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El pasado 22 de septiembre a las 15 horas y 31 minutos, hora peninsular, comenzó oficialmente el otoño en el hemisferio norte. Al otoño se le suele representar como una estación melancólica y romántica, probablemente esto sea debido a que la luz del otoño es especial, suele ser una luz tamizada por el aire húmedo de las lluvias y las nieblas matutinas. Además, si esa luz está acompañada de cielos llenos de nubes, bosques teñidos de tonos amarillos, rojos y ocres, suelos tapizados de hojas caídas de los árboles pues la imagen es muy reconfortante. Si a todo esto le añadimos el descenso progresivo de las temperaturas y los días cada vez más fugaces, todo invita al recogimiento físico y mental. Cualquier aficionado a la fotografía estará de acuerdo conmigo en que el otoño es probablemente la estación más fotográfica del año y un gran momento para disfrutar de esta afición en la naturaleza.

No debemos olvidar que el otoño es una explosión de colores y vida, como ejemplo podemos poner los miles de hongos que comienzan a brotar llenando los bosques y campos de variadas formas y múltiples colores, las bayas y frutos que también añaden colorido y riqueza a esta época del año, muchos animales entran en celo en esta época del año y otros deciden venir a pasar el invierno con nosotros alejándose de las bajas temperaturas del norte de Europa.

Pero el artículo de este mes se lo quiero dedicar a una planta que para muchos pasa totalmente desapercibida, la podemos observar en los paseos que damos por los pinares de nuestra comarca, aunque realizan una gran función para evitar la erosión de la tierra y en el funcionamiento del ecosistema. Es la popularmente conocida como gayuba (Arctostaphylos uva-ursi), aunque en otros lugares de España también se la conoce como manzanera, manzanilla de pastor o uva de oso. La primera curiosidad de esta planta es que su nombre científico esta repetido de dos formas distintas, ya que el género Arctostaphylos deriva del griego árktos que significa “oso” y de staphylé que es “racimo de uvas” y podríamos traducirlo como “uvas de oso”, y el epíteto uva-ursi en latín significa “uva de oso”.

Para los que nunca se hallan parado a observar a esta planta comentarles que la gayuba es un pequeño arbusto rastrero que encontramos tapizando el suelo y que siempre está verde, sus tallos son rastreros y muy ramificados por lo que solemos verlos siempre acostados por el suelo, aunque también pueden ser colgantes cuando la planta en su crecimiento encuentra un desnivel en el terreno. Las ramas son tortuosas, de color pardo-rojizo y con la corteza fácil de desprender. Las hojas alternas, coriáceas, con forma de espátula que se estrechan en forma de cuña hacia la base, de margen entero y ápice obtuso, con un corto peciolo; son de color verde oscuro, algo lustrosas por el haz y más pálidas por la cara con los nervios marcados; al nacer son algo pelosas. Las flores, que son hermafroditas, nacen en racimos cortos de 2 a 7 flores en el extremo de las ramas, entre los meses de abril y julio, son blancas o blanco rosáceas con la base translúcida. El fruto es una drupa carnosa, de color rojo vivo que madura en el otoño, es comestible, pero de sabor insípido, áspera y poco jugosa; y aun así existen referencias de que este fruto era comido por los pastores en las provincias de Guadalajara y Huesca.

La gayuba es una planta muy poco exigente en cuanto a las condiciones que necesita para asentarse en un terreno, puede encontrarse desde casi el nivel del mar hasta rozar los 3000 m y crece lo mismo en terrenos silíceos que calizos. Nos la podemos encontrar tapizando los claros y desmontes de encinares, quejigares, pinares e incluso melojares. La variedad que se cría en España, salvo en poblaciones pirenaicas que crece la variedad conocida como “gayuba alpina”, suele tener las hojas algo más gruesas y correosas que el resto de las europeas. Como una de sus particularidades es que se propaga activamente tapizando por completo los suelo, y como enraíza de trecho en trecho llega a cubrir grandes extensiones del terreno y por esa razón es muy necesaria para evitar la erosión de terrenos áridos o con poca vegetación; por eso mismo también es difícil controlarla como cultivo, aunque a veces se ha utilizado de forma ornamental para crear tapices. Estudios realizados últimamente indican que sus raíces poseen nódulos fijadores del nitrógeno del aire.

La gayuba posee muchas propiedades que la hacen muy importante en los ecosistemas. Además de evitar la erosión de terrenos, sus frutos son comidos por distintos animales silvestres y además es una planta melífera. Los humanos la han utilizado desde tiempos remotos, ya que las hojas de esta planta, de sabor muy amargo, tienen un alto contenido en taninos, lo que les confiere propiedades astringentes. Además, contienen también otras sustancias activas que le otorgan una reconocida e importante acción antiséptica y diurética, actuando contra las bacterias existentes en el sistema urinario y, por tanto, resultando un remedio excelente contra todo tipo de infecciones de las vías urinarias, cálculos, arenillas, etc...

Su alto contenido en taninos ha hecho que los extractos de hojas se utilicen en las tenerías para el curtido de pieles, porque ayuda a restituir la textura natural de estas, junto con la corteza de pinos, abetos o coníferas en general y otros vegetales de alto contenido en taninos. Además, dado que la gayuba posee un alto contenido en compuestos fenólicos, se ha utilizado como agente blanqueante en cosmética.

Aunque la gayuba es una especie relativamente abundante en Europa, su recolección para usos medicinales, cosméticos y en moda ha hecho necesario que varios países como son España, Francia, Alemania, Finlandia o Bulgaria hayan tenido que tomar medidas legales para controlar la recolección de esta planta. Por ese motivo el comercio internacional de esta especie está sometido a medidas de control dentro de la Unión Europea, requiriéndose permisos para su importación y exportación.

En nuestra comarca todavía hoy se recolecta en grandes cantidades para su comercialización en algunos pinares de la Sierra Norte y del Señorío de Molina.

Para finalizar algunas últimas curiosidades: Antiguamente también se usaban las hojas de la gayuba como alimento para los animales, combustible, aromatizante para el tabaco de pipa e infusiones; con los frutos frescos se hacía mermelada y dejando los frutos secar al sol se elaboraban, juntándolos con harina, papillas o tortas.

Espero estas líneas nos ayuden a apreciar el gran valor ecológico y etnográfico de esta planta, que alfombra gran parte de nuestro pinar y que es tan necesaria para su conservación, en nuestra comarca.

Texto y fotos:  Javier Munilla

Viñeta

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