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En el invierno de 1962, una partida se celebra dentro de un torneo de ajedrez entre dos maestros de muy diferente adscripción. De un lado, un prometedor joven norteamericano, maniático, histrión, pagado de sí mismo y con una desmedida ambición, Bobby Fischer, que más adelante, en 1972, llegaría a conquistar en Reikiavik el título mundial tras arrasar a su oponente, el soviético Boris Spassky, en lo que fue considerado una confrontación típica de la guerra fría. Del otro lado, el español Arturo Pomar, ya todo un veterano en el oficio a sus 31 años, en otro momento considerado niño prodigio y baluarte de los valores de la España de Franco, por decisión de la dirigencia del régimen. El resultado, tablas, es lo de menos en esta historia en que nos sumerge el escritor y periodista valenciano Paco Cerdá, autor del Los últimos. Voces de la Laponia española, interesante texto en que se estudia la despoblación el lo que se conoce como La Serranía celtibérica, territorio que abarca las provincias de Cuenca, Teruel, Guadalajara, Soria y zonas de Segovia, Burgos, Logroño, Zaragoza, Castellón y Valencia.

Partiendo de la famosa partida, Cerdá entra en el análisis de una época de nuestra historia en blanco y negro, donde la aparición de un fenómeno infantil es tomada por quienes gobernaban España como un talismán que atraiga la atención mundial y de paso blanquee la negativa y penosa imagen que remite al exterior. El niño Arturito es apoyado social y económicamente y promocionado por el país y después fuera de él llevando consigo el mensaje de ser un producto típico de aquella España que no dejaba de engendrar genios que revolucionaban el orbe. Todo fue muy bien hasta que el niño se fue haciendo mayor y los éxitos que tanto prometían no llegaron a cuajar como se esperaba. (Y a juicio de muchos, sigue siendo con diferencia el mejor jugador español de siempre). Se acabaron las prebendas, llega el olvido y Arturito se convierte en Arturo, que tiene que ganarse el pan como simple empleado de Correos. Además de un repaso de aquellos tiempos tan olvidados, el autor muestra el contraste de los dos rivales de la partida, en su consideración de peones, víctimas de la época que les tocó vivir: el español de un régimen que se encontraba pendiente de un hilo, y Fischer de una interminable guerra fría que marcaba toda la política de la poderosa nación norteamericana. Y El Peón habla de muchos peones, de compromisos personales y políticos, de perdedores y ganadores, de nativos en contra del genocidio cultural, de Grimau y Fraga Iribarne, de cómo desparece un cuadro de Franco en la Universidad de Barcelona, del sufrimiento de George Fryett, americano prisionero en Vietnam, de juguetes rotos como Marisol, Joselito o Marilyn Monroe, de Marcos Ana, Dolores Medio o James Meredith, primer negro en entrar en la Universidad de Mississippi, etc. Un texto significativo y muy recomendable para entender nuestra historia más cercana. Y la de alguna otra nación, de paso.

Flanagan

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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