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El cine lo destrozaron Spielberg y Lucas con los efectos especiales”

Enrique Herreros (entrevista en “El Mundo”, 12 de junio de 2021).

 

Se ha cumplido en junio de 2021 el centenario del nacimiento del cineasta español Luis García Berlanga, y ahora, once años después de su fallecimiento, su tiempo nos parece en no pocos aspectos una época ya lejana, pues vivimos hoy en una sociedad en gran parte muy distinta de aquella en la que el director valenciano desarrolló su trabajo (aunque, claro está, no pocos rasgos de aquella época han sobrevivido hasta hoy, a veces afortunadamente pero también en ocasiones no precisamente para bien). Esto es sin duda una obviedad, pero en un país desmemoriado como el nuestro, no es ocioso volver a constatar que muchas cosas, y entre ellas el cine, han cambiado muy sustancialmente en las últimas décadas. Así, por lo que se refiere a este último, cabría resaltar que hace tiempo se han hecho habituales, en sentido negativo, dos cosas: en la realización cinematográfica, junto a sorprendentes cambios tecnológicos también, por desgracia, los abusos frecuentes de efectos especiales; y en el terreno cultural e ideológico, la introducción de patrones estéticos toscamente internacionalistas instrumentados para competir con los medios alternativos (televisión, internet) y remodelar los mercados cinematográficos nacionales y, claro está, los gustos de los espectadores. Todo ello se ha acelerado con el avance de la globalización, que en la cinematografía, como en otros campos, ha producido una constante, a veces sorprendente y con no frecuencia poco positiva, avalancha de cambios.

 

Luis García Berlanga

Con motivo del centenario del nacimiento de Berlanga se nos presenta la ocasión de rememorar su obra y asimismo tratar de apuntar alguna reflexión más general sobre el mundo de la comedia cinematográfica hispana, en el que aquella se inscribe; aunque, para encuadrar de forma correcta el tema, convendría señalar previamente algunas cuestiones. De entrada, el cine de Berlanga parte en general de planteamientos técnicos y estéticos no ya más antiguos sino además en muchos aspectos opuestos a los vigentes hoy en día: así, el director valenciano aborda de forma directa temas muy cercanos al espectador medio, con esquemas de tratamiento en general sencillos (pero no simplistas), sin pautas estéticas artificiales y sin recurrir a los hoy frecuentes abusos de la cohetería tecnológica en la realización. Por otra parte, en cuanto al género de las obras, digamos que la comedia, pese a apariencias engañosas en contrario, es, y así lo aseveran numerosos creadores, uno de los géneros cinematográficos más difíciles, y que al mismo tiempo goza universalmente de un fuerte respaldo del público. Finalmente, advirtamos que ese predominio cultural de la comedia es particularmente cierto en el caso español, por diversas razones sociales, culturales y tecnológicas bastante arraigadas en nuestro país.

Antes de repasar la obra de Berlanga mencionemos brevemente algunos de sus datos biográficos: nacido en 1921 en Valencia, de familia acomodada, apenas llegó por edad a participar - solo brevemente al final y de forma muy limitada - en la guerra civil; pero para tratar de salvar la vida de su padre, antiguo diputado republicano, se alistó en la División Azul en 1941 y combatió un año en Rusia. Vuelto a España, su gran afición al cine hace que en 1947 se traslade a Madrid para estudiar en la Escuela Oficial de Cine; y tras graduarse en la especialidad de dirección realizó durante medio siglo 18 largometrajes cinematográficos (más otro para televisión y varios cortos) con los que ganó rápida popularidad y numerosos premios nacionales e internacionales. A ello hay que sumar su trabajo como profesor muchos años en la Escuela, posteriormente director de la Filmoteca Nacional (lo cesará Pilar Miró) y siempre guionista de sus películas, además de realizar guiones para cintas ajenas y pequeñas intervenciones como actor a las órdenes de otros realizadores. Se jubiló como director al finalizar el pasado siglo, aunque después todavía realizó algunas pequeñas actividades, entre ellas un curioso cortometraje, ”El sueño de la maestra”(2002), muestra de un corrosivo humor negro y auto-homenaje a algunas de sus películas anteriores. A partir de ese trabajo abandonó por completo la actividad profesional y tras un período de creciente deterioro físico en los años posteriores falleció en Madrid en noviembre de 2010.

 

Escena de Bienvenido Mr. Marshall (1952).

