Una vez más nos acercamos de excursión a una pequeña localidad de la provincia de Soria, Gormaz.

Antes de llegar, paramos en un paraje que descubrí por casualidad unos años antes y tenía que enseñar a mi acompañante para el disfrute de nuestros ojos. Es un bonito lugar, pero desconocido a la vez, que habrá que patear en alguna ocasión. Se trata de un cañón que se divisa desde la carretera pasado Nograles y antes de Recuerda. Estuvimos mirando con los prismáticos los buitres que planeaban casi a nuestra altura, una gozada increíble.

Cañón que se divisa desde la carretera.

Retomamos nuestro camino, y ya desde la distancia, a orillas del Duero, enclavada sobre un alto cerro, se vislumbra el inmenso y monumental castillo de Gormaz, totalmente mimetizado con el entorno de la comarca soriana.

Es un lugar por el que he pasado a lo lejos en varias ocasiones, pero nunca pude parar para conocerlo, así que me hacía especial ilusión ir allí adrede y además era como si fuese un regalo por ser mi santo ese mismo día.

Aunque Gormaz es pequeño, grande es su patrimonio, pues además de tener la mayor fortaleza califal de la Edad Media, el pueblo posee la ermita de San Miguel, templo románico con galería porticada que contiene en su interior excelentes pinturas murales. Cabe destacar también la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVII, las ruinas de la ermita de Santiago, un rollo de sillería y el puente sobre el Duero, de origen romano.

Empezamos acercándonos a la iglesia de San Juan Bautista que solo vimos por fuera, por estar cerrada, luego fuimos a visitar la ermita de San Miguel, que se encontraba a las afueras y tenía horario de apertura y entrada limitada, para cumplir con las restricciones del momento. No la conocíamos, yo ni siquiera de oídas y por lo visto ha estado mucho tiempo cerrada. Mientras esperábamos nuestro turno, aprovechamos para fotografiar el palomar, las murallas de la fortaleza, las ruinas de la ermita de Santiago que albergan el actual cementerio y el magnífico paisaje que se vislumbra del campo soriano y del Duero con sus árboles de ribera, que intuimos sería aún mejor al llegar a la altura de la fortaleza.

La ermita románica de San Miguel, que data de tiempos del Cid (finales del siglo XI), es un lugar fascinante cuya restauración es remarcable. Su austeridad exterior contrasta con la riqueza decorativa de las excelentes pinturas murales de dentro. Nos pusieron un video explicativo.

Fuera se distingue una decoración de tipo prerrománico en la cornisa superior, además hay una lápida reutilizada con caracteres islámicos, ya se practicaba el reciclaje de materiales.

La portada del interior del pórtico es románica y se trajo de la arruinada iglesia de Santiago. Al fondo del muro sur encontramos la portada original del templo, formada por un arco de herradura, en el lateral han colocado la pila bautismal, curiosa ya que es cuadrada.

Las pinturas del interior se reparten por la bóveda y muros del ábside; la mayoría de las escenas son de índole religiosa y están en la parte superior, en la parte baja, puede verse, además, una escena de batalla entre dos ejércitos.

Pinturas murales de la ermita de San Miguel.

En la cabecera del templo, iluminada por un pequeño ventanal, destaca la imagen de Dios en mandorla, el Cordero de Dios y el Espíritu Santo en forma de paloma, rodeados de santos y ángeles. La paloma aquí esta dibujada con la cabeza arriba.

Por lo visto, se han hallado numerosas similitudes entre las pinturas de Gormaz y San Baudelio, hasta el punto de que los estudiosos creen que fueron realizadas en las mismas fechas y muy posiblemente, por un mismo taller. La verdad es que es asombrosa y nos hizo considerar detenernos a la vuelta en esta última para recordarla.

Al acabar, subimos hasta la fortaleza, se comprende desde las alturas su importancia estratégica y las vistas a ambos lados con los prismáticos son apabullantes.

Vista de las murallas del castillo de Gormaz.

