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Con todas las localidades vendidas, el pasado sábado 28 de Enero, las Travesañas acogió en su escenario al increíble trío formado por Jorge Pardo, Munir Hossin y Michael Olivera, que supieron caldear mágicamente la fría noche de invierno seguntino con una muestra del mejor jazz que hoy en día puede disfrutarse en directo. Es un gran lujo tener la oportunidad de ver y escuchar a estos tres grandes músicos jugando juntos en la distancia corta de este pequeño templo de la buena música que la audacia y tenacidad de Mari Carmen Hernando nos ofrece a los seguntinos. El maestro Jorge Pardo – primer español en recibir el prestigioso premio de la academia francesa de jazz, “mejor músico europeo de Jazz” en 2013 – bromeó diciendo que ya era hora de que ese rincón tan especial le invitara a su escenario: “después de mucho insistir por fin lo he conseguido”. Ahora que lo ha pisado seguro que insistirá de nuevo.

El trío ofreció un repertorio variado con temas de muy largo desarrollo y siempre sorprendente transformación – auténticos viajes de exploración e insospechado retorno  - que aunó el pulso festivo del groove con el intimismo más intenso, un “jazz” en el que confluyen tantos ritmos, tantos ecos, tan del corazón y de la razón al mismo tiempo, que deja pequeño el concepto “fusión” para describirlo: todas las músicas son la música y en el diálogo de estos tres “monstruos” pudimos ser testigos de su permanente recreación – más un acontecimiento que un concierto. El brasileño Munir Hossn - al bajo y la guitarra eléctrica, saltando del uno al otro, haciendo de ambos un instrumento ampliado cuyos fraseos acompaña con su precisa y preciosa voz, derrochó energía y entusiasmo y ofreció solos tremendamente imaginativos y juguetones que arrancaron bravos a un público contagiado de su alegría expansiva y que terminó el concierto entregado acompañando en los coros al genial músico. El joven baterista cubano Michael Olivera estuvo sublime, derrochando elegancia y tensión en sus magistrales yuxtaposiciones rítmicas que transportaban con gran intensidad a los músicos y la audiencia en su periplo; volcado sobre su batería, todo atención, todo imaginación, hacia el final del concierto nos brindó un brillante solo que recibió una sonada ovación. El maestro Jorge Pardo – a la flauta travesera y el saxo tenor –, como no podía ser de otro modo, hizo honor a la calidad, calidez y sensibilidad que le han llevado a ser uno de los grandes músicos e instrumentistas del jazz de todos los tiempos; a mitad del concierto, solo sobre el escenario, a la flauta travesera, nos regaló un emotivo y emocionante recuerdo al gran Paco de Lucía, Zyrab, amigo al que acompañó durante tanto tiempo; una autentica delicia.

Con estos elementos era difícil que no aconteciera una noche mágica, que se alargó en los bises más de lo programado ante la insistencia de un público que no quería que cesase la magia. Sin duda uno de los ingredientes que hace tan especiales estos conciertos es que el rincón de la “compinche” Mari – como la llamó Jorge Pardo – se les ofrece a estos grandes músicos como un lugar entrañable, familiar, en el que pueden jugar y disfrutar libremente de su música. Que nos dure mucho.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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