelona y sus alrededores, siendo en esta zona catalana donde se desarrolla buena parte de la historia. Aquí aparecen elementos difíciles de asimilar, como la corrupción interna, y otros también propios de las lacras sociales, como la explotación de las meretrices, el tráfico de droga y demás. Silva ofrece en esta serie una visión elegante de las fuerzas de seguridad, y que poco a poco ha ido evolucionando hasta casi llegar al homenaje. Como refuerzo a esa versión alimentadora de la grandeza del oficio, el autor muestra a sus personajes inmersos en el sentido ético y moral de su labor. Este rasgo, común a todas las novelas de la serie, llega en este relato a su mayor esplendor. Sin el sentido del servicio, con el cumplimiento estricto de las reglas de la ética profesional y personal, la institución no vale un pimiento, y tan sólo la recta observancia de esos principios es lo que da valor y, aun más importante, dignidad y honor, a este tradicional cuerpo investigador. De nuevo la historia se sostiene apreciablemente bien en el fiel reflejo de los tiempos que vivimos.
Flanagan