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La Plazuela se unió a un grupo de hosteleros de Gudadajar para visitar las bodegas de Finca Río Negro de Cogolludo.

Fue Alberto de Mingo, hostelero seguntino de la taberna El Gurugú de la Plazuela, el que nos puso en contacto con la bodega. Contaba que cuando algunos clientes de su establecimiento le pedían un vino de la zona se referían al vino manchego; Alberto les explicaba que, aunque oficialmente Sigüenza pertenece a la Comunidad Castellano Manchega, está muy lejos de Toledo y de tener algo que ver con La Mancha. Pero le resultaba imposible ofrecer ningún vino de una comarca cercana. Desde hace unos años esto ya no es así y hay una alternativa, el vino que se elabora en la finca Río Negro, en el término de Cogolludo.

La Plazuela se unió a un grupo de hosteleros de Guadalajara, entre ellos algunos de Sigüenza, para visitar la finca. Era día de vendimia y en el programa estaba previsto participar de algún modo en ella para conocer desde el principio todo el proceso de elaboración del vino. Una llovizna otoñal hizo que se frustrara esta actividad pero este contratiempo se compenzó con creces con una visita exhaustiva a la bodega.

Victor explica el proceso de elaboración del vino.

Víctor Fuentes, encargado de la comercialización de los vinos y experto enólogo, ejerció como anfitrión, sumiller, guía y maestro de ceremonias durante la visita a la finca. Víctor es hijo de José Manuel Fuente, el fundador y artífice de las nuevas bodegas de Cogolludo. Fernando, otro de los hermanos, se ocupa del proceso de producción.

El vino, cómo nos explicó Víctor, no es un invitado nuevo en la comarca. Cogolludo en un tiempo fue una zona muy importante vinícolamente, un cincuenta por ciento de las tierras de cultivo del pueblo eran viñedo. Muestra de la importancia de esta actividad es la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, patrona del pueblo, en la que tanto la Virgen como el niño llevan un racimo de uvas en la mano. La plaga de la filoxera, de finales del siglo XIX, como en tantos otros sitios, arrasó con casi todo el viñedo. Solo ahora se ha recuperado esa tradición vinícola.

Víctor nos explica el origen de la actual bodega: “Mis padres son palentinos, hace 40 años marcharon a Madrid cansados del trabajo agrícola; llega un momento en que a mi padre le tiró el gusanillo de las raíces y se puso a buscar fincas con objeto de crear un proyecto vinícola. En 1998 compró esta finca de Cogolludo, hicimos los estudios de suelo, subsuelo y climatología y en 1999 plantó la primera hectárea. Tuvimos una fase experimental de 1998 a 2005 y en ese año plantamos ya hasta 25 hectares”.

El cuanto al origen del nombre, nos explica que la finca pertenecía a un marqués conocido en la zona como el marqués de Río Negro. Le llamaban así porque existe en la finca un barranco del Río Negro, que es un pequeño afluente que va hacia el río Aliendre. “En un principio al vino, antes de comercializarlo, le llamamos Marqués de Río Negro –dice Víctor–, había la moda por aquel entonces de llamar a los vinos con el apelativo de marqués y esta finca había sido de un marqués. En cuando pasamos a comercializarlo le pusimos el nombre de Finca Río Negro, que es lo que somos”.

Son importantes las peculiaridades de la zona: “Aquí estás a 1000 metros de altura, es una zona de sierra muy fría y cuando empezamos hace 18 años era esto nuestro principal hándicap”. Precisamente estas características son ahora su principal virtud: “Nos encontramos en un ciclo cálido en el que están aumentando las temperaturas y cuando hay más insolación la uva madura más rápidamente. El problema es que el periodo más importante de todo el ciclo de vida de la vid es la maduración. La insolación convierte los ácidos en azúcares, si hay mucha insolación subirá mucho el azúcar y bajará mucho la acidez. El azúcar por fermentación subirá el grado alcohólico y la acidez está por los suelos; la acidez es lo que da frescura al vino y lo que permite que este envejezca bien. Algunos piensan que la solución es cosechar antes pero eso impide que la uva tenga tiempo de llenarse de aromas, de sabores. La fruta de supermercado no sabe a nada porque la cogen verde de los árboles y va madurando en los camiones y en las cámaras frigoríficas, no le da tiempo a sazonarse. Con la uva pasa lo mismo”.

