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Jesús Carrasco con un grupo de participantes en el taller

Los días 5, 6 y 19 mayo tuvo lugar el Taller de microrrelatos en el Aula de Estudios Sociales de Sigüenza Universitaria. Estuvo a cargo de Jesús Carrasco Vayá.

Aunque en los últimos años el microrrelato goza de gran visibilidad no es, ni mucho menos, un invento reciente. Se pueden rastrear sus orígenes muy lejos.

Tanto si viajamos atrás en el tiempo, sea siglos o milenios, como si exploramos los cuatro puntos cardinales del planeta. Fácilmente podremos encontrar piezas literarias muy breves que aparecen, por decirlo así, con vida propia, y otras incrustadas en obras más extensas de los más variados géneros literarios. Para el lector interesado hay un libro donde se recoge una selección de relatos hiperbreves de distintos autores y épocas .1  

Pero vamos a tratar de acotar, limitar, definir, en suma, lo que es un microrrelato. Por suerte el nombre que reciben en español estas piezas literarias es una definición en sí mismo. Porque son relatos, cuentos, muy pequeños. Ese hecho, los diferencia sustancialmente de otras piezas escritas de corta extensión como es el caso de algunos poemas, de los aforismos y las greguerías. Coinciden todas estas formas literarias en la obsesión por conseguir la palabra justa. Es imprescindible encontrar el término adecuado, el específico para esa ocasión. La concisión es una característica fundamental. Gran parte de la efectividad de esas piezas consiste en lo rápido y hondo que entran en el lector y cómo se expanden en su interior. Pero son vehículos distintos y conviene no olvidarlo para no tratar de que actúen de maneras que no les son propias. En algunas formas poéticas, por ejemplo, hay límites en cuanto a la extensión. Puede ser en el número de versos, de sílabas o de ambos. En el microrrelato la extensión (máxima o mínima) no está establecida a priori. La mínima sería la de una frase con sentido y la máxima, siguiendo a Eduardo Berti en el libro mencionado, unas trescientas palabras. Pero es una limitación aproximada; en absoluto canónica.

Las diferencias con el aforismo y la greguería son no sólo de extensión, también de intención. El aforismo plantea pautas de conducta. La greguería, el invento de Ramón Gómez de la Serna, es breve por obligación: se trata de una metáfora y su naturaleza necesita, para iluminar con el brillo de la comparación inesperada, ese requisito. El microrrelato, vital no olvidarlo, es un cuento y como tal hay que tratarlo. Hay un protagonista y este no es el mismo después del suceso referido: sufre un cambio. Da igual si es grande o pequeño, la consecuencia es que no sale indemne; algo a partir de ese momento es distinto. Lo especial, en el caso que nos ocupa, es lo breve de la propuesta y la persistencia posterior. En efecto, todo se desata en un tiempo y un espacio cortos: lo que tardamos en leer unas pocas palabras escritas en un trozo de papel. Pero luego se despliega dentro, crece y se desarrolla como una semilla que germina en el sustrato de nuestro yo más profundo, haciendo vibrar conexiones en rincones insospechados.

1 “Los cuentos más breves del mundo” Edición y prólogo a cargo de Eduardo Berti. Editorial Páginas de Espuma. 2008.

Jesús Carrasco Vayá

Algunos ejemplos de microrrelatos del Taller

El emperador y el poeta

El emperador Chan, en la antigua China, tenía un hijo. Quería que fuera guerrero como él porque eran tiempos terribles. Sin embargo el príncipe quería ser poeta. Un día aparecieron los Chiguan para empezar la guerra. Había más guerreros que granos de arena en el desierto. El príncipe habló a los enemigos desde las murallas de la ciudad. A través de sus palabras habló el espíritu de los dioses y las flechas se convirtieron en flores y los caballos de guerra en palomas. Eso sucedió el día que empezó la paz en la antigua China.

Christian Dioh

El abuelo Paco

Una gran luz, que flotaba como una nave espacial en el aire despertó al abuelo Paco. Se levantó de la cama y abrió la puerta. La luz se transformaba, unas veces parecía un árbol, otras una piedra. El abuelo estaba asombrado viendo esa maravilla frente a sus ojos. En un momento notó cómo su cuerpo cambió y sintió que era joven de nuevo. Supo entonces que podía hacer lo que nunca había podido, leer. El joven Paco leyó sin parar hasta que fue viejo otra vez.

Christian Dioh

El tren
Como todos los días el tren corría mirando al frente. Llegando a Sigüenza, era primavera, vio en medio de las vías una amapola roja y brillante que le daba la bienvenida. El tren, animado, pasó sobre ella. Y con la luz de posición trasera, color amapola, le dijo adiós porque no sabía si la vería al día siguiente.

Daysi Gómez

Dime con quién andas y te diré quién eres
Anduvo años buscando una buena amistad. Pero siempre acabó notando que aquella unión se rompía porque no era conveniente. No conseguía quitarse de la cabeza un refrán. Ese que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Un día ella halló una buena amistad, alguien que la hacía mejor y mejor cada día. Para su sorpresa, acabó comprendiendo que ella era la amistad que a la otra persona no le convenía. Ahí decidió cambiar, ser tan buena amiga que todos quisieran andar con ella.

Daysi Gómez

La avisaron por la mañana pero no lo quería creer. Sin embargo, al ir a vestirse, tuvo una corazonada y la siguió. Dejó en la percha su capa roja con capucha y se puso una sudadera azul. El corte de pelo de la tarde anterior hizo el resto para confundir al lobo feroz y que no la asaltara cuando fue a ver a su abuelita a Barahona.

Escribano Hortelano

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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