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Un momento de la función

La poesía que andaba por las calles se nos coló en El Pósito. Fue el pasado 15 de marzo a las 7 de la tarde y fue un privilegio. Se trataba de un montaje sobre poesía llamado “La poesía anda por las calles”, realizado por diez artistas de distintas nacionalidades en cuatro idiomas distintos (francés, portugués, italiano y español) en el que se conjugaba la poesía con la música y la escenografía de una manera brillante, con la temática de la libertad como elemento conductor.

El espectáculo se creó con motivo de la celebración del Día Mundial de la Poesía y tras el preestreno en Sigüenza, se estrenó en Guadalajara el 17 de marzo, también con gran éxito.

Durante la actuación, los artistas jugaron con los poemas y a veces los cantaban, a veces mezclaban los idiomas, a veces mezclaban los poemas, y a veces no se podía distinguir entre la música, el poema y la interpretación. A esas alturas lo de descifrar el idioma se había vuelto una tarea irrelevante.

La unión desigual de la palabra, la melodía y la actuación hacían más rico el espectáculo porque en ocasiones tomaba el protagonismo el poema, y la música lo acompañaba como si fuera una nana, a la vez que la artista se acunaba con sus movimientos a sí misma, al poema y al público. Otras veces la interpretación sobresalía y el artista declamaba su poema y su desgarro y su dolor o su miedo, y daba igual el idioma, daba igual que no entendieras cada palabra porque lo que sí que entendías era el sentimiento del poema.

También había momentos en que la música mandaba y todo lo demás era su acompañamiento. Entonces las palabras se hacían y deshacían al son de los ritmos locos y apasionados, y los artistas bailaban y se movían, aparecían y desaparecían, y la música mandaba sobre todos.

Cuando se combinaban los idiomas en un mismo poema resultaba curioso notar las similitudes (al ser las cuatro lenguas de raíz latina) y a la vez la sonoridad similar pero con tantos matices que las distinguían. Igual que cuando intercalaban versos de distintos poemas simultáneamente y te veías capaz de seguir los distintos argumentos de una forma más intuitiva que racional.

Por no faltar, no faltó ni el humor, de la mano del improvisador que en dos ocasiones nos premió con su arte inventando versos en el momento inspirado en sus compañeras y compañeros, en los propios poemas y en las palabras del público.

En resumen, con la temática de la libertad como herramienta para derribar muros entre personas y culturas se creó este espectáculo y de verás que lo han conseguido, porque han desbaratado las fronteras entre los idiomas, las artes y las expresiones artísticas que confluyen en su montaje.

Lo dicho: un privilegio.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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