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Hasta ahora sólo ha existido una democracia representativa desde el punto de vista formal (institucional) en la historia: los Estados Unidos de América. Los requisitos mínimos están claros: cámara de representantes del ciudadano, no de los partidos (representante personal uninominal por distrito, no listas de partido) y elección separada del presidente (no emanado del legislativo, independiente de la cámara, votado directamente por el ciudadano sin intermediarios) con prohibición de crear leyes generales para el presidente (capacidad reservada a la cámara de representantes: separación de poderes políticos, sistema de vigilancia mutua). Que al sistema norteamericano le faltan ciertos pulimentos es perfectamente conocido, se podrían implantar con un par de artículos en una ley muy sencilla si se tuviera voluntad política: prohibición de financiación tanto pública como por donaciones privadas de partidos y candidatos, solo cuotas de afiliados con tope legal individual, más campañas electorales gratuitas e idénticas para todos los candidatos. Sin tener en cuenta los criterios de equidad electoral competitiva, que es en resumen en lo que falla el sistema norteamericano, se trata de la única estructura política que cumple los requisitos democráticos básicos desde el punto de vista de las instituciones realmente constituidas (representación del elector + separación de poderes políticos). Esto es un hecho, una descripción si se quiere, no es posible por tanto rebatirlo en los términos dados. Y nada tiene que ver con la política exterior de los Estados Unidos, para quien se esté despistando por los prejuicios: una cosa son las relaciones internacionales y otra cosa el ordenamiento interno de un país. Hasta una dictadura puede ser solidaria y benéfica en alguna de sus relaciones con otros países si el dictador así lo quiere. Un ejemplo que ha sacado a la luz recientemente el ex-embajador José Antonio Zorrilla: mientras el parlamentario y liberal Reino Unido hacía su genocidio al pueblo chino mediante las guerras del opio, la monárquica y autócrata España prohibía el cultivo de la planta narcótica en Filipinas para mitigar el daño del inglés. Frente al discurso vacío de los de las consignas de distintos colores, cada vez más ridículas hay que añadir, aprendamos a ser racionales y dejémonos de atender al dedo en lugar de mirar la luna de una argumentación, mucho menos desviarse hacia lo no dicho o lo ajeno a ella. Perdón por la bronca sin venir a cuento, es que estamos hasta las narices de todos nosotros, que diría D. Estanislao Figueras (más o menos). Sigamos.

En la Argentina, en el anterior periodo legislativo, el presidente Javier Milei propuso al parlamento una ambiciosa ley (apodada ‘ley ómnibus’) que pretendía introducir en el país una serie de cambios estructurales de muy diversa índole. Seguramente debido a la variedad de temas que tocaba esa propuesta, fue rechazada en el congreso. Hay cierta separación de poderes políticos en Argentina, al menos las elecciones separadas las tienen completamente implementadas, otra cosa es cómo se confeccionan las listas de candidatos a la cámara, probablemente supervisadas o más bien impuestas por el presidente y los jefes de cada partido en general, como en todas las partitocracias. Definiendo con mayor precisión, podemos decir que la partitocracia argentina es una partitocracia presidencialista, no una partitocracia pura como en España, donde hay una perfecta fusión entre los jefes de los partidos y la cámara legislativa, sobre la que estos mandan según pactos entre ellos (entre los jefes, no entre los diputados) que en nada tienen que ver con el mandato ciudadano, como debería haber quedado claro ya a todo el mundo a estas alturas.

Entre las propuestas de la ley ómnibus muchas eran de carácter económico o social, pero había alguna de carácter puramente político, entendiendo lo político, siguiendo a Nicolás Maquiavelo, como la lucha por el poder y las reglas que lo dirigen. La más interesante era la que proponía cambiar el sistema proporcional de listas, que es el mecanismo técnico concreto que determina si un régimen es partitocrático (listas) o representativo (primer requisito para la democracia formal), por uno de tipo mayoritario (representación directa del ciudadano), como rige en Reino Unido, Francia, Estados Unidos, la India, entre otros pocos países. La mayoría de las mal llamadas democracias actuales son en realidad partitocracias, es decir, sistemas electorales proporcionales, puros en el caso de casi toda Europa (ejecutivo emana de un legislativo por listas, no separación de poderes políticos), seguramente el tipo de régimen más nefasto más allá de la dictadura pura, proclive a todo tipo de arbitrariedades no controladas por el ciudadano, como estamos hartos de ver y sufrir, y presidencialistas en muchos otros países (presidente en elecciones separadas, pero parlamento por listas), paradigmáticamente en los países iberoamericanos, que, por muy poco, entendieron mal lo que habían hecho los padres fundadores en Norteamérica. Es decir, lo que proponía la ley ómnibus en este aspecto político era designar a los legisladores como representantes de su distrito, uno por cada uno de ellos, elegido por mayoría absoluta (doble vuelta si es necesaria), como depositario de la voluntad de ese distrito y a expensas de él (mecanismo de revocación), no del jefe del partido, ni siquiera del que esté en el gobierno en ese momento. La propuesta, de la que no se puede negar la valentía política independientemente de la opinión que se pueda tener de Milei y su gestión (dedo/luna: es lamentable tener que hacer estas advertencias), fue rechazada por la mayoría de ideología partitócrata del congreso, junto al resto de la ley ómnibus.

Las cosas han cambiado tras las elecciones del pasado domingo 26 de octubre de 2025. En un parlamento de 257 diputados (mayoría = 129), el partido de Milei (La libertad avanza, LLA) ha alcanzado los 83 asientos, duplicando ampliamente la posición anterior (38) y, aunque el neoperonismo sigue fuerte (100 vs 102 bancas) y el PRO pierde fuerza (liberal conservadores, pasan de 38 a 24), es posible que LLA+PRO puedan apoyarse en los partidos regionales (‘provincialistas’ en general, suman 31 asientos) para sacar adelante al menos algunas de las reformas que propuso Milei en la fallida ley ómnibus. Si finalmente se propusiera otra vez y se aprobara el cambio de sistema electoral, de partitocrático por listas proporcionales a mayoritario por distritos uninominales, nos encontraríamos con una Argentina convertida en la segunda democracia representativa formal de la historia. Lo cuál sería el inicio de un experimento de gran interés ―del que ya les adelanto que no leerán nada significativo en ningún medio de adocenamiento de masas―, al que el resto de los países deberían estar muy atentos para extraer las enseñanzas pertinentes de tan raro hecho histórico. Desde luego, desde España al menos, ya que hemos sido pioneros (Antonio García-Trevijano mediante) en el análisis certero de los regímenes electorales como fuente principal de la que emanan los mecanismos de poder en los sistemas con votaciones, que no necesariamente democráticos, del mundo.

Julio Álvarez, 27/10/2025

Imagen de portada: Palacio del Congreso de la Nación Argentina, con réplica de ‘El Pensador’ autorizada y firmada por Rodin. Por Fabián Minetti, Wikimedia Commons, dominio público.

 

 

 

 

Un comentario

  • Buenas tardes:

    Muy interesante reflexión y, brillante, puesta en contexto.

    Reflexión que, además, resalta la gris mediocridad del ecosistema político vigente. Ese ecosistema donde medran, con nuestros recursos de todo tipo, una turba con efectos de plaga.

    Saludos

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