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Son unos cuantos conciertos los que nos hemos perdido en estos meses y no os voy a contar nada que no he escuchado, incluso puede que ya no se programen hasta dentro de bastante tiempo. Este encierro cada uno lo habrá pasado como buenamente haya podido, yo, como otros, he aprovechado para ponerme como tarea hacer cosas pendientes, de esas que siempre te acusan y parece que te dicen: ¡a ver cuándo te pones con…! pues llegó el momento y las he hecho (no todas, claro). Luego, para entretenimiento y compañía, los libros y la música han sido con diferencia la puerta de escape. La ausencia de ruidos ha resultado maravillosa. También ha sido tiempo de reflexión, creo que hemos dado su importancia a los profesionales que realmente la tienen. Me refiero a los trabajadores de la sanidad, la enseñanza, la limpieza, el transporte, la UME, la seguridad y vigilancia, las organizaciones no gubernamentales, y alguno que me dejo; toda esa gente que se ha reinventado para hacer frente a la pandemia aportando soluciones, para todos ellos mi aplauso; también, como no, para las iniciativas particulares como la de la Peña Seguntina del Atlético de Madrid con su colecta y logro de elementos protectores cuando no había nada de ello en residencias, ambulatorio y policía (¡ole y ole!). En cuanto a las cosas importantes, en lo personal, las que han mitigado mis miedos durante el autosecuestro responsable, han sido tocar un instrumento, escuchar música y leer, esto, junto con los sueños nocturnos, me ha servido para digerir la bomba informativa diaria sin quedar tocado (creo). ¡Qué importante ha sido la cultura e internet en estos días! Gracias a ello, a mí que siempre me ha gustado la radio con todas sus variantes, Nacional, Clásica, 3, etc, ahora con el invento de “a la carta” de RTVE, hasta he visto televisión: series, documentales, informativos, cine, clases de inglés, etc. Y una grata sorpresa: rebuscando en sus archivos me he topado con una serie radiofónica que escuché antes de los 90 del pasado siglo en “Los clásicos de radio clásica”. Y es que cuando algo está bien hecho perdura. El título de la serie era “Memorias de Charles Burney” y fue preparada por Luis Carlos Gago en traducción que el mismo realizó del inglés, eligiendo muy bien la música para acompañar los relatos de Burney en primera persona. Le puso voz el magnífico doblador José María del Rio. Vamos, una joya todavía a disposición del que quiera:
https://www.rtve.es/alacarta/audios/los-clasicos-de-radio-clasica/

La única pena es que no están los 52 capítulos, faltan algunos. Se los reclamé al Defensor del espectador y radioescucha de RTVE D. Ángel Nodal, quien muy amablemente me contestó, pero deduzco que no lo harán. Enredando por ver si estaban traducidas y publicadas las memorias o el libro en que se basan, encontré una edición del 2014 preparada por Ramón Andrés (no por Gago) y me faltó tiempo para pedírselo a nuestra librería Rayuela; ya lo tengo, lo voy devorando y me gusta tanto como la serie. La música y la literatura se fusionan maravillosamente en este curioso libro de viajes. Viaje musical por Francia e Italia en el siglo XVIII.

Vale, os digo quien era Charles Burney: este señor, nacido en 1726 en Inglaterra, fue un músico que se ganó la vida enseñando música y tocando el órgano en la iglesia, era historiador y musicólogo; cambiando de residencia por motivos de trabajo o salud también estuvo un tiempo en Paris. Siempre tuvo alumnos de música y compuso diversas obras; por las noches se entregaba a la literatura, siendo muy apreciados sus escritos y siendo más conocido por ellos que por sus composiciones. Tenía en su cabeza la idea de que faltaban libros sobre la música, su procedencia, las corrientes, los compositores, los instrumentos y escribió La Historia General de la Música gracias a su gran biblioteca musical. También le preocupaba la música que se hacía en Europa y decidió llevar a cabo dos viajes, uno por Francia e Italia y otro por los países alemanes y países bajos. Se lo pagó de su bolsillo. Obtuvo cartas de presentación por medio de sus amistades, gracias a las cuales accedió a los sitios más importantes y contactó con personajes relevantes. Conciertos, representaciones teatrales, museos, academias, conservatorios y editoriales de libros y música; todo o casi todo fue recorrido, escuchado, contactado y anotado por este inquieto viajero. Esa recopilación le convirtió en un magnífico escritor de viajes bien documentados haciendo una impresionante radiografía musical de aquella época (1770). Para sufragar los gastos de la publicación de sus libros recurría a eso que hoy conocemos como micromecenazgo o crowfunding (no era el único), consiguiendo suficientes suscriptores con el compromiso de que si no alcanzaba la cantidad total el proyecto se cancelaba y se devolvía el dinero a cada uno. Impresiona ver lo que le dio de sí la vida sin luz eléctrica. Acabo y digo que esta sorpresa me la ha deparado el encierro, que aun la disfruto y que ya salgo al campo, que este año se ha engalanado tras las lluvias para recibirnos en nuestras salidas.

Es la primera vez en nuestras vidas que nos hemos recluido a petición del gobierno para evitar la propagación de un virus desconocido. Los medios y redes, al no saber realmente nada de nada, han fantaseado y mentido a placer, hasta el hartazgo. Ahora que vamos saliendo de los escondrijos que han sido nuestras casas, nos reencontramos a distancia enmascarados y nos alegra ver que amigos y conocidos están bien; sin embargo, más que el bicho, que también, me preocupa la polarización política que se ha producido de forma exponencial en estos dos meses, auténticos excesos verbales y de todo tipo que están contagiando más que el virus, relajémonos por favor, la vida sigue aunque no para todos. Salud y música.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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