Berlanga retrata en sus películas, en la mejor tradición de la comedia española, los claroscuros humanos y sociales de su época con un humor desinhibido y a menudo cortante, y por ello muchas de sus primeras cintas toparon agriamente con la barrera de la censura. Para resumir lo sustancial de su obra, destaquemos sus mejores cintas (a juicio de quien escribe): su primera película, “Esa pareja feliz” (1951), escrita y dirigida conjuntamente con Juan Antonio Bardem, con influencia evidente del neorrealismo italiano, fue novedosamente crítica en su época y, hay que decirlo, todavía hoy se ve con agrado; realizó luego una magnífica y muy popular sátira de las ilusas aspiraciones populares y de la españolada de fanfarria ambientada en un pueblo castellano, en “Bienvenido Mr. Marshall” (1952); después, mostró un humor alegre en “Calabuch” (1956), su película más optimista y de localización y aroma más luminosamente levantino; a continuación, realizó un retrato imaginativo, que fue masacrado por la censura, de la picaresca supersticiosa populachera en “Los jueves, milagro” (1957); luego, un desopilante cuento navideño sobre la hipocresía de la falsa caridad social – “siente a un pobre a su mesa” – en “Plácido” (1961); posteriormente, una cómica pero a la vez amarga sátira de la pena de muerte, y de su complicidad social, en la que es para muchos su mejor película, “El verdugo” (1963); años después, realiza una magnífica farsa coral sobre cambalaches políticos y otros negocios asociados, ambientada en el período final del franquismo, en “La escopeta nacional” (1978); poco después, un enredo esperpéntico sobre las desvergonzadas peripecias de una aristocracia venida a menos en la época de la Transición, en “Patrimonio nacional” (1981); luego, la (única) gran comedia ambientada en la guerra civil española, “La vaquilla” (1985), basada en un espléndido guion - elaborado conjuntamente con Rafael Azcona tres décadas antes - de aguda comicidad y sorprendente final, que presenta la tragedia de la guerra sin apriorismo y sin dejar títere con cabeza en ningún lado, en su línea crítica más personal y en clave de farsa bélica coral. En la última década del siglo pasado todavía rodaría otras tres películas. Era ya una gloria nacional pero su carrera operaba claramente en senda de declive.

 

Escena de El Verdugo (1963)

El cine de Berlanga está basado, estructuralmente, en la comicidad que, en sus mejores películas, emana de sus estupendos guiones (en muchos casos resultado del fructífero trabajo conjunto de Rafael Azcona y el propio Berlanga) y en la sencillez directa de la narración; y técnicamente, destaca la utilización abundante del plano secuencia como formato amplio, casi teatral, de la realización, que expresa muy bien el carácter coral de sus historias, y al que supo sacar siempre un gran partido. Temáticamente, su cine ofrece el retrato de una amplia y variopinta galería de la sociedad de su época, en el que resaltan la picaresca, el disparate y el miserabilismo de unos personajes en general presentados con pocas matizaciones y mirada burlona, sin muchas concesiones a las modas del momento y sin servidumbres ideológicas. Berlanga, creador bastante ecléctico, se consideraba en cierto modo una especie de anarquista sui generis, humanista radical, con una mirada popular aderezada con ribetes levantinos y falleros, y culturalmente una suerte de mezcla del esperpento de Valle Inclán y el humor de “La Codorniz”. Todo ello propio de un realizador singular, individualista radical pero al mismo tiempo gran retratista social.

Para ser justos, hay que reconocer también que su éxito crítico y popular se debe asimismo en buena medida al gran trabajo de una larga nómina de intérpretes encargados de poner en pie el universo berlanguiano. Aunque se nos olviden sin duda algunos nombres, su elenco es casi un resumen de la cinematografía nacional: Pepe Isbert, Manolo Morán, Fernando Fernán Gómez, Manolo Alexandre, José Luis Ozores, Antonio Ozores, Cassen, Jose Luis López Vázquez, Rafael Alonso, Luis Escobar, José Sazatornil, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis, Alfredo Landa, José Sacristán, Adolfo Marsillach, Juan Luis Galiardo; y, claro está, las chicas: Elvira Quintillá, Valentina Cortese, Emma Penella, Lola Gaos, Julia Caba Alba, Julieta Serrano, Laly Soldevilla, Amparo Soler Leal, Guadalupe Muñoz Sampedro, Mónica Randall, Amelia de la Torre, Mary Santpere, Maria Luisa Ponte, Rosa María Sardá, y Concha Velasco.

