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En el curso alto del Dulce hubo, en otros tiempos, ánades y garzas en sus paradas migratorias. Desde el nacimiento hasta Jodra, el Dulce formaba a su paso un humedal con prados encharcados a finales de la primavera, que resultaba un hábitat ideal para esas aves. Lo sabemos gracias al Libro de la caça, escrito probablemente entre 1325 y 1326 por el infante don Juan Manuel, autor también de El conde Lucanor y sobrino de Alfonso X el Sabio.

En las páginas del Libro de la caça, el infante desgranaba todo lo que había aprendido sobre la cetrería, es decir, el arte de criar, domesticar, curar y entrenar a los halcones para la caza, y dedicaba un último capítulo a describir los mejores lugares donde practicarla. Hablaba de las tierras que él había recorrido, entre ellas, las orillas del río Dulce.

 

Escena de caza con halcón en un manuscrito medieval iluminado (Codex Manesse).

El infante don Juan Manuel al río Dulce lo llamaba «arroyo de Aragosa» y situaba su nacimiento en dos puntos, uno sobre Saúca y el otro cerca de Bujarrabal. Además, demostró que anduvo por la zona porque decía que solo hasta la confluencia en Jodra de ambos ramales era posible la caza con halcón, por tratarse de espacios abiertos. Don Juan Manuel lo explicaba así en su libro:

«El arroyo de Aragosa nasce una parte dél sobre Sanca [Saúca], et la otra parte dél cerca Borjarraval [Bujarrabal], et ayúntase sobre Xodara [Jodra]: en estos arroyos ha muchas ánades et parada de garzas, et fasta Xodara es buen lugar para las cazar con falcones. Et de Xodara ayuso fasta que pasa por la foz de Haragosa [Aragosa], va por muy fuertes lugares, también para cazar commo para andar».

Resulta, cuando menos, sugestiva esa apreciación de don Juan Manuel acerca del nacimiento del Dulce. Hoy contentaría a bastante gente, aunque otros se mostrarían, sin duda, desconcertados. Y es que, pasados ya unos cuantos siglos desde que el infante recorriera estas tierras, no parece que haya consenso acerca del asunto.

 

Mapa topográfico («Sigüenza», hoja 461) del Instituto Geográfico Nacional, donde no hay más remedio que deducir que el río Dulce nace en Estriégana, aunque también se ve claramente que es un afluente del río de la Vega, que viene de más arriba.

En algunos mapas el nombre «Río Dulce» aparece por primera vez a la altura de Estriégana (donde también la Wikipedia sitúa su nacimiento). Esto sucede después de que el sobrante del manantial que nace allí vierta sus aguas, cual afluente, sobre el «Río de la Vega» o «Arroyo de la Vega», ¡que viene de unos 8 km más arriba! A los cartógrafos, en este caso, les ha pasado un poco como a don Juan Manuel, que han sacado conclusiones precipitadas tras una primera aproximación, importándoles poco cuál era el punto más alto en el que se inicia en realidad el curso del Dulce.

 

Nacimiento del río Dulce según la Confederación Hidrográfica del Tajo (Visor geográfico). La flecha roja indica el lugar donde se encuentra el manantial de El Fuentarro. Como se aprecia en la imagen, el curso del río Dulce, que partía de allí, ha sido casi borrado a consecuencia de las labores agrícolas.

Pero no todo han sido errores tan garrafales. La Confederación Hidrográfica del Tajo hace tiempo que sitúa el nacimiento del río Dulce en tierras de Torralba del Moral, ya en Soria y al pie de la Sierra Ministra. No obstante, no ha tenido en cuenta cuál pudo haber sido el lugar atribuido históricamente al nacimiento del río, que se halla un poquito más abajo de donde ahora lo sitúan.

 

Plano de 1973, previo a la concentración parcelaria de Torralba del Moral, donde los ingenieros dejaron bien señalado el trazado (marcado en azul) del cauce del río Dulce, desde El Fuentarro hasta el límite con el término de Bujarrabal.

Las gentes de antes decían que el Dulce nacía, efectivamente, en el término de Torralba, pero en el manantial llamado El Fuentarro. En torno a él se halla el paraje de Las Praderas —la Pradera Honda y la Pradera Chica—, que antiguamente era baldío porque la humedad impedía su cultivo, pero siempre tenía hierba fresca y se usaba de pasto para los bueyes. Esto da idea de hasta qué punto era evidente el afloramiento de agua en aquel lugar.

El Fuentarro es un manantial que nunca se ha secado, a pesar de que, en la actualidad, ha quedado reducido a un charco en medio de un campo de labor y enmarcado por hierbas y espinos como si se tratara de un islote. La sequía, que ha ido acentuándose en estas tierras, lo ha reducido a su mínima expresión, y las labores agrícolas han desdibujado el tramo del cauce del río que partía de allí. Está alterado de tal modo el paisaje que, sin referencias previas, es casi imposible adivinar el lugar donde podríamos decir que, históricamente, nacía el caudaloso río Dulce que conoció el infante don Juan Manuel.

 

Islote de hierbas y espinos en medio de un campo (foto grande), donde se encuentra el manantial de El Fuentarro (foto pequeña), las antiguas fuentes del río Dulce.

Ahora, El Fuentarro ha cedido el protagonismo del nacimiento efectivo del río al arroyo del Cañizar —ya en el término de Bujarrabal—, que contribuye en invierno y primavera a dar tímidamente inicio al caudal de lo que aguas abajo cobrará mayor celebridad en el llamado Parque Natural del Barranco del Río Dulce.

Aventurarse en busca de las fuentes del Dulce no ha sido ni mucho menos comparable a lo que debieron sentir quienes exploraron el corazón de África para localizar la ubicación exacta de las fuentes del Nilo. Pero le pusimos mucha imaginación y quizá solo echamos en falta que alguien apareciera por allí y pronunciara la célebre frase: «Doctor Livingstone, supongo». Se habría tratado, desde luego, de una persona despistadísima.

Fotografía: Marga Fortuny

 

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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