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No creo que haga mucha falta presentar al personaje cuya obra hoy traemos a reseña. Peridis lleva años (decenas) publicando sus viñetas y caricaturas a diario en el periódico El País, llenas de sentido del humor y cariño por los personajes que allí aparecen, y que han gozado siempre de aceptación y respeto por el público en general, tal vez gracias a la ausencia de agresividad o ridículo con que presenta sus creaciones y adorna a esos personajes, otorgándoles un aire humano desprovisto de negatividad absoluta. Arquitecto de profesión, su pasión por el arte románico le ha llevado a rehabilitar algún monumento y a presidir asociaciones dedicadas a fomentar el conocimiento de tan bello arte en la península ibérica, incluyendo un magnífico y antiguo programa en televisión. Acaso impelido por ese conocimiento profundo de la época medieval a que le lleva su pasión por lo artístico, nos ha obsequiado con novelas como Esperando al rey (premio Alfonso X el Sabio de novela histórica) o La maldición de la reina Leonor, ambas en ambientes del Medievo. Su faceta de escritor la completan obras de estudio sobre el arte como La luz y el misterio de las Catedrales o Hasta una ruina puede ser una esperanza, en la que detalla la restauración del Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo.
Ahora, en un notable cambio de tercio, estrena su faceta de escritor de ficción dando un giro de un millón de grados en la temática, y nos vamos a la guerra civil española. El corazón con que vivo, galardonado con el Premio Primavera de novela de este ajetreado 2020 nos lleva a la montaña palentina, lugar de origen del escritor (nacido en Cabezón de Liébana en 1941), que sin haber vivido la contienda, sufrió sus consecuencias en su propia persona y en la de sus allegados. En el origen del libro está una conversación con un conocido en un tren y los propios recuerdos además de las historias que le fueron contadas y eran alimento de conversaciones más o menos silenciosas de los lugareños de la comarca. Mezclando estos ingredientes nos ofrece una historia en que hay elementos reales y otros ficticios, pero que cuentan y explican hechos que fueron tristemente reales. Partiendo del baile de una fiesta popular en 1936, los personajes que allí se dan cita se ven envueltos en unos días en la guerra, cada cual en su bando, sufriendo las terribles consecuencias por su toma de partido. El meollo no es narrar vicisitudes sino expresar un sentir y un deseo de reconciliación que se va mostrando desde los primeros días de la confrontación. La buena intención del autor se plasma en esa llamada de unidad y apoyo entre los hombres, de primacía de los afectos por encima de las ideologías, de defensa de la dignidad y la sinceridad de esos apegos. Tal es el valor principal del libro, por encima de las cualidades literarias que presenta.



Flanagan