La Plazuela en las redesVideos de La Plazuela

Historiador solvente y catedrático de Historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza, el baturro Julián Casanova ha publicado sobresalientes ensayos cifrados en los hechos de nuestra historia a lo largo del pasado siglo. Obras como De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España, La Iglesia de Franco o España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española son pruebas fidedignas de lo dicho. También ha cultivado el acercamiento a otros escenarios, tales como La venganza de los siervos. Rusia 1917, labor sucinta de la Revolución soviética. De nuevo alejándose relativamente de nuestro contexto, nos ofrece ahora un intenso estudio que nos muestra como, lejos de suponer un avance en bienes culturales o humanidades derivadas del progreso económico, la fuerte e indiscriminada violencia ha sido una de las constantes de nuestro continente a lo largo del mencionado siglo XX. De inicio, los atentados anarquistas de principios de siglo como forma de acción legítima contra el poder considerado como explotador y tiránico. En este escenario es notable la Cataluña de por entonces, en que la violencia sacudió décadas, la misma violencia que se extiende por España, y llega más tarde a la misma capital de la Nación, centro del poder. Las causas de la violencia expuesta son de lo más exhaustivo, y el autor hace especial hincapié en los derivados de las teorías de la raza y religión, que llenaron de muertos los Balcanes antes de la Primera Guerra Mundial, así como los últimos del siglo en la guerra de desintegración de Yugoslavia, y especialmente el exterminio armenio producido por los Jóvenes Turcos, grupo de oficiales que toma el poder y que deja un saldo de cerca de millón y medio de muertos armenios. Curiosamente estos dirigentes habían llegado al poder con un mensaje revolucionario de laicismo y modernidad bajo los principios clásicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Constituyó esta masacre la primera limpieza étnica –aún no reconocida por el gobierno turco–, que tuvo su prolongación con la matanza de ciudadanos griegos en Anatolia. El odio racial se extendió como es bien conocido contra los judíos en el nazismo… y en otros estados. Polonia o Rusia se distinguieron en la persecución de los ciudadanos de esta raza y no sólo con actuaciones dirigidas por los gobiernos de turno, sino animadas por la espontánea y decidida acción ciudadana. El odio hacia el diferente como signo distintivo de las relaciones sociales, algo que, desgraciadamente, vemos como subsiste todavía en nuestros tiempos a pesar de los cientos de directrices, tratados y mensajes remitidos por las más diversas instituciones, que parecen no haber calado lo más mínimo en el grueso de la ciudadanía, más propenso en buscar culpables de sus desgracias en los demás, sobre todo si están en un plano –cultural, idiomático, económico y social– al que uno pertenece. Un libro muy ilustrativo, bien expuesto y argumentado y –añadiría– necesario para conocer nuestra atmósfera con un poco más de certidumbre.




Flanagan

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

¡Nuevo!
Agotado