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autorretrato de Helena

Paseo por el arte en Madrid de la mano de Fabiola Almarza Lorente-Sorolla. Al llegar a su taller nos encontramos con la talla del Cristo resucitado, de uno de los pasos de las procesiones de Semana Santa seguntina en proceso de restauración. De ella se encarga, dentro del taller, la restauradora Eva García, que nos explica su trabajo: “Se trata de una talla de madera datada en el siglo XVII. Estaba bastante dañada, el manto estaba con color rojo y azul añadido, la parte de la piel estaba también con otra capa y una especie de barniz que nos ha costado mucho quitarlo. El trabajo ha consistido en quitar esas capas y dejar el original y luego rellenar las partes dañadas”.  Fabiola añade: “Anteriormente habíamos hecho otros trabajos en Sigüenza como la restauración de la talla de San Vicente, y hace unos meses Felipe Carrasco, presidente de la cofradía seguntina de la Vera Cruz, nos encargó este trabajo”.

En el taller, además de los trabajos de restauración, Fabiola da clases de pintura, dibujo, pastel y grabado. Para estas últimas clases utiliza un enorme tórculo que preside el taller. “A los alumnos no les interesa tanto el grabado porque, excepto los chicos más jóvenes que quieren investigar otras cosas, la mayoría quiere obtener un resultado en el menor tiempo posible pero en el grabado no sabes el resultado, es difícil de predecir”. Junto a las clases Fabiola también se dedica a la pintura y grabado y expone regularmente su obra. Señala que, con el pastel y el óleo, el grabado es lo que más le gusta aunque confiesa que no lo practica como quisiera por falta de tiempo.

Su presencia y vínculos con Sigüenza
“Mi abuela tuvo siete hijos, mi madre es la segunda. Ella iba a veranear a Sigüenza y mi padre que no es de Sigüenza sino de Almazán después de la guerra ganó el concurso de veterinarios y pidió que le destinaran Sigüenza”. Fabiola empezó a dibujar en el colegio de San José de Sigüenza (era un colegio de chicas que se encontraba donde está ahora el Centro de Refugiados) y dice que su interés por la pintura la inició una de las profesoras, sor Emilia. Estuvo viviendo en Sigüenza hasta los 17 años. Aunque tiene allí casa familiar, Fabiola nos dice que últimamente va poco por cuestiones de trabajo y que cuando lo hace, se la ve poco en el pueblo ya que suele dedicarse a pintar en los alrededores. Ha expuesto varias veces en Sigüenza, en la Plazuela de la Cárcel y últimamente en la taberna El Gurugú de la Plazuela.

Formación en Madrid
Cuando llegó a Madrid decidió hacer grabado, “empecé a ir al estudio de Maruja Bardasano, la hija de José Bardasano, un pintor español que estuvo mucho tiempo fuera y por eso no es muy conocido”. Durante muchos años trabajó en cosas diferentes, como marketing y cosas por el estilo, y dedicó a la pintura el tiempo que le quedaba. Durante un año estuvo estudiando y a la vez trabajando en el taller de dorado del Palacio Real. Cuando la despidieron de su último trabajo decidió montar el taller que ahora visitamos y se dedica ahora en cuerpo y alma, “ya no como dominguera”, a lo que le gusta, el arte.

Fabiola y el Museo Sorolla
Fabiola tiene antecedentes artísticos ilustres, es bisnieta del pintor Joaquín Sorolla. Tuvimos el privilegio de visitar de la mano de Fabiola la antigua casa del artista, hoy convertida en museo después de que Clotilde, la mujer de Sorolla, la donara al Estado. Fabiola, como miembro de la familia, forma –junto a la dirección del museo y a los representantes del Estado– parte del patronato que decide las actividades del museo. Además estuvo haciendo allí, con una beca, la catalogación de los marcos de los cuadros en el Museo.

