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La Asociación Profesional de Empresarios Seguntinos (AES) y el Ayuntamiento, presentaron este año tres conciertos y el “XXVII Certamen de Dulzaina y Tamboril José María Canfrán”. Decidí acudir a los cuatro eventos y ha resultado una buena idea, pues los he disfrutado mucho. También he guardado el recuerdo que me propongo compartir en estas líneas.

Castijazz: Arrancó con la “Entradilla Segoviana” para situarnos en su quehacer musical. Carlos Soto es el artífice de la formación y tanto con la flauta como con el saxo conduce al grupo al clímax en sus interpretaciones. Sus músicos cambian de instrumentos con facilidad y una gran calidad interpretativa. De Carlos, lo que no me gusta es su voz, prefiero de lejos la de su compañera María Desbordes; nítida, cristalina y natural. Su base de arrancar de un sonido típicamente castellano para jugar con toda la música, se mostró, por ejemplo, en un romance acompañado con un “sitar” hindú, y es que al guitarrista no se le pone nada por montera. Con las notas del clásico “Pingacho”, de Cogeces del Monte, tramaron una “Tarantela” genial, a la vez que los músicos iban siendo presentados. En conjunto hicieron lo que indica su nombre; bailar la jota y el jazz. Con la sala a rebosar, hubiéramos salido bailando de no haber butacas.

Hexacorde y Vanesa Muela: Es una formación tan buena como la anterior y que también juega entre sonidos tradicionales castellanos y los de cualquier parte del mundo, pero apoyándose de firme en la dulzaina o el pito castellano que, en perfecta armonía con la flauta travesera, el saxo o el clarinete, hicieron un repertorio donde siempre queda la música de “raíz”. A Vanesa Muela le basta el acompañamiento de los pitos de las manos del público para cantarse una cantiga sefardí, pero participó con el resto sumando sus percusiones y su voz tan característica, afirmada y aprendida desde la infancia, un valor seguro. Rafael Alonso, flauta, y Fernando Llorente, dulzaina, pito o clarinete, forman el armazón del barco donde el resto de músicos se acoplan con fuerza y sabiduría. Héctor López, en cualquier momento, dejaba la batería para soplar el clarinete y doblar con Fernando o se destacaba en un solo con aires de música “klezmer”. La sala, a rebosar, volvió a vibrar y a danzar (en la butaca).

Cantigas de Sefarad: Trío formado por Pilar Cubero y los hermanos Baleta. Después de las explosivas actuaciones anteriores, fueron los encargados de conducirnos al viaje musical “El Camino Sefardí” con el mismo sosiego que un barco a vela por el Mare Nostrum en calma. Los hermanos se encargaron de acompañar las obras con vihuela de mano, laúd, vihuela de arco y percusión básica. De maneras dulces, suaves, recogidas, dejan a Pilar que destaque con su voz de soprano, medida, cuidada y con técnica clásica que, sin embargo, no me convenció para este tipo de repertorio; me parecieron más idóneas las voces de María y Vanesa, que también cantaron las piezas sefardíes: “La Rosa Enflorece” ( María con Castijazz) y “Las Tres Clavinas del Enamorado” ( Vanesa con Hexacorde). Se trató de un concierto más didáctico y rico en los pequeños detalles, sutilezas que muchas veces no percibimos.

XXVII Certamen de Dulzaina y Tamboril José María Canfrán: Cita tradicional en el día de San Vicente. Este año me ha resultado de trascurrir lento, con un presentador cansino y poco vibrante, voz flaca, monótona y nostálgica (creo que la locución no es su fuerte…). Ocupó demasiado tiempo que debería haber sido música. Abrieron los “Dulzaineros de Segovia y Cuéllar” con buen hacer. Los “Dulzaineros de Sigüenza”, hermosamente uniformados, presentaron buenos palos y ganas. También sus reconocimientos a Nacho Amo, como folklorista, Juan Antonio Martínez Gómez Gordo y a destacados dulzaineros: José María Canfrán, José María Silva Naveros y Pepe Palau Ruiz. Los “Dulzaineros de Campos” (Palencia) que, en mi opinión estaban cansados, aportaron poca cosa. Pero en el postre estaba la guinda y “Garrofera Borda” (algarrobo gordo) de Foios (Valencia) fueron otro tocar; más, mucha más música, trabajo, investigación y dedicación. Se manifestó de inmediato llenando el aire de brisa fresca. Pudimos escuchar, por ejemplo, un arreglo sobre una obra de Michael Praetorius (siglo XVI), o bien, otra pieza de origen balcánico con aires gitanos: y es que la dulzaina puede sonar fuerte (lo habitual), medio fuerte (no tan frecuente) o piano (lo raro) y hacer un guiño a obras de cualquier época o país, como puso de manifiesto este gran grupo.

Lo dicho, a seguir disfrutando de la música local y foránea con las miras bien altas para siguientes ediciones.

Sajor

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