El segundo concierto de esta temporada de la Asociación de Violería y Organología Instrumental Romanillos-Harris, fue presentado por José Luís Romanillos. Con pesar por el escaso público asistente, sus palabras fueron concisas, las suficientes para entrever su cansancio por la importancia de la guitarra española en el mundo y el poco reflejo que se observa en Sigüenza.
Duetto Galante lo forman Miriam Rubio (guitarra romántica) y Luís Llácer (viola). Hace un año, con motivo de una visita de Miriam y su familia a casa de José Luís y Marian en Guijosa, estos, aprovecharon para invitar a la guitarrista a dar un concierto en Sigüenza. Miriam procede de una saga de lauderos (violeros) de Paracho (México) y conoció a José Luís durante un curso de construcción de guitarra que dio allí hace años, pero ella se ha dedicado a la interpretación, ha dado conciertos por México y EEUU; su guitarra es una copia de la René Lacôte 1800 construida por su padre, el laudero mexicano Guillermo Rubio. Luís Llácer es el único catedrático de viola del conjunto de Conservatorios Superiores de Música de España, toca una viola construida en 1760 por C.F. Landolfi. Los estupendos arreglos realizados por Miriam sobre piezas del siglo XVIII conjuntan perfectamente con los dos instrumentos de la misma época. Su aparición en escena ataviados con indumentaria de época, elegante y soberbia me preparo para escuchar el programa de “Dos suites y dos fandangos”.
En la primera parte una suite de M. Marais y un fandango de D. Scarlatti, presentaban en ambos casos la circunstancia de existir grandes dudas sobre la atribución a dichos autores, pero para el público significó entrar en el puro barroco, encajando perfectamente el cante de la viola con el continuo de la guitarra. Los aplausos no esperaban al final de la suite y se dieron en cada parte. Tras un descanso, en un arreglo curioso, escuchamos la sexta de las suites para chelo solo de J.S. Bach, donde la viola encajó bastante bien en el papel del chelo; evidentemente el sonido de la viola no es igual, tiene más brillo y menos dulzura, pero me gustó. La guitarra se mantuvo de apoyo, como si se tratase de un clave, demostrando su capacidad de acompañamiento. Un fandango de A. Soler fue el broche del concierto con su repetición insistente de la guitarra (como si de una folia se tratara) que tomó un poco más de protagonismo que en las suites, uno y otro instrumento alternaban en el desarrollo. En todo el concierto la viola se mantuvo más apianada para dejar oír a la guitarra, pero claro no es la guitarra actual que aporta más sonido. Una gran ovación fue el cierre de ese rato maravilloso donde estuvimos como transportados a un salón de palacio mientras escuchábamos música. La propina fue un bis del capricho de la suite de Marais con gran ovación final para los músicos.
Hacía ocho días que en el mismo recinto escuchaba a los alumnos de guitarra de la Escuela Municipal de Música de Sigüenza, tristemente, ninguno acudió a este concierto, ni al anterior de Andrea Dieci. Qué pena; si los padres se encargan de llevarlos y traerlos a las clases de música, deberían traer a sus pequeños guitarristas a estos conciertos que es también parte del proceso de formación musical. Muchas gracias al Duetto Galante y a la Asociación de Violería, un lujo que no logró el aforo que merece.