Resaltemos por último, complementariamente, dos rasgos interesantes del cine de Berlanga. Uno, de carácter sociológico, es el eficaz partido que sabe extraer Berlanga de los escenarios locales de sus historias, ambientadas muchas veces en ciudades pequeñas y pueblos retratados por el director en clave costumbrista, una España rural de charanga y pandereta crudamente expuesta (pese a detectarse a veces en todo ello un cierto cariño contradictorio y soterrado en la mirada del director)en las localizaciones: Guadalix de la Sierra, Peñíscola, Las Termas de Pallarés, Manresa, Sitges, Sos del Rey Católico. El otro rasgo peculiar del cineasta, sin duda mucho más profundo y personal, es su innato y arraigado sentido del erotismo, unido a su peculiar visión de la figura de la mujer: sentido y visión en muchas ocasiones soterrados y entendidos casi siempre bajo la óptica de una marcada misoginia. Resumamos todo lo anterior concluyendo que Berlanga es una referencia básica de la comedia cinematográfica española, una figura señera a caballo entre la sátira y el esperpento y para muchos situada a un nivel de relevancia comparable - salvando distancias de visión, estilo y ambientes – a grandes directores de comedias de otros países, como Billy Wilder, Dino Risi o Mario Monicelli.

 

Escena de La escopeta nacional (1978).

Ahora bien, Berlanga no hace en realidad sino situarse en una zona de prestigio de un género de gran fuerza en el terreno artístico nacional y del que es justo recordar otros muchos productos de gran calidad – dejemos a un lado también, por desgracia, otros de bajo nivel – que tuvo su época dorada en las tres primeras décadas de la postguerra, pero que, sobre todo, es siempre género muy popular. Bien acomodada en las tradiciones de la novela realista y la picaresca, la comedia cinematográfica española es también tributaria de la modernidad, como atestiguan numerosas cintas del género basadas en obras de autores literarios innovadores (Jardiel Poncela, Mihura, Fernández Flores, Azcona, etc.). Género que en tiempos de grandes cambios ha constituido la imagen de marca característica del cine español - algo siempre meritorio, dados los estragos que produce el paso del tiempo en la vigencia del humor de cada época – y en el que participa directamente una cantera extraordinaria de intérpretes: recordemos, además de los antes mencionados, asimismo otros nombres grabados en la memoria del público (Gracita Morales, Rafaela Aparicio, Lina Morgan, Gila, Tip y Coll, Toni Leblanc, y tantos otros). Y junto a ellos asimismo una pléyade de realizadores notables a los que, para concluir estas líneas, es justo dedicar un recuerdo, en el que aquí y ahora por mor de brevedad solo cabe mencionar los títulos de sus obras más emblemáticas distinguiendo al efecto dos grandes períodos (posteriores a la guerra civil), antes y después del año 1970:

 

Años 1940 a 1970:

Rafael Gil: “Huella de luz”, “Eloísa está debajo de un almendro”

José Luis Sáenz de Heredia: “El destino se disculpa”, “Historias de la radio”

Edgar Neville: “La vida en un hilo, “El último caballo”, “Mi calle”, “El baile”

Ladislao Vadja: “Mi tío Jacinto”, “Un ángel pasó por Brooklyn”

Marco Ferreri: “El pisito”, “El cochecito”

Pedro Lazaga: “El aprendiz de malo”, “Los tramposos”

Fernando Palacios: “El día de los enamorados”, “La gran familia”

Fernando Fernán Gómez: “La vida alrededor”, “El extraño viaje”

José María Forqué: “Maribel y la extraña familia”, “Atraco a las tres”

Manolo Summers: “Del rosa al amarillo”, “La niña de luto”

 

Años posteriores a 1970:

Antonio Drove: “Tocata y Fuga de Lolita”

Antonio Mercero: “Don Juan, mi querido fantasma”

Jose Luis Borau: “Tata mía”, “Niño nadie”

Fernando Colomo: “Tigres de papel”, “La mano negra”

Jaime de Armiñán: “Mi querida señorita”, “La hora bruja”

Fernando Trueba: “Opera prima”, “Belle Epoque”

Pedro Almodóvar: “Mujeres al borde de un ataque de nervios”

José Luis Cuerda: “El bosque animado”, “Amanece, que no es poco”

Alex de la Iglesia: “El día de la bestia”, “Perfectos desconocidos”

 

El gusto personal de quien escribe estas líneas podría acaso limitarse a destacar sus más personales preferencias (pongamos que hablo de Neville, Vajda, Fernán Gómez, además de Berlanga). Pero, como punto final de esta nota y a modo de pequeño homenaje a la gran comedia cinematográfica española, acaso sea más justo expresar un recuerdo colectivo a todos los directores citados, recuerdo que sin duda ampliamente merecen.

 

Santiago Cardenal

Julio 2021

 

DOCUMENTACION:

Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente”. Autor: Miguel Ángel Villena, Editorial Tusquets , 2021

Cine cómico español 1950-1961”. Autor: Carlos Aguilar, Editorial Desfiladero, 2017

Centenario Berlanga. Dossier especial”: Revista “Dirigido” , mayo 2021

 

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