Vivimos tiempos convulsos e inciertos con las cosas del comer. Las sucesivas regulaciones que desde hace décadas se han ido implantando para salvaguardar la calidad de los productos alimentarios y tratar de garantizar la salud de los consumidores han ido labrando -a la chita callando- un estrecho camino de comercialización a medida de y custodiado por las cada vez más grandes y acaparadoras compañías patrias y por las multinacionales de la alimentación. Poco a poco, a lomos de la distorsionadora globalización, se ha ido conformando un cuello de botella que ahoga administrativamente a los pequeños productores -los que, en general, llevan a cabo su actividad de manera saludable y sostenible- en tanto que las grandes cadenas de distribución presionan e influyen en las legislaciones a favor de unos intereses que no siempre van a favor de los consumidores y productores de a pie ni del paradigma de la tan cacareada “sostenibilidad”.
El sistema de comercio neoliberal basado en que “el pez grande se come al chico”, en el capitalismo más feroz y despiadado, nos está tangando haciendo que nos parezca incluso bonita y atractiva la ponzoña alimentaria o que consideremos un privilegio atracarnos el buche a base de palitos de cangrejo o de hamburguesas industriales de dos pisos. Es injusto para los productores más modestos, a quienes resta capacidad de maniobra pues no pueden competir en precios ni medios frente a las grandes cadenas de distribución; y para los consumidores, a quienes se da en muchas ocasiones gato por liebre, ya que la industria se vale de infinidad de trucos más o menos legales para encubrir muchas veces las malas prácticas derivadas de un sistema de producción que prima, por lo general, la cantidad en detrimento de la calidad. De ahí la eclosión de la agricultura y la ganadería intensivas, cuya máxima expresión son seguramente las macrogranjas, altamente industrializadas, intensamente contaminantes y más bien poco saludables.
Las posibles soluciones pasan siempre por la autonomía y la autogestión, por independizarse en la medida de lo posible de la marea comercializadora implantada y controlada por la industria del sector. Hace ya tiempo que comenzaron a surgir movimientos en oposición o al margen de los circuitos comerciales convencionales en los que vecinos, amigos o allegados comenzaron a hacer causa común para adquirir colectivamente productos de calidad suministrados directamente por pequeños productores agroalimentarios. Las ciudades y los entornos urbanos están plagados hoy día de estas asociaciones de consumidores que suelen organizarse por barriadas o por simple cercanía. Paralelamente, granjeros, apicultores, hortelanos, pequeños ganaderos y agricultores, pequeños productores y artesanos han ido coordinándose para acudir al encuentro de los llamados grupos de autoconsumo. En torno a Madrid, por ejemplo, se extiende una tupida red de distribución directa entre productor y consumidor tejida entre mercadillos, puntos de recogida, locales y almacenes a caballo entre el negocio y la cooperación, y siempre bajo el paraguas de la confianza. Lo mismo ocurre en Barcelona y otras ciudades españolas, por referirnos únicamente al territorio nacional.
Tras algunos intentos de fundar una de estas asociaciones en Sigüenza, que a la postre no cuajaron, ahora parece que sí, que esto va tomando cuerpo: “Un grupo de pequeños productores de la Sierra Norte de Guadalajara nos hemos unido para promover una forma distinta de distribución y consumo. Así surge la Red Genuina clandestina. “Genuina” porque queremos salirnos de las etiquetas de "biológico" o "ecológico" pervertidas por los grandes mercados; y “clandestina” porque no queremos formar parte de la línea oficial e institucional que desprecia lo pequeño, y fomenta y legisla para lo macro, lo mega y lo ultra. Queremos formar una red que ponga en contacto a productores y artesanos de la zona con gente a la que ofrecerle sus productos. Queremos llevar el campo a la ciudad estableciendo nuevas relaciones a partir de lo que se cría y se come basadas en la confianza y el apoyo mutuo. Queremos recuperar la cultura campesina prácticamente desaparecida de estas tierras: huertas y pastos, tainas y acequias, semillas y variedades autóctonas, saberes y maneras para revitalizar el mundo rural”. Toda una declaración de intenciones con aires de manifiesto arraigado en la propia tierra.
A través de Genuina clandestina se puede obtener pan de masa madre, quesos y yogures artesanos, aceites de oliva virgen de primera presión en frío, naranjas y mandarinas ecológicas entre otras frutas y hortalizas de temporada, miel, conservas artesanas, huevos cuando los hay, nueces del terruño, cervezas artesanas, jabones y ungüentos, artesanías varias y lo que está por venir.
El empeño no está exento de dificultades. Coordinación, logística, transporte, información, comunicación, organización, ubicación son tareas y elementos no siempre fáciles de resolver en un territorio muy amplio y despoblado donde las relaciones de vecindad se establecen, por pura necesidad, de pueblo a pueblo y no de puerta a puerta; máxime teniendo en cuenta que se parte de cero y que prácticamente los únicos recursos disponibles se reducen a la mera disponibilidad de la gente que conforma el grupo. Nadie cobra un duro, y si se obtiene algún beneficio va para el fondo común.
Los orígenes de esta iniciativa se remontan al mes de octubre de 2021 cuando por primera vez se invitó en Sigüenza a los vecinos de la comarca a participar en una red de consumo todavía sin nombre. En torno al horno de leña y el aroma a pan de masa madre que hornea Juan en Durón; al excelente queso de cabra que elaboran Sandro y Clara en Santamera, a la cosmética de Officinalis que mima Mila en Ujados se ha ido generando un núcleo sólido de pequeños productores y consumidores que a día de hoy parecen garantizar la continuidad del proyecto.
Aparte de la distribución -en principio quincenal- de los productos a lo largo del recorrido que media entre Durón y Albendiego, Genuina Clandestina también organizará o participará ocasionalmente en mercadillos y ferias, principalmente comarcales. El primero de ellos será este próximo domingo 20 de marzo a las 11.00 h en la Plaza del Ayuntamiento de Atienza coincidiendo con el Intercambio de Semillas que organiza anualmente Asamblea Unión de Pela.
La propuesta que surge al hilo de todo este entramado es que Sigüenza, principal núcleo urbano de la Sierra Norte, cuente con un mercadillo periódico y estable -quizás, en principio, una vez al mes- que acoja y anime esta pequeña economía local de lo genuino, lo auténtico y lo autóctono muy apreciada por propios y extraños, y de la que pueden surgir numerosas iniciativas que llenen de contenido este continente un tanto desangelado que es la comarca de la Sierra Norte de Guadalajara. La Plazuela de la Cárcel, antigua plaza Mayor donde en otro tiempo tenía lugar el mercado, podría ser una excelente ubicación.
Actuación del grupo de música tradicional "Las Kacharreras" en la presentación del grupo de consumo de la sierra norte "Genuina clandestina"