Una maravillosa mañana, casi de primavera, con luz castellana, solazo y aire nítido, solo invitaba a estar al aire libre; Sigüenza acababa de despedir a los caminantes de la marcha 22-M y “La Alameda” contemplaba una carrera popular. Tras un serio almuerzo en compañía de un amigo y los campanazos dominicales de la catedral, nos arrimamos hasta “El Pósito”, donde se presentaba una “Conferencia-Concierto” de Pau Gil, pianista, concertista, socio fundador de Bell’Arte, jurado en concursos y profesor en clases de la misma sociedad.
Se veía venir, en la sala nos encontramos pocos y dispersos ante el piano del escenario, y el interprete-conferenciante nos pidió arrimarnos a las primeras butacas para no usar micro. Dejó el escenario y bajó a nuestro lado para que pudiéramos incluso ver las partituras que íbamos a escuchar. Comenzó por aclarar el título que había elegido, “EL SONIDO Y EL INSTANTE”, era una reflexión sobre la influencia de la música oriental en la occidental, para lo cual nos proponía tres compositores: Claude Debussy (1862-1918), Olivier Messiaen (1908-1992) y Emilio Calandín (1958-), influenciados por la música y la cultura de oriente. Sin embargo los íbamos escuchar en orden inverso. Primero a Calandín con su pieza “Acróstico”, desarrollo musical de “haikus” (poemas breves japoneses) concatenados. Pau nos mostró la información en la partitura, cómo interpretarla para entender mejor la obra. Además de lo contado, lo que escuché me pareció un reflejo de secuencias cinematográficas, donde la música sostiene la escena; con los ojos cerrados me venían imágenes, de repente en unos altos hornos o en una herrería con sonidos estridentemente metálicos, luego sumido en el caos circulatorio de una metrópolis, en una carrera desesperada huyendo de alguien, en una cascada de aguas negras de un día gris, en un inquietante silencio y cuatro notas repetitivas… Al término, Pau volvió al patio de butacas y exclamó: “¿Duro, eh?” Pues sí, 18 minutos de sonidos percusivos, similares a los balineses o javaneses, sacados del piano como mago con chistera, pero con dedos fuertes, enérgicos y ligeros, tocando en los extremos del teclado, las cuerdas sonaban como martillos en yunque. Efecto conseguido.
De O. Messiaen nos contó Pau muchas cosas, entre ellas, que su música reflejaba la influencia de Debussy, la Grecia clásica, la cultura hindú, la japonesa, su fe católica, y le faltó decir su pasión por los pájaros y sus cantos (se consideraba compositor y ornitólogo) a los que imitó en muchas obras. La obra propuesta era una nana (El beso del Niño Jesús) perteneciente a las “Veinte miradas sobre el Niño Jesús”, obra extensa de 2 horas del año 1.944, claramente llena de fe creyente, con acordes escuetos, suspendidos, muy potentes, separados por largos silencios, o seguidos de escalas; costaba imaginar al niño Jesús, mas me pareció un tránsito o éxtasis personal del autor hasta una altísimo clímax para acabar regresando, ya de forma más suave, al estado normal. Desde luego los dedos de Pau son fantásticos y tras estos 13 minutos debían de estar algo doloridos por la exigencia y su mente agotada por la concentración necesaria.
La música denominada “Conjuntos de Gamelán” son de Java y de Bali, se interpreta con muchos instrumentos de percusión, gongs, xilófonos, metalófonos, etc, y acompaña siempre al teatro y otros acontecimientos en Indonesia; Debussy fue muy influenciado por esta música, sus ritmos y sus sonidos. Ahora, a modo de ejemplo, íbamos a escuchar 6 preludios para piano; Pau nos enseñó la partitura que es de solfeo habitual y destacó que resulta muy útil para enseñar a los alumnos de piano. Se clasifican como simbólicas (1.Nieblas, 2.Las hojas muertas), exótica (3.La puerta del vino), mágica (4.Las hadas son exquisitas bailarinas), infantil (5. Brezo ó Bruyères) o burlesca (6.General Lavine excéntrico). La ejecución sin interrupción de los 6 preludios hace que casi no te das cuenta del fin de una pieza y el principio de otra salvo por el carácter de cada una. Con solo estos seis preludios en las manos de Pau Gil pudimos entender mucho de Debussy y sus influencias.
Acostumbrados a los conciertos donde no se dice nada y solo se escucha la interpretación, resulta gratificante conocer los detalles que rodean a un autor y una pieza antes de escucharla, la audición musical resulta así más concentrada e intensa.
Personalmente agradezco a Pau Gil su empeño y maestría. Me quedo a la espera de más conferencias-concierto donde seguir aprendiendo tanto de la obra como de su autor de una manera tan detallada.
Sajor.
PD: Un miembro de la asociación Bell’Arte me comentó al término, que en futuros conciertos de estas características pondrán una pantalla con proyector para mejorar la visión de las partituras. Es buena idea.