El 13 de diciembre de 1972 se emitió por primera vez en Televisión Española el mediometraje "La cabina", dirigido por Antonio Mercero, con guión de él mismo y de José Luis Garci, protagonizado por el gran José Luis López Vázquez. Yo no tenía ni diez años aún, pero a esa tierna edad fui consciente, y recuerdo perfectamente esa sensación, de que lo que estaba viendo no se parecía a nada de lo visto hasta ese momento en una pantalla, en la única pantalla doméstica de entonces. Los referentes audiovisuales de los niños de esa época eran programas infantiles como "Los Chiripitifláuticos" y "La familia Telerín" o el concurso "Un, dos, tres", que se acaba de empezar a emitir ese mismo año. Todo inocente y directo, sin dobles lecturas. La interpretación casi completamente gestual de López Vazquez era algo nunca visto por nuestra generación, junto con esa crudeza visual y narrativa y el desarrollo intrigante desde el primer minuto, finalmente abierto y oprimente. Todavía no se entiende cómo, en la época de los dos rombos, nuestros padres, en general, nos dejaron ver la emisión, probablemente incapaces de reaccionar ante la sorpresa que suponía la absoluta novedad de algo así. Como contexto, cabe recordar que todavía no habían llegado los programas televisivos más famosos de esa década, que se desplegaron a partir de 1974, como "La casa de la pradera", el "Un globo, dos globos, tres globos", visto por niños y preadolescentes de todas las edades, o el extraordinario "El Hombre y la Tierra", que tanto influyo en mi generación, llevándonos incluso a muchos, entre otros factores, por los derroteros profesionales de la historia natural.
Lejos de captar todos los matices de esta pequeña obra maestra del cine de todos los tiempos, extraordinariamente ricos y complejos, cosa imposible a tan tierna infancia, la sensación principal que me dejó el film, que recuerdo perfectamente, fue de ahogo: mi interpretación fue que el personaje principal se asfixia dentro de la cabina en la penúltima escena, cuando por fin se derrumba pegado al cristal. El intenso desasosiego que transmite la obra ha perdurado en el subconsciente colectivo de toda una generación, o mejor dicho de al menos dos, la de nuestros padres y la nuestra, como un verdadero icono nacional.
Cincuenta años después, y se celebra también en este 2022 el centenario del nacimiento de López Vázquez, la obra sigue plenamente vigente. La he visionado en todos estos años al menos una vez que recuerde, hace algunos años. Hoy, cuando escribo, la he vuelto a repasar en la magnífica restauración que puso hace poco tiempo RTVE en su web, en la que aparece el metraje en su color original, con una cabina roja incluso más oprimente que la de la primera emisión, que vimos en blanco y negro. Sin llegar a los ríos de tinta, se ha escrito mucho sobre "La cabina" en todos estos años, hay también algún buen documental, como el de Juan Carlos Ortega, dentro de la serie televisiva "La mitad invisible", además de varias críticas y recensiones recientes e interesantes en esa televisión universal contemporánea que es Youtube.
La cabina es esencialmente una trampa. Pero es muchas cosas más: es una jaula de zoológico, es un ataúd, es una jaula autoinfligida, es el tótem monolítico inerte y lleno de preguntas del 2001 de Kubrick y Clarke. La cabina representa la soledad, la impotencia, la rabia, la desesperación. Es el hoyo insalvable en que se sumerge el depresivo. Es el símbolo del miedo escénico social, de la sociedad intrascendente y despreocupada, de la ignorancia hacia el prójimo, de la crueldad de la masa. "La cabina" tiene retazos de la España negra de Solana, es costumbrista y moderna a la vez, es sátira de la de toda la vida y crítica social de absoluta vigencia, entonces y ahora. Es un universo completo y complejo de metáforas, sugerencias y símbolos. La escena de los payasos y el enano es una de las más profundamente simbólicas filmadas en el cine español, con el circo observando al hombre y no al revés, convertido en auténtico "mono enjaulado" en papel invertido. La de los asistentes a un entierro, mirando a través del cristal de la urna fúnebre hacia lo que parece un niño (se ve claramente que es un muñeco), con la ambigüedad de si están viendo de reojo la cabina con el protagonista encerrado en ella, es literalmente surrealista en sentido artístico. El elegante encuadre de la cabina con el protagonista forcejeando, al principio de la cinta, en contrapicado, con los edificios que la rodean formando una segunda caja, con el bloque más moderno de fondo, auténtica caja de cemento llena de cajas a su vez, los nuevos apartamentos de los nuevos modos de vida urbana, tiene una carga estética y conceptual que roza la genialidad. Comento estas tres escenas como ejemplos, pero se podría desmenuzar la película prácticamente plano a plano encontrando en todos y cada uno significados y metáforas.
