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Concierto en la Ermita de San Roque de Sigüenza el día 1 de agosto. Un programa que me gustó mucho, bien diferenciado en sus dos partes, con los violines en la primera haciendo una selección de los dúos del húngaro Béla Bartók, que tal y como nos comentó Bernadeta Raatz tienen su base en melodías populares del este de Europa y son estudios progresivos de dificultad. En noviembre del pasado año, en el parador, de la mano de Bell’Arte, tuvimos la oportunidad de escuchar otra selección de estos dúos con dos violines a cargo de Elina Sitnikava y Alexander Ostrovski que dejaron huella, aún recuerdo aquellos en los que mostraron golpes de arco y “pizzicatos”. Esta vez en lugar de dos violines fueron un violín, Karolina Michalska, y una viola, Katalin Karácsony. Fuimos recorriendo las 15 piezas elegidas y disfrutando una por una, por cortas que resultaran, y me volvieron a gustar mucho en esas manos y la combinación violín-viola.

Pero lo suculento del concierto era la segunda parte con el “Quinteto para cuerdas en Do Mayor de F. Schubert”, última obra de cámara del autor, terminada poco antes de fallecer. Característica particular de esta obra es que en lugar de usar dos violas, el autor solo usó una y dos violonchelos, junto a los dos violines A lo largo de los 54 minutos de duración las sensaciones que recibimos fueron de lo más diverso, todos los adjetivos positivos son de aplicación. Las indelebles marcas de los violonchelos en el “allegro” inicial, la delicadeza y susurro de todas las cuerdas en el “adagio”, el arranque de gran fuerza, casi de orquesta sinfónica, en el “scherzo”, repitiéndose el motivo que ha debido influir en muchos autores posteriores. Al final llegamos al “allegretto”, con esos aires de danzas húngaras que me recordaban a Brahms  y posteriormente entrar en un remanso musical para volver a las danzas y acabar con un final que no quiere acabar, y es casi el final de una gran sinfonía, grandioso, como el principio del “scherzo”, hizo que el público se arrancara con aplausos antes de tiempo por tres veces creyendo que había terminado. El segundo violín Víctor Martínez, y los dos chelos Álvaro Huertas y José Enrique Bouché completaron el quinteto con Karolina y Katalin. Un gran conjunto de cuerda surgido para la ocasión y que muestra el altísimo nivel de estos profesores, para conseguir esos resultados sin ser un grupo estable. Resultó un deleite para nuestros oídos.

¡Qué grande Schubert! Muchas gracias a los intérpretes y a Bell’Arte.

Viñeta

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