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La peculiar fisionomía del Centro Apícola se debe a un artista: Tigrán Petrosyan. Vino a trabajar en las obras del futuro centro en abril de 2015, cuando solo había muros cubiertos por el tejado. Y empezó un proceso paulatino, intuitivo, se puede decir orgánico, de  creación del espacio. El diseño era inseparable de la ejecución, era el mismo proceso. La misma persona, Tigrán, hizo tanto las pesadas construcciones de piedra (las fuentes, la barbacoa, el pozo) como las divertidas figuritas que las adornan; tanto los herrajes calados de las puertas como los techos decorativos del cuarto de baño; tanto las estanterías de la tienda como el césped vertical…

Tigrán Petrosyan.

Al principio tuvo un ayudante, un poco más tarde, otro. Pero pronto quedó solo, como factotum de todo. Con Jesús, el propietario, al lado, que le cogió una confianza completa y dejaba las cosas a su criterio. Confianza que es muy importante para un artista, porque le libera las manos y le permite experimentar y arriesgarse. Lo que no quiere decir que a veces no surgieran discusiónes.

Hizo y presentó un plan general, pero muchas ideas surgieron sobre la marcha. No todo fue trabajo “artístico”, también él mismo cavaba hoyos, montaba la fontanería, etc. Lo único, dice, que no pudo hacer con sus propias manos fue poner las baldosas porque tuvo cierto problema en las rodillas. Pero sí, insistía en que colocaran las baldosas rudas, rústicas y no unas convencionales. Toda la imagen armónica del espacio vivía en su cabeza y cualquier desacierto le chirríaba.

A cualquiera que entre allí está claro que el que lo hizo tenía asimilado el arte románico. Tigrán no copia, aunque si lo hubiera querido hacer habría tenido todos los modelos que quisiera. Sus hombrecillos o monstruos bonachones (¡con una abeja en la lengua o encima de la nariz!) son fruto de su propia imaginación, es simplemente la misma manera de expresarse que tenían los maestros del siglo, por ejemplo, XII, a través de la obediente piedra arenisca. También debe tener algo en sus genes porque en Armenia, un país montañoso, hay mucha tradición de la talla de piedra.

Un ejemplo del proceso indivisible del diseño y ejecución es que Tigrán simplemente paraba ante un montón de piedras y lo contemplaba hasta que en su cabeza se concretizaba cierta imagen. La piedra misma la sugería.

Le resulta cercana la obra de Gaudí. Él también siente que está creando un espacio dentro de la Naturaleza. Donde no hay líneas rectas; donde hay recovecos y descubrimientos paulatinos; donde no hay plástico; donde el hierro se oxida; donde un vertedero es una mina; donde la planta se entremete en la arquitectura…

El muro en el que está abierta la entrada central al edificio, es de color frambuesa con unas bolas de piedra, del tamaño de un puño, distribuidos por toda la superficie. Parece muy original y bonito pero resulta que la cosa todavía no está acabada. La idea de Tigrán es plantar al lado del muro unas rosas, pero no cualquiera sino rosas trepadoras con las flores como bolas, que van a “interactuar” con el muro.


El jardín vertical (todavía sin acabar) es otro ejemplo de la mezcla entre lo hecho y lo crecido. Al ver como se reaviva el moho en las grietas de las rocas después de la lluvia, Tigrán hizo en medio del jardín vertical una cara mitológica de cemento agujereado y “plantó” el moho en los agujeros. ¡Hay que venir a verlo cuando esté terminado!

Tigrán trabajó muchos años en la construcción y allí probó hacer algunas cosas, como por ejemplo, un escudo de piedra o una decoración en la fachada, pero… “Tienes un jefe. A veces incluso surgían conflictos… ¿Para qué lo haces? ¿Para qué pierdes tiempo? –me decían”. El encargo del Centro Apícola fue para él como agua para un sediento. Aquí se ponía a crear con cualquier material y cualquier técnica como si fuera recuperando los años perdidos y, como dice él mismo, muchas cosas ha hecho por primera vez en su vida, tantas ganas tenía experimentar y conseguir lo imaginado.

Todavía le queda algo para terminar (mientras tanto otro diseñador de Barcelona está trabajando sobre la exposición del museo apícola). Empezó en su día haciendo una zona con una barbacoa y una fuente, que está nada más entrar al recinto, a la derecha; y ahora después de más de cuatro años vuelve a la entrada: ahora mismo está haciendo las hojas del portón principal. El portón dejará entrever el recinto interior y, según la idea de Tigrán, incitará a la gente a entrar. Pronto acabará la obra. ¿Cuál será la próxima?

Viñeta

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