Antes de entrar en el recinto Fabiola nos habla de esta faceta olvidada del arte: “El marco tiene su valor, pero lo que muchas veces también tiene es la historia del cuadro, en él se ponen las pegatinas de las exposiciones. El autor elige el marco con el que va a adornar su obra y eso hay que respetarlo”. Señala que a veces el marco es difícil de apreciar y no se ha considerado. “Cuando llegaba otra moda y el marco estaba un poco roto se guardaba en un almacén o se tiraba y se ponía uno nuevo”. Añade reivindicando su valor: “Si el marco no le va bien con el sillón, yo le digo a la gente que tire el sillón. El marco debe ir con el cuadro, no con el sillón”.

En las salas del museo, que conserva todo el mobiliario original de la casa familiar, Fabiola nos habla de sus ancestros. “Joaquín Sorolla se casa en Valencia con Clotilde, hija de un conocido fotógrafo valenciano”. Tuvieron tres hijos: María, Joaquín y Helena, los dos primeros se dedicaron también a la pintura mientras que la pequeña, Helena, abuela de Fabiola, optó por la escultura.

En la visita guiada nos habla de la influencia de Velázquez en Sorolla con cuadros influenciados en su composición por las Meninas, de los reflejos de la luz en los paños mojados de las ropas, de la diferencia entre sus paisajes de playa levantinos en los que se recrea un mundo de trabajo y los del norte en los que la gente va a pasear. También comenta el gran éxito de Sorolla en todo el mundo con exposiciones y premios en EEUU, Francia y otros países europeos y de la amplitud de su obra: “Hay 4.000 y pico cuadros catalogados y otros tantos dibujos. La evolución de su estilo se puede apreciar en pequeñas tablillas de apuntes datados en diversas épocas que están colocadas en  un espacio contiguo y la temática del pintor va del costumbrismo a la denuncia social, que se puede aprecier en los cuadros de pescadores. Fabiola  cuenta que cuando le preguntaban lo que le hubiera gustado ser de no haber sido pintor, siempre respondía que solo pintor. Y junto a ello nos da una visión de la época en la que la mujer todavía estaba relegada de la vida pública. Señalando los cuadros playeros comenta que “en aquella época las mujeres no solían bañarse. Mientras los niños se bañaban desnudos, las niñas lo hacían con camisola. Cuando se hacían mujeres, dejaban de bañarse. Solo se bañaban en las playas del norte y no lo hacían nunca en el mediterráneo español”.

Su abuela Helena
Al hilo de esto, un tema recurrente de su conversación es la figura de su abuela Helena, cuya figura se encuentra en varios de los lienzos allí expuestos, como en un peculiar cuadro donde aparece recién nacida en la cama junto a su madre y otro en el que es retratada vestida de rojo, su color preferido. En el museo hay una buena muestra de bronces de su obra escultórica. Fabiola señala al respecto: “Las había dejado mi abuela en depósito, al final los hijos y los nietos las hemos regalado al museo, por lo menos así hay una representación de ella”. Entre sus obras podemos ver un espléndido autorretrato. Fabiola habla de las circunstancias de la época que la impidieron alcalzar un mayor desarrollo artístico. “Su padre la animaba para que trabajara de escultora, ella disfrutaba esculpiendo pero tras casarse, las presiones sociales impidieron que se dedicara más a ello. Era un momento difícil, para las escultoras aún más difícil que para las pintoras ya que se trataba de una obra más dedicada al exterior, a decorar jardines y plazas, entonces la mujer no estaba en la calle, iban a los cafés siempre acompañadas o no iban”. Termina diciendo que hizo a cada uno de los hijos, tuvo siete (entre ellos la madre de Fabiola), un busto pero que ya no trabajó como debía haberlo hecho.

Este mes de marzo, en conmemoración con el día de la mujer, el Museo va a hacer un homenaje a Helena en el que Fabiola hablará sobre la mujer artista centrándose en las escultoras. En esa fecha se dará a conocer la donación de las esculturas al museo.

Viñeta

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