Algunos han querido ver también una lectura política por algunas pinceladas bastante obvias, aunque el propio Mercero en una de sus entrevistas deja la puerta abierta a múltiples interpretaciones, a medida del espectador, no señalando esa en particular. La cabina, como Mercero confiesa, es esencialmente una obra de terror sicológico, con matices de ciencia ficción. Diversos críticos han señalado su parentesco con series americanas de la época como "Twilight Zone", especialmente en su estructura y desarrollo contundente, o con las "Historias para no dormir" de Narciso Ibáñez Serrador (se le ha querido buscar filiación directa en el capítulo "El asfalto", por ejemplo). Hay una escena en la película "Demasiados secretos para un hombre solo" ("The president analyst"), estrenada poco antes (1967), en la que el protagonista (James Coburn) queda encerrado en una cabina y es trasladado en un camión de lo que aparenta una compañía telefónica a un lugar secreto y subterráneo, aunque semejante referencia tan directa jamás ha sido nombrada por los que crearon "La cabina". Otros críticos han encontrado parentescos conceptuales con películas como "La invasión de los ladrones de cuerpos", de los años 50, clásico que hibrida el terror y la ciencia ficción. Y por supuesto se han encontrado parecidos en la filmografía reciente, sin llegar a afirmar la influencia directa, aunque sin duda "La cabina" apuntaló una forma de narrar de absoluta contemporaneidad; un ejemplo es la también inquietante serie británica "Black Mirror".
Echando un vistazo a ese moderno archivo de nuestros tiempos que son los comentarios en las "redes sociales", y más particularmente los de Youtube en el video de RTVE, descubro cómo vivieron la primera visualización de la obra personas de muchas partes del globo. Descubro, por ejemplo, que la emisión por la BBC en 1981 tuvo en el Reino Unido un impacto no menor del que tuvo en España en 1972, cuando la gente, al día siguiente y durante cierto tiempo, tenía miedo de entrar a llamar por teléfono a las cabinas, poniendo el pie mientras hablaban para evitar el cierre de la puerta. Muchos, niños entonces, señalan que la emisión original les impactó para todas sus vidas. Sin duda, para muchos representó una especie de rito de iniciación a los miedos propios de la edad adulta, al modo de las sociedades primitivas. Otros recuerdan que hubo una pausa publicitaria justo antes de que los operarios se lleven la cabina con el protagonista dentro, momento en el que, dicen, los padres los mandaron a la cama, por lo que solo mantienen en el recuerdo esa primera parte, más de crítica social que propiamente de terror. Un comentarista dice tras visionar el video: "Que sepáis que me habéis devuelto a mi niñez... pesadillas incluidas".
Habría que volver a visualizar "La cabina" con ojos contemporáneos. Las cabinas de Telefónica desparecieron en su mayor parte por la popularización de los teléfonos móviles personales. Es muy fácil hacer la pregunta obvia: ¿son estos sustitutos la "cabina" del nuevo siglo? Pero quizá hay muchas cabinas más en nuestras vidas ultramodernas, jaulas y ataúdes de los que ni siquiera somos conscientes. Cabinas ultratecnológicas, no necesariamente compuestas de circuitos, por más que estos sean parte de la infraestructura, que ya es global a estas alturas. Unos nuevos Mercero y López Vázquez que filmaran un nuevo "La cabina" seguramente incluirían en su universo simbólico el gran tema de nuestro tiempo, que sin duda es el de la manipulación y control social más eficaces de la historia ligados a una tendencia al totalitarismo rampante que va asomando la patita. Un comentarista dice ante la publicación de la obra restaurada en Youtube: "¿Los humanos quieren tecnología? Les va a costar". Otro añade: "Hacía años que no la veía. Creo que acaba de aparecer en el momento justo." No puedo estar más de acuerdo.
Julio Álvarez. 13 de diciembre de 2022.
Se puede visualizar "La cabina" en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=1H1_p6B4Ugo