Explica las peculiaridades de la finca: “En verano tenemos una diferencia térmica de más de 20 grados entre la noche y el día de tal manera que la uva empieza por las mañanas fresquita y se produce una maduración mucho más lenta, lo que va a hacer que la uva está mucho más sazonada. Por lo tanto tenemos vinos mucho más expresivos, con mucho olor, mucho color, mucho sabor, con cuerpo, con carga polifenólica alta. Además al estar a 1000 metros, la uva para protegerse genera una piel más gordita y si hay más proporción de piel que de pulpa habrá mayor concentración de componentes”. Otra ventaja es el viento: “Es una zona muy ventosa, el viento es el mayor agente deshidratador que hay, si disminuyes un poco la proporción de agua por esa deshidratación del viento, hay mayor concentración de componentes”. Termina diciendo que en una botella de vino se han encontrado más de 1000 componentes distintos y que la frase de: con pan y vino se hace el camino. esconde una gran verdad, por la riqueza nutritiva que tiene el vino. “Con solo agua puedes vivir unas semanitas pero con vino puedes vivir meses”, apostilla.

Cata en la bodega de Finca Río Negro.

La jornada comenzó con la degustación de los vinos de la bodega. Su buque insignia, lleva el nombre de “Finca Río Negro” (con 13 meses de crianza, se elabora con uvas de las variedades Tempranillo, Syrah, Merlot u Cabernet-Souvignon). Se trata de un vino gastronómico para acompañar a comidas fuertes. La nueva añada de 2012, que acaba de salir al mercado, es, en palabras de Víctor “la mejor añada que hemos sacado hasta la fecha”, algo que corrobora la Guía Peñín que concedió por fín 93 puntos a esta cosecha, cuando las anteriores añadas se habían quedado en 92. El tinto denominado “992”, se llama así por ser esa cifra la altitud de las cepas de uvas con que se elabora (7 meses de crianza y elaborado con Tempranillo y Syrah), es “un vino más para el chateo”. Y por último nos ofrecieron su vino blanco elaborado con al 100 % con la uva de origen alemán Gewürztraminer. Víctor, por cierto, aquí, como en otros asuntos, está en contra de lugares comunes, como que “el vino blanco se toma con pescado y vino tinto, con carne”. Todo depende de la individualidad de cada vino, cree.

Seguidamente pudimos asistir a una cata sensorial de las variedades de uvas empleadas en la bodega: Syrah, Tempranillo, Cabernet y Merlot. A continuación recorrimos las instalaciones dónde se elabora el vino en sus diversas fases, pasando por una sala donde los vinos se encuentran en barricas de roble americano y francés, para terminar la visita en el lugar donde se guarda el vino ya embotellado, listo para su distribución. Victor explica las características de cada material: “El roble francés es más elegante pero necesita que el vino esté más tiempo en la botella para reponerse, el americano por su parte es más respetuoso con la uva”. Para el “992” usan un 60% de roble americano y un 40 del francés. Para el tinto “Finca Río Negro” cambian el órden; “como tiene que estar al menos año y medio en botella para salir al mercado le damos 60 % del francés y 40 % de americano”. Para el vino de gama top que están preparando (70% de Tempranillo y 30% de Cabernet Souvignon) tendrá un 90% u 85 de roble francés y un 10-15 % de roble americano “porque se va a pasar al menos dos años en botella antes de salir al mercado”.

Los vinos de “Finca Río Negro” llevan 6 años en el mercado, el 70% de las ventas va al mercado nacional y el 30 restante a la exportación. La finca comprende un total de 600 hectáreas, de ellas 200 hectáreas son de cultivo. De momento, hay 42 hectáreas de viñedos. Cada hectárea da para 5.000 botellas, con lo que se espera que la producción del año que viene, cuando entre todo en producción, sea de unas 210.000 botellas.

Vista de los viñedos de la finca.

Este vino es no se acoge a ninguna denominación de origen. Víctor explica que la denominación más cercana está a más de 60 kilómetros. Opina que muchas denominaciones de origen a veces se crean por criterios que no son estrictamente vinícolas y que en ocasiones representan un corsé, algo que ellos siempre han tratado de evitar. También cree que conceptos como “crianzas” y “reservas”, son conceptos que más que orientar, confunden al consumidor ya que indican los tiempos de barrica que el vino ha tenido que permanecer pero que además habría que saber la edad de la barrica y la procedencia de esta. “A lo mejor 6 meses de barrica nueva dan el mismo porte que otro con 12”. Considera que es el propio vino el que “dice” cuando tiene que salir de la barrica: “Es mejor que el vino se exprese por sí mismo y te diga las pautas de cómo tienes que elaborarlo para sacarle el máximo partido”.