El recinto amurallado es increíblemente grande con muchos torreones. Su elemento más significativo es su arco de herradura califal. Además, aún quedan restos de la alcazaba, de la alberca, y del aljibe. Este castillo de entrada libre es uno de los lugares históricos más impresionantes que conozco. Fue construido por los árabes en el año 965 y la consideran la fortaleza más larga de Europa. Su historia en pleno corazón de conquista y reconquista está ligada a importantes personajes árabes y cristianos.

Puerta califal.

Dicen que no puedes irte sin hacerte una fotografía en su imponente puerta califal de arco de herradura, así que no fuimos menos y eso hicimos.

Al acabar la visita nos bajamos al Duero buscando el puente romano y para comernos nuestro bocata, intentamos buscar alguna sombra para protegernos del calor, incluso quisimos remojarnos, pero estaba todo muy salvaje y fue imposible.

Vista del castillo de Gormaz desde las orillas del Duero.

Ya de vuelta a Sigüenza por otra carretera, paramos en la plaza mayor de Berlanga de Duero para tomarnos un café. Proseguimos nuestro camino y al pasar Casillas de Berlanga, nos desviamos hacia la original ermita mozárabe de San Baudelio, ya que se encuentra en un sitio algo apartado. Nos tocó esperar un poco antes de entrar, por motivo del protocolo Covid. Aprovechamos para pasear un poco y ver en el exterior, junto a la zona del ábside de la ermita, una necrópolis con tumbas de época medieval. A este lugar le ocurre lo mismo que a la ermita de San Miguel, su exterior de una sencillez abrumadora esconde una de las joyas del prerrománico soriano. La verdad es que es un monumento de gran originalidad y belleza.

Interior de la ermita.

Nos fue explicando la estructura y la decoración con sus múltiples interpretaciones un guía, de manera que siempre ves y aprendes cosas nuevas. Dicen que la construcción de la ermita se realizó probablemente en el último cuarto del siglo XI. Tiene unas características muy especiales ya que está formada únicamente por una nave y un ábside, con la puerta principal en el costado norte y de dos alturas dentro. En el interior, lo más característico es la gruesa columna cilíndrica que se sitúa en el centro, de la que surgen ocho nervios que sugieren la forma de ramas de una palmera. Los arcos que forman las hojas tienen forma de herradura y sujetan el techo. Sorprendente es también el pequeño hueco cilíndrico que existe en la parte central, justo encima de la unión de los ocho arcos que soportan la bóveda. A los pies de la ermita hay un conjunto de pequeños arcos de herradura formando un palmeral en miniatura. Sobre estas arcadas se sitúa una tribuna a la que se accede por unas escaleras adosadas a la pared.

Columna que se asemeja a una palmera.

El acceso a la cabecera de la iglesia se realiza a través de unos escalones y por un vano abierto en arco de herradura decorado. Al fondo de la iglesia, podemos intuir la entrada a una gruta.

Las pinturas que decoran el interior de San Baudelio son maravillosas a pesar de haber sido expoliadas muchas de ellas, se conservan fragmentos originales y las marcas de las que fueron arrancadas. Esta vez tendremos que acercarnos al Museo del Prado en Madrid para ver las pinturas que allí se llevaron e ir a Estados Unidos para el resto. En la parte baja se encontraban las pinturas de escenas de cacería y animales, mientras que las pinturas religiosas narran temas de la vida de Cristo y se situaban en la parte superior y la zona del ábside. En la zona del altar destaca la imagen de la paloma del espíritu santo en el centro de la ventana del ábside que, en esta ocasión, tiene la cabeza mirando para abajo.

Restis de pinturas murales arrancadas.

Salimos abrumados de tanta sorprendente belleza y magia que se respira en este lugar y que no deja indiferente a nadie, cada vez que se visita.

Paramos además en Caltojar, entramos en su iglesia románica de San Miguel Arcángel y en Rello paseamos por sus calles estrechas y empedradas, alrededor de las murallas y vimos la curiosa picota de hierro que parece ser una antigua pieza de artillería. Disfrutamos todo el día descubriendo sitios nuevos y recordando bonitos pueblos antes de llegar a casa.