A lo mejor conocéis esta ciudad por el nombre de un período geológico que se llama “pérmico”. La ciudad de Perm existe, estuve allí de vacaciones este verano. Se encuentra al oeste de los Urales, (Rusia) tirando al norte, en el río Kama; escribo “Kama” para no escribir “Cama”.
Allí en Perm se guarda una colección única en su género, la de escultura eclesiástica rusa de madera: figuras de Cristo, de la Virgen, de los santos, etc. procedentes de las iglesias de la región. Muy familiar en España, allí en Rusia el tallado de madera de las figuras sagradas ha sido un arte marginal, medio ilegal, por lo menos desde el principio del siglo XVIII. El Sínodo, que fue fundado entonces por Pedro el Grande como supremo poder eclesiástico de Rusia muy ligado al poder imperial, en varias ocasiones durante los siglos XVIII y XIX se manifestó en contra de este tipo de imágenes. ¿Por qué?
Antes de contestar a esta pregunta, hay que decir que por lo visto la escultura eclesiástica de madera estaba extendida por todo el territorio ruso, hay ejemplares aislados en los museos locales de otras regiones. Después de la revolución de 1917 todo lo que quedaba en iglesias acabó, en el mejor de los casos, en los museos, si no destruido. Pero parece que en la región de Perm sí que había un verdadero “yacimiento” de estas figuras. Como ocurre muchas veces, las “puso en valor” un entusiasta, fascinado por ellas, que organizó en los años 20 del siglo pasado varias expediciones para buscarlas y recogerlas. En la región de Perm (en las fuentes de los siglos XV-XVII aparece el nombre de la Gran Perm, un territorio muy extendido y difuso) desde hace siglos vivían pueblos de lenguas ugrofinesas, como mansi, komi, mordvinos, y también vivían tártaros, chuvasios y otros. Los primeros rusos aparecieron allí en el siglo XV.
Los aborígenes, los típicos cazadores y campesinos paganos, fueron convirtiéndose al cristianismo a trancas y barrancas. Acostumbrados a hacer sus ídolos de madera, cambiaron el chip y empezaron a tallar las figuras del nuevo santoral. Pero en cierto modo siguieron tratándolas como ídolos, según opinan algunos investigadores. Es decir, veían en ellas no representaciones de Dios y de los santos sino directamente dioses. De hecho, explotando esta tesis, la exposición de la famosa colección de Perm se llama “Dioses de Perm” (al público solo se expone, en un museo local, una parte de la colección). Siempre se pone un ejemplo: a estas figuras, igual que lo hacen en España, las vestían con ricos trajes, les ponían zapatos; y a una de ellas de vez en cuando le cambiaban el calzado “gastado”, es decir estaban convencidos que el personaje andaba por ahí, llevaba su vida independiente. A los poderes eclesiásticos no les gustaba nada este fetichismo, el atavismo pagano, por eso prohibían la escultura. Pero en los bosques de Perm, donde “el zar está demasiado lejos y Dios demasiado alto”, según un dicho ruso, la gente seguía con lo suyo.
Esta es una versión de por qué la iglesia ortodoxa estaba más bien en contra de esta escultura. Otra versión es menos poética y consiste en que simplemente la idea de tallar las figuras de santos de madera llegó a Rusia desde la Europa católica (que, recordemos, incluía a Polonia y una parte de Ucrania, relativamente cercanas) y la iglesia ortodoxa tomaba muy mal cualquier influencia católica.
Es curioso que el decreto del Sínodo de 1722 prohibió tener en las iglesias “iconos” tallados, “ingeniados por los artesanos torpes o malintencionados, porque no tenemos artistas de vocación, y se atreven a tallarlos unos analfabetos de lo más inculto”. ¿No es esto una señal de que este arte gozó de verdadera popularidad?
Las figuras más antiguas de la colección de Perm datan del siglo XVII. Hay varios motivos repetidos y hay unos santos especialmente queridos, como San Nicolás “de Mozhaisk”. Parece que la imagen que más inspiraba a la gente era la de “Cristo en la cárcel”. La figura de Cristo solía colocarse dentro de una “cárcel”. La postura era siempre la misma, era un canon pero ¡que gama de expresiones faciales! A veces en las caras de estas figuras se distinguen claramente rasgos aborígenes. En cambio otros personajes, habitualmente de segundo plano, parecen paracaidistas del arte europeo.
Gente de la etnia komi-permiak.