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De los cartones de su mercería al escenario: Ana Marín García, a los 94 años, ve por fin representada una de sus obras de teatro.

 

Ana Marín García en su casa de La Miñosa, bajo el letrero de la mercería que regentó en la calle Minas, de Madrid. Foto: Cherra Ortega.

En La Miñosa nos contaron que algo extraordinario estaba a punto de suceder. Gente maja y generosa estaba ensayando para representar Joyas en la ceniza, una de las obras de teatro escritas por Ana Marín García, una vecina muy querida y respetada en el pueblo. La iniciativa buscaba rendirle homenaje en vida y cumplir su sueño de ver en escena una de sus creaciones.

Ana no lo sabía. Creía que en la plaza del pueblo se iba a representar una obra cualquiera. Se abre el telón: «¡Que comience Joyas en la ceniza!». «¡Pero si esa obra es mía!», murmuró Ana emocionada.

Entendimos que sería hermoso recoger todo este proceso en un documental para la posteridad: cómo se fue gestando la idea; los ensayos; una escenografía cuidada hasta el más mínimo detalle; hasta el gran estreno, en el que deseábamos capturar la reacción de Ana ante la sorpresa.

 

Portada del documental Joyas en la ceniza, de Cherra Ortega.

Antes de la función —y sin desvelar el misterio de la obra— organizamos una entrevista con la autora para que nos explicara de dónde nacía su necesidad de escribir y por qué eligió precisamente el teatro como vehículo de expresión.

Nacida el 8 de junio de 1931, a Ana le tocó atravesar en su infancia los años más duros de la posguerra. Desde la infancia, Ana mostraba un talento especial para entender a las personas y transmitir sus ideas con claridad. Lo demostró ayudando a su madre a vender bizcochos por las calles; acudiendo a los 15 años a una escuela nocturna para aprender a leer y escribir; trabajando como cajera en una tienda de ropas; o ayudando a su marido los días festivos en la mercería que ambos inauguraron en 1963 en la calle Minas, de Madrid.

Cuando su marido murió, Ana cerró la mercería durante una semana para reflexionar: «Voy a ver si valgo para sacarla adelante». Y por supuesto que lo hizo. Fue precisamente detrás de aquel mostrador donde comenzó a transformar los grumos de la realidad, de la memoria y de su inagotable imaginación en sus primeras obras de teatro, escritas en los cartones blancos que servían de soporte a los embalajes de las camisas.

Detrás del mostrador, mientras vendía agujas, hilos y botones, inventaba personajes y tramas que luego pasaba a limpio con la ayuda de Paloma Hidalgo, quien mecanografió y corrigió las faltas de ortografía de sus tres primeras obras. La chispa, confesó Ana, le llegó tras asistir a una representación de teatro infantil: «Cuando salí, yo eso lo veía muy fácil. Eso lo puedo hacer yo».

Ana ha creado un total de trece piezas teatrales, algunas inspiradas en la vida cotidiana —como Modistas y modelos o Carmelilla— y otras completamente inventadas, como Joyas en la ceniza. Para ella el teatro fue siempre un refugio, un espacio donde dar rienda suelta a la imaginación, pero también donde deshacer nudos que enturbiaban el ánimo o abordar asuntos que la vida parecía dejar de lado. Escuchar y observar con paciencia, de ahí brotó su teatro.

El 23 de julio de 2025, la Compañía Inestable de La Miñosa llevó al escenario Joyas en la ceniza, brindando a su vecina un reconocimiento inesperado. La plaza del pueblo se llenó de risas y aplausos, que Ana confesaba seguir escuchando cada noche en su cabeza antes de dormir.

 

Ana en un momento de la entrevista para el documental Joyas en la ceniza. Foto: Cherra Ortega.

Un mes después, el 23 de agosto, se proyectó el documental dirigido por Cherra Ortega, que recoge toda la historia expuesta en este artículo.

Ana conserva una lucidez extraordinaria. Sus recuerdos son precisos, su memoria viva, y su manera de narrar nos sumerge de lleno en sus historias. Y son esas historias, en esencia, pequeños placeres que hacen que la vida valga la pena.

Virginia Mas

Enlace al documental JOYAS EN LA CENIZA

 

 

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