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El pasado 26 de abril tuvimos la suerte de escuchar un espléndido y singular concierto con dos jóvenes violinistas, aún en formación, acompañados magistralmente por Bernadetta Raatz al piano.
El planteamiento del concierto fue equilibrado, de forma que en cada parte el violinista correspondiente  se enfrentó a una “Sonata para Violín y Piano” y otra pieza menor con la misma pianista. Al comienzo de la primera y segunda parte el violinista se encargó de introducir brevemente los detalles de la música que íbamos a escuchar; creo que el público aprendemos y agradecemos mucho el detalle.

Javier Losa y Bernadetta Raatz comenzaron la primera parte con la sonata, en este caso una obra de 1917 de Claude Debussy, melancólica y burlesca, con tintes impresionistas, no se trata de música “al uso”, su objetivo es generar sensaciones no que prevalezca una melodía. Con el oído atento se apreciaron los difíciles diálogos entre el violín y el piano muy bien ejecutados.

Seguidamente escuchamos “Tema y Variaciones” (1932) de Messiaen; tras la exposición del tema llegaron las cinco variaciones sin apreciar el paso de una a otra, quedando patente la gran exigencia de la obra tanto para el violín como para el piano. ¡Bravo Bernadetta y Javier!

La segunda parte, con Ismael López y Bernadetta Raatz comenzó con la sonata, obra de 1927 de Maurice Ravel (el del “Bolero”), en ella se aprecia la influencia de la música norteamericana del siglo XX, el “Jazz” y el “Ragtime”. Si en el “Allegreto”  inicial me llegaban ecos de Aaron Copland, en el último movimiento la evocación a George Gershwin fue total en esa especie de zumbido de moscardón. El segundo movimiento tiene el nombre de “Blues” y es precioso, el violín con golpes arrastrados sobre la cuerda me sonaba como un banjo mientras el piano imitaba a un contrabajo. Dijo Ravel que con esta pieza quería demostrar “la incompatibilidad del piano y el violín”, pero yo no la veo, todo lo contrario.

Con la “Introducción y Rondó Caprichoso” (1863) de Camille Saint-Saëns, obra creada a petición de un jovencísimo Pablo Sarasate regresamos al siglo XIX donde la música española en París estaba de moda, la interpretación con características de virtuosismo en el violín fue excelsa.

Lástima de propina no recibida, nos quedamos con las ganas de oír a los tres intérpretes juntos.

No sabría decir de los dos violinistas quien es mejor pues ambos son dos magníficos músicos, conocen bien su instrumento y lo demostraron en todas las obras. Javier Losa se enfrentó con el hueso duro de roer por las obras escogidas, pero brilló tanto como Ismael López con música más habitual para el público. Bernadetta Raatz sublime.

Gracias siempre a Bell’ Arte y en esta ocasión especialmente a Bernadetta.

Viñeta

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