Parecía que aquel mercado de Wuhan en el que se produjo el primer contagio de covid-19 por un virus que venía de un murciélago nos quedaba muy lejos y, sin embargo, todavía estamos confinadas en Sigüenza.
A estas alturas es imposible negar que lo que pase en cualquier parte del mundo nos afecta y nos implica. El feminismo lucha por los derechos de todas las mujeres y niñas independientemente de dónde vivan, cuál sea su religión, su raza o su edad.
Del mismo modo, el ecologismo nace para proteger el medio ambiente y defenderlo de los desequilibrios y expolios que unos territorios ejercen sobre otros.
Cuando estos dos movimientos, el feminismo y el ecologismo, entran en diálogo y aunan objetivos surgen los ecofeminismos. Teniendo claro que el feminismo es el movimiento sociopolítico que defiende la igualdad real y efectiva de derechos de mujeres y hombres, y que el ecologismo es el movimiento sociopolítico que defiende la protección de la naturaleza, es fácil concluir que los ecofeminismos buscan el mantenimiento de la vida y la naturaleza en condiciones de equilibrio y justicia entre mujeres y hombres y buscando un modelo de vida para las personas que sea sostenible, que no sea destructivo para la naturaleza, y que merezca ser vivida por todas las personas.
La confluencia de estos dos movimientos no se da de una manera espontanea. La realidad es que cada movimiento tiene sus propios objetivos y su convergencia en los ecofemismos implica que cada uno deberá hacer un esfuerzo por apoyar unos objetivos que inicialmente no son propios pero que, a la larga, benefician a todas y a todos y hacen posible la construcción de un mundo sostenible y equilibrado.
Como ya se comentó en artículos anteriores, se puede considerar que el feminismo tiene una antigüedad de 300 años como mínimo, ya que existieron reivindicaciones feministas desde mucho antes. Los movimientos ecologistas surgen a mediados del siglo XX. El feminismo surgió cuando al ecologismo aún le quedaban muchos años para existir y en su posterior desarrollo no ha asumido objetivos ecologistas de manera habitual.
El ecologismo tampoco incorpora el pensamiento y reivindicaciones feministas. En general, la conservación del medio ambiente y el mantenimiento de la vida de las familias y del entorno recae directamente sobre las mujeres y la industrialización y la tecnología han aliviado el peso y el trabajo que tienen que soportar. Aquí tenemos un punto de fricción dado que la industrialización ayuda al empoderamiento de las mujeres y las niñas pero a su vez deteriora el medio ambiente. En muchos lugares, aún hoy, el cuidado del medio ambiente se realiza gracias a la opresión y explotación de las mujeres que viven en ese entorno. Esto redunda en que las consecuencias de los desastres ecológicos y del cambio climático son sufridos con mayor severidad por las mujeres. Según ONU Mujeres:
- El cambio climático afecta a toda la población, pero son las personas más pobres del mundo y las que se encuentran en situación vulnerable, especialmente las mujeres y las niñas, quienes soportan las peores consecuencias de las tensiones ambientales, económicas y sociales.
- A menudo, las mujeres y las niñas son las últimas en comer o en ser rescatadas; se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven comprometidos; y asumen una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidado cuando deja de haber recursos.
- En muchos países en desarrollo, las mujeres y las niñas a menudo se encargan de transportar el agua, el combustible recogido y las provisiones de alimentos.
- Las sequías pueden destruir cosechas, tierras, flora y fauna, agudizar la escasez de alimentos, y empeorar la situación de las mujeres y las niñas, especialmente de aquellas que se encuentran en lugares ya de por sí frágiles.
- Entre las diversas consecuencias de la sequía encontramos:
- Mayor: violencia contra las mujeres, mortalidad materna, matrimonios infantiles, infecciones, hambre, malnutrición, usurpación ilegal de tierras, pobreza.
- Menor: saneamiento e higiene, condiciones de vida, seguridad alimentaria, suministro de combustible, asistencia escolar.
Así pues, el feminismo deberá incorporar los objetivos del ecologismo si no quiere que la deseada sociedad feminista en la que mujeres y hombres vivan en igualdad se realice en un planeta devastado y destruido.
Del mismo modo, el ecologismo deberá incorporar los objetivos del feminismo si no quiere tener unos entornos naturales preciosos en los que viva una sociedad en la que las mujeres y niñas son explotadas, oprimidas, utilizadas, violadas y asesinadas.
En esta confluencia de los movimientos feminista y ecologista encontramos que cada uno de ellos tiene a su vez diferentes líneas de pensamiento, por eso no hablamos de “ecofeminismo” sino de “ecofeminismos”, en plural. Como indica Alicia Puleo (ecofeminista y profesora de Filosofía Moral y Política de la Universidad Complutense de Madrid): “Esquematizando mucho, se pueden diferenciar dos grandes líneas de pensamiento según su manera de entender la identidad femenina y la relación humana con la Naturaleza: un ecofeminismo clásico de corte más esencialista y espiritualista que considera que las mujeres estarían biológica u ontológicamente más cerca de la Naturaleza; y otro constructivista que enfatiza las condiciones históricas y económicas”.
A la unión del feminismo y el ecologismo le queda mucho camino por andar pero qué duda cabe de que los ecofeminismos son “el comienzo de una gran amistad”.