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No es la más representativa ni la más afamada representante del elenco de novelistas de género negro norteamericanos de los últimos tiempos, donde se encuentran bien asentados algunos elementos bien conocidos como Dennis Lehane (Mystic River, Desapareció una noche), Harlan Coben (El inocente, El bosque), o Michael Connelly El veredicto, Fuego nocturno), algún foráneo adaptado al medio como John Connolly (El ángel negro, Voces que susurran), incluso algún veterano un poco pasado de rosca, como James Ellroy (L.A.Confidencial, América). No ha sido recibida con el alborozo que acompaña en su trayectoria a los anteriores, pero tengo para mí que no desmerece en absoluto en cuanto a calidad e interés novelístico.

Tana French

French, nacida en Vermont (USA) en 1973 pero sin residencia fija hasta 1990 en que aposentó sus reales en Dublin, compagina la escritura con su vocación de actriz teatral, y si en esta faceta es bien conocida en el verde país, como escritora , ya desde su primera novela, El silencio del bosque, en 2007, ha conocido un incipiente éxito que no ha hecho más que aumentar silenciosamente pero sin mucha pausa a partir de entonces. Esta novela inicia una serie de entregas (seis, concretamente), protagonizadas por un (ficticio) Escuadrón de Homicidios de Dublin. Tal fue su aceptación en Irlanda que dio origen a una adaptación televisiva en forma de serie llamada Dublin Murders. Estas historias (El silencio del bosque, En piel ajena, La última noche de Rose Daly, No hay lugar seguro, El lugar de los secretos e Intrusión) han cimentado el gusto por su lectura que no ha hecho más que comenzar. Su última publicación, El explorador, se independiza de la secuencia anterior y, junto con El secreto del olmo constituye una excepción al rigor anterior. Aquí no hay en absoluto ninguna comisaría ni escuadrón que valga ni un asesinato que resolver ni nada por el estilo. Efectivamente, participa de la esencia de su literatura con el elemento de la intriga (una desaparición) y la ubicación de la historia en su amada Irlanda. Pero el análisis es bastante distinto: una pequeña aldea perdida donde viene a retirarse un antiguo policía de Chicago, tras un divorcio un tanto conflictivo y una ansiada jubilación. Quiere pasar desapercibido y hacer amistad con la gente del pueblo, apegada a sus tradiciones y su forma de entender las relaciones personales. Todo va muy bien, hasta que un niño interfiere su paz para pedirle ayuda en la búsqueda de un hermano desaparecido. Y se acaba lo bueno y comienzan las incomodidades que afectarán principalmente a su identificación con el lugar y su relación con los habitantes. Descubre el protagonista que nada es perfecto: un pequeño lugar ideal puede guardar tantas maldades como una gran urbe, y la generosa e ingenua población rural puede guardar tanta perversidad como la que tenía que soportar en el Chicago donde volcó su profesión veinticinco años.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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