La excelencia del arte de pintar. La ciudad del Doncel, merced al proyecto Sigüenza Universo Greco, se ha sumado a los importantes fastos conmemorativos del IV Centenario de la muerte del pintor Domenikos Theotokopoulos, universalmente conocido como El Greco. Una espectacular y valiente tarea que ha desbordado toda expectación. Desde el pasado verano, en la panda norte del claustro de la catedral, en la antigua capilla de la Concepción, bajo bóveda estrellada de ocho puntas, enmarcado en el primitivo retablo plateresco, un óleo del afamado pintor cretense, intitulado La Anunciación, pregona su etérea belleza. Una exquisita composición creada en su taller pictórico de Toledo en los primeros años del siglo XVII, con la asistencia de su hijo, Jorge Manuel Theotokopoulos y, posiblemente, la de su ayudante y criado, el italiano Francisco Prevoste. Hablar de El Greco, hombre adelantado a su tiempo, icono de libertad de los pintores vanguardistas del pasado siglo, es proclamar a un personaje oriental, errante y meditativo, pintor de lo invisible y oculto, amigo de intelectuales y poetas, dueño de un arte innovador alejado del gusto naturalista de la corte de Felipe II. Su vasta obra, olvidada durante mucho tiempo, brilla ahora en la plenitud de su encanto.
El lienzo seguntino, iluminado por refulgentes colores, se hace hoy muy cercano y actual. La dulzura del rostro de la Virgen, sorprendida por el ángel en su lectura, aparentemente reclinada sobre una escribanía; la ingravidez del mensajero celestial, con sus manos inusualmente recogidas; las estilizadas figuras vestidas con plegados ropajes, y la pasión luminosa del Espíritu Santo, orlado por aladas cabezas de querubines, componen tentadores rasgos de modernidad. Un impagable regalo para la mirada del asombrado visitante.
Muchas interrogantes se suceden sin pausa, al contemplar La Anunciación expuesta en la catedral de Sigüenza: ¿En qué fecha llegó el lienzo al templo seguntino? ¿Quién fue su secreto donante? ¿Hubo otros óleos de ilustre artista en la ciudad? Poco se sabe. Curiosamente los clásicos historiadores seguntinos, anteriores al siglo pasado, no mencionan tan notable pintura en sus crónicas y escritos. Este detalle, difícil de explicar, nos lleva a suponer que, probablemente, La Anunciación no formara parte del tesoro seguntino hasta los primeros años del siglo XX, un tiempo convulso y bárbaro en el mercado del arte. Gloria de las Heras, vicepresidenta de la fundación Ciudad de Sigüenza, ha desvelado recientemente, en un interesante artículo publicado el La Plazuela, la existencia de otras dos pinturas de El Greco, procedentes de la catedral de Sigüenza, atesoradas hoy en el Museo de Bellas Artes de Budapest. Oscuro asunto que invita a emprender una seria investigación histórica y periodística. En cambio, la historia reciente de la restaurada pintura consta en archivos y documentos. Recordemos su andadura.
En el mes de septiembre de 1936, La Anunciación, junto con los tapices flamencos y otras valiosas piezas del patrimonio artístico de la catedral, son entregados, por las milicias republicanas asentadas en la ciudad, a la Junta de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. El óleo seguntino queda depositado en el Museo del Prado. En noviembre de ese año, ante el avance de las tropas nacionales, el gobierno de la República se traslada a Valencia, llevando consigo las más relevantes obras de la pintura española. Varios centenares de lienzos y tablas, entre los que se encuentra La Anunciación, inician un largo y penoso peregrinaje, no exento de riesgos. En el invierno de 1939, siguiendo los pasos del gobierno republicano, las muy valiosas piezas son conducidas a la localidad gerundense de Figueras. A finales del mes de enero abandonan España, con destino a Ginebra, donde quedan al amparo de la Sociedad de Naciones. No cabe ninguna duda. El lienzo seguntino figura en el inventario de las obras evacuadas, realizado en la capital helvética, “en la página sesenta y nueve, referenciado con el número 27, A”, según ha comprobado Arturo Colorado Castellary, catedrático acreditado, especialista en arte contemporáneo, de la Universidad Complutense de Madrid.
Silenciadas las armas, el vicario capitular de Sigüenza, Hilario Yabén, y el canónigo magistral, Francisco Box, viajan a Madrid, en abril de 1939, a fin de localizar las obras desaparecidas en el transcurso de la guerra. Como es sabido, los capitulares encuentran las dos colecciones de tapices flamencos y otros relevantes objetos, salvo el cuadro de El Greco que permanece en Ginebra. En el verano siguiente, La Anunciación regresa al Museo del Prado, junto con otras piezas del tesoro artístico español, entregado al gobierno del general Franco por las autoridades suizas. En el país helvético permanece, temporalmente, las mejores obras de la pintura española, formando parte de una magna exposición en el Museo de Arte y de Historia de Ginebra, clausurada el último día del mes de agosto de 1939. Veinticuatro horas después la II Guerra Mundial asolaba las tierras europeas. Las históricas obras, felizmente, arriban a España días más tarde.
La Anunciación de El Greco, propiedad de la catedral de Sigüenza, queda incorporada a las colecciones del Museo del Prado y es exhibida en distintas exposiciones de los fondos repatriados. La delegación diplomática de Uruguay desea tener una copia del cuadro seguntino, destinada al arzobispo de Montevideo, Juan Francisco Aragonés. El cabildo seguntino, consultado por el director de la pinacoteca, el pintor Fernando Álvarez de Sotomayor, en el año 1942, autoriza la reproducción del óleo. Tras numerosos trámites y diligencias, en torno al año 1949, La Anunciación de El Greco retorna a la catedral de Sigüenza, después de trece años de peregrinaje. Ahora, en la deliciosa capilla de la Concepción, descubre a todos su incorpóreo embrujo. Un importante tesoro artístico digno de ser conservado.