Tan sólo tres obras, reunidas en la llamada “Trilogía del Baztán”, El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta, han colocado a la donostiarra Dolores Redondo en la cresta de la ola en cuanto a popularidad se refiere. El éxito ha sido tan rotundo, que no ha tardado en llegar la versión cinematográfica de la primera de las entregas, dirigida por Fernando González Molina y con Marta Etura en el papel de la inspectora de la policía foral navarra Amaia Salazar. Y todo ello comprensible si se aprecia la calidad e interés de la citada trilogía, novelas que combinan una atmósfera de intriga policial con un repaso a ciertas tradiciones ancestrales vasconavarras que han colocado aquellos lugares, el valle del Baztán, en primer plano de actualidad. El pasado 15 de octubre se le concedió el Premio Planeta 2016 por Todo esto te daré, obra que en principio responde a similares parámetros (misterio, entorno entrañable en sus lugares y sus gentes), aunque con algunas diferencias que hacen de esta obra algo muy diferente a sus anteriores creaciones.

De entrada, y desgraciadamente para la legión de admiradores que ha despertado el personaje, aquí no nos encontramos con la inspectora Salazar, ello habrá que dejarlo –se supone por algunos comentarios de la autora– para un  futuro tal vez no muy lejano. Y tampoco nos encontramos en el precioso valle navarro, con su legión de animales, su lluvia, sus bosques y sus leyendas, porque la autora se nos traslada a otra bella tierra, la comarca de la Ribeira Sacra en Galicia, zona que comprende las riberas de los ríos Cabe, Sil y Miño, en el sur de Lugo y norte de Orense. Y desde luego, zona también entregada a viejas leyendas y tradiciones de meigas y otros personajes mágicos. Allí Álvaro Muñiz sufre un accidente que le costará la vida, lo que hará trasladarse desde Madrid al lugar del suceso a Manuel, su marido. Allí el dolor del hombre que pierde a su ser amado se incrementará cuando comienza a descubrir facetas de la vida del compañero que ignoraba por completo, sacando a la luz la presencia de un ser muy diferente al que creía llegar a conocer. La familia del fallecido, una saga de nobles aristócratas y caciques de la zona, vagos y altaneros, bien relacionados y colmados de privilegios, a los que nunca les pasa factura nada aunque se den los mayores desafueros. Manuel cambia su primer intento de huída de aquél lugar al conocer irregularidades en la muerte de su cónyuge por boca de un guardia civil medio jubilado, con el que formará, junto con un sacerdote antiguo compañero del fallecido, un pequeño grupo investigador de unos extraños acontecimientos, que terminan por enganchar con un pasado nada edificante y que pondrá patas arriba el orden establecido en la pequeña región. Y lo que surge es el ocaso y la degeneración de una clase implacable que campó por sus respetos durante generaciones y que, incapaz de amoldarse al cambio que los tiempos traen, persiste en aferrarse a sus obsoletos valores y prebendas, lo que terminará por acelerar el desastre final para dar paso a una nueva pléyade no contaminada por las viejas lacras y que lleva dentro de sí una promesa y una confianza en un futuro mejor. No llega el libro a la altura de la trilogía navarra, ni los personajes gozan del carisma de aquélla, pero entretiene y desde luego, mantiene el